ECONOMíA › IMPACTO DEL LOCKOUT EN CARNICERIAS, PANADERIAS Y EXPENDEDORAS

Cerrado hasta nuevo aviso

Aunque las corporaciones agropecuarias sostienen que los cortes de ruta buscan impedir sólo el paso de camiones con granos, el abastecimiento de alimentos básicos se ve cada vez más comprometido. También faltan garrafas y kerosene.

 Por Cristian Carrillo

Mientras los dirigentes agropecuarios postergaron hasta la medianoche de hoy el levantamiento del lockout, los comercios alimentarios y las estaciones de servicio sacan cuenta del costo que les genera a diario la medida. Según sea el rubro, los establecimientos están perdiendo a razón de 150 a 450 pesos por día a causa de la falta de productos básicos como carne, aceites y harinas. Las pérdidas sociales son más costosas, aunque imposibles de cuantificar: en los barrios más carenciados, las familias encuentran serios inconvenientes para conseguir garrafas de gas licuado y kerosene para calefaccionar sus viviendas. Esta situación ya está afectando a cuatro millones de hogares.

Los carteles de cerrado se están convirtiendo en moda por estos días. La escasez de materias primas está llevando a que los establecimientos decidan cerrar sus puertas, aunque aseguran que con ello no eliminan los costos fijos. Alquileres, servicios, impuestos y el pago a empleados son los principales compromisos que no pueden eludir y, a diferencia del campo, no tienen forma de recuperar los ingresos todos juntos, cuando termine el lockout. La carne, la leche y el pan no son productos que tengan sustitutos claros. Los comerciantes del área metropolitana no quieren ni escuchar hablar a las entidades ruralistas, a las que acusan de hacerse dueños de las rutas.

“Estamos en coma de grado uno y para la semana que viene vamos a estar en cuatro”, dijo a PáginaI12 el titular de la Cámara de Industriales Panaderos porteña, José Alvarez. Numerosas panaderías vienen de operar a la mitad de su capacidad y ahora ya no tienen qué vender. El directivo de la entidad aseguró a este diario “no haber visto nunca una situación así, ni siquiera en 2002”. “Estoy completamente en desacuerdo con la medida mentirosa que lleva adelante el campo. ¿Por qué no se acordaron antes?”, dijo Alvarez. La situación se complica para una actividad muy vinculada con insumos que hoy son rehenes del conflicto. Por ejemplo, una panadería ubicada en un barrio de clase media-baja (en este caso, en Mataderos), atendida por sus dueños más tres empleados, enfrenta una pérdida de hasta 500 pesos por día. Más paquete, un establecimiento en Recoleta, que atiende las 24 horas, factura a diario 30.000 pesos. Ayer recibió una sola bolsa de harina.

En los súper e hipermercados, los envíos provenientes de panaderías fueron los primeros en cortarse. Juan Vasco Martínez, titular de la Asociación de Supermercados Unidos, consideró que la situación este fin de semana “será desesperante”. Se refería al abastecimiento de pan y carne. La entidad agrupa a la mayoría de las principales cadenas.

La carne, aparentemente exceptuada del lockout rural, al igual que la leche, tampoco está llegando. Las carnicerías se las arreglan para achicar la brecha vendiendo pollos o cerdo y, en muchos casos, compran cortes vacunos en el mercado negro a precios más elevados. Los frigoríficos, en tanto, vuelcan a cuentagotas los cortes con destino al mercado interno. “Algo llega, lo que quiere decir que algunos camiones están empezando a pasar, pero no alcanza para nada”, dijo a PáginaI12 el presidente de la Asociación de Propietarios de Carnicerías de Capital Federal, Manuel Sineiro. En Liniers las entradas son “escasísimas” y los carniceros estiman que “por algún lado se está filtrando hacienda”. “No llega nada, salvo algún troceo o cuarto trasero, que entró el martes, pero pagando a precios muy altos”, afirmó el titular de la asociación.

En este sector, las puertas se cierran por momentos, dependiendo de si les llega mercadería o si se justifica que estén abiertos por “lo queda en el mostrador”. Bajo este contexto, un establecimiento que debe alquilar el local, sin empleados, enfrenta una pérdida diaria de 150 pesos promedio. “Y eso si pueden zafar con la venta de pollos y algo de cerdo”, agregó Alvarez.

El tema de los combustibles es un tanto más complejo de analizar, debido a que conlleva pérdidas económicas y de las otras, las más importantes, las sociales. Por los cortes de rutas las refinerías tiene sus depósitos colmados y no lo pueden entregar a las respectivas bocas de expendio, según informó el secretario de Energía, Daniel Cameron. El presidente de la Federación de Expendedores de Combustibles, Raúl Castellanos, consideró que la situación está muy lejos de normalizarse y denunció que hasta ayer a la noche los camiones de transporte de combustibles “seguían siendo detenidos”. Además del Interior, la Capital Federal y el Gran Buenos Aires también fueron alcanzados por el desabastecimiento. Las ventas con cupos, de 50 pesos, se extendió ya a los despachos de naftas.

El combustible no sólo está dejando vacíos los tanques de los automóviles. Las familias de barrios sin red de gas, que utilizan kerosene o garrafas para calefaccionarse, no están pudiendo conseguir el fluido, mientras que otros pagan precios exorbitantes por su garrafa. “La provisión de kerosene es casi nula en las estaciones, parte por la falta de abastecimiento y parte por la mayor producción de gasoil”, explicó a este diario Rosario Sica, vicepresidenta de la Federación de Empresarios de Combustibles. Por su parte, el gerente de la Cámara Argentina de Distribuidores de Gas Licuado, Osvaldo Spanu, afirmó que “es caótica” la situación de los 4 millones de hogares usuarios de garrafas en todo el país. La realidad se contrasta con las imágenes de los cortes, donde los ruralistas y los tranportistas preparan el asado a la vera de la ruta.

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