Con gol del paraguayo Da Silva a diez minutos del final, Newell’s le ganó 1-0 a Banfield, volvió a la victoria tras cuatro partidos y alcanzó a Central, su clásico rival, en la tabla de los promedios. El equipo de Caruso fue letal en un partido muy parejo mientras que los de Llop intentaron quedarse con un punto y terminaron llevándose nada.

El que más necesitaba los puntos era Newell’s y, por eso, buscó hasta el final. El equipo local, asfixiado por los promedios, venía de cuatro partidos sin sumar de a tres y precisaba ganar de manera urgente. Además, con la derrota de Central ante Tigre un día antes, los de Caruso tenían la chance de alcanzar a su máximo rival en la tabla para mantener la categoría. Y tanto fue, que al final lo consiguió.

Banfield, en cambio, tenía poco por lo que pelear. Ya sin aspiraciones por el título, viajaba a Rosario con la única ambición de llegar al objetivo de 30 puntos y cerrar una campaña más que aceptable en la que acumulaba cuatro partidos sin perder. El juego terminó premiando al que más lo necesitaba.

El primer tiempo dejó bastante poco y escasas chances para ambos. Luciano Civelli pudo haber marcado para Banfield pero definió mal entrando solo por la punta izquierda. También pudo haber abierto el marcador Santiago Salcedo, pero tampoco estuvo preciso cuando se iba la primera mitad y Lucchetti le quitó la chance.

En el complemento se mantuvo la paridad y todado se ancaminaba a un pobre empate. Pero a diez minutos final llegó el gol para los rosarinos. Entre Herner y Quinteros fallaron en la salida de Banfield, la pelota derivó en el paraguayo Da Silva y éste, con un preciso zurdazo, la puso al lado del palo de la mano izquierda de Lucchetti, que se estiró pero no llegó.

El mérito de Newell’s fue no bajar nunca los brazos. Si bien en ningún momento avasalló a Banfield, entendió la importancia de los tres puntos y terminó festejando ante su gente. El equipo de Llop fue tibio, no terminó de ser punzante cuando tuvo su momento, y su técnico demoró mucho en buscar variantes para ganarlo. Cuando lo intentó, con los ingresos de Laso y Barrales, ya era tarde y terminó volviéndose de Rosario con las manos vacías.