El momento anímico de Estudiantes e Independiente quedó expuesto. Con confianza plena, al equipo de Astrada le alcanzó con un golazo y un rato de buen juego para ganarle al conjunto de Santoro, que se cayó a pedazos a partir del tanto que marcó Mauro Boselli.

La fragilidad emocional que tiene Independiente quedó expuesta una vez más. Durante los primeros veinte minutos planteó el juego de igual a igual, sin temores y con tranquilidad para manejar la pelota con mayor prolijidad que su adversario. Incluso, dentro de un trámite parejo, se aproximó con posibilidades al área de Andújar. Pero bastó que Estudiantes convirtiera el primer gol para que el conjunto de Santoro perdiera la línea, se desdibujara y cometiera errores impropios de un equipo con aspiraciones.

Los dos habían llegado con remates desde lejos, aunque el visitante impresionaba mejor por el manejo de Ríos y Patricio Rodríguez. Pero en cuanto Estudiantes acertó con una jugada bárbara, el desarrollo se decantó en su favor. Verón, Enzo Pérez y Gastón Fernández combinaron por la derecha para dejar solo y sin arquero a Boselli, que no tuvo problemas para convertir el primer gol. Entonces, el equipo de Astrada se adueñó de todo, en parte por sus virtudes y otro tanto por las fallas de su adversario. Sólo la impericia de sus atacantes en el momento de la definición le impidió al conjunto platense tomar más diferencia.

El entretiempo le sirvió a Independiente para refrescar algunas ideas. Si bien no encontró la manera de dominar a su adversario, por lo menos consiguió emparejar el juego, también ayudado porque Estudiantes bajó el ritmo. Por eso, el partido se tornó aburrido y más ordinario. El único interés que mantenía era el único gol de diferencia que existía, que dejaba el resultado abierto, por más que en el trámite parecía definido. Para colmo, a la única chance clara que generó Independiente, Higuaín la dilapidó con un globito intrascendente pensando que Andújar estaba adelantado. Así, cada uno expuso su realidad y el resultado no sorprendió.