Domingo, 18 de noviembre de 2007 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Pablo Vignone
Desde la irreductible lógica de los resultados, la versión Eliminatorias de la Selección Argentina es irreprochable. No cuesta nada repetir los numeritos: tres jugados, tres ganados, siete goles a favor, cero en contra. Para aquellos que, independientemente de las circunstancias y del juego, sólo tienen en consideración el producto final, este ciclo del equipo nacional no debiera dejar lugar al interrogante, la duda o el reproche. Esta Selección, irremediablemente, gana.
Resultó curioso, en los primeros tramos de estas Eliminatorias, descubrir cómo aquellos que de la bandera del resultado absoluto hicieron una causa reclamaban cuestiones relacionadas íntimamente con el juego, con el devenir de los 90 minutos, con materias vinculadas con el atractivo, el interés e, incluso, el entretenimiento, lo cual no dejaba de sonar interesante, por la estatura de los conversos a los que ya ni el resultado positivamente favorable (por decirlo de una manera exagerada) los satisfacía. Como si, ávidos, golosos, entusiastas, quisieran más. Como si, sin admitirlo públicamente, suscribieran lo que, de este lado, sabemos obvio: que el resultado no es lo único que interesa.
La Selección Argentina no jugó ayer con el calibre y el volumen que el pergamino individual de sus integrantes nos permitió suponer que lo haría. Pero ganó cómoda, inobjetablemente. En el análisis, además, deben figurar atenuantes como el estado de la cancha, el clima caluroso y pesado a la hora del partido, la pegajosa proximidad del próximo compromiso.
Habría sido bienvenido si los profetas del resultado hubieran saboreado una desazón parecida, desanimados porque la mezcla de apellidos convocantes por lo que prometen no generó en el campo lo que se supuso que prometía.
Sin embargo, en general, recorriendo el dial o atentos al control remoto, no hubo reproches de ese tenor. Como si la contundencia a repetición hubiera terminado por convencer a tirios y troyanos. Como si las fieras hubieran vuelto al redil, satisfechas por los tres goles de diferencia y la marcada superioridad colectiva –evidente aunque no siempre plasmada en el juego colectivo a lo largo de todo el partido– mostrada por este equipo sobre el débil, inocente, inofensivo equipo boliviano.
Cierto: fue Bolivia, como antes Chile y luego Venezuela, tres de los cuatro o cinco peores seleccionados de Sudamérica. Atenti, porque es una factura que puede ser presentada eventualmente al cobro. La Selección Argentina versión Eliminatorias continúa al frente sin brillar. Los conversos asoman convencidos. Los demás seguiremos demandando lo de siempre, la producción convincente y respetuosa de un estilo histórico que, normalmente, desemboca en el resultado.
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