Domingo, 10 de julio de 2011 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por Alfredo Zaiat
En el primer semestre de este año ha habido una notable sucesión de shocks en un mundo ya conmocionado por la crisis internacional. Las revueltas en países árabes que gatilló un alza del precio del petróleo; el terremoto y el tsunami devastador, con riesgo de desastre nuclear, en Japón, la segunda potencia económica del planeta; la debacle griega al borde del default con extensión a los países periféricos europeos. Todos esos acontecimientos se dieron en un escenario de inquietante debilidad de las economías de Estados Unidos y Europa, que todavía no han podido recuperarse de la crisis provocada por el estallido de la burbuja especulativa con los créditos hipotecarios subprime. El factor novedoso de este ciclo traumático del capitalismo global es que economías en desarrollo no sólo han podido amortiguar ese impacto negativo, sino que han podido mantener un ritmo de crecimiento sostenido, entre ellas la argentina. Es un resultado extraordinario teniendo en cuenta la experiencia de décadas pasadas, cuando se evaluaba que Latinoamérica estaba atrapada del denominado “efecto mariposa”. Este tiene su origen en una enseñanza de la cultura china que dice que “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. La idea de ese proverbio viene a decir que acciones minúsculas pueden provocar efectos considerablemente grandes. En términos económicos fue traducido que en el marco de una globalización interdependiente un shock negativo en un país lejano pude provocar una tormenta en una región distante del acontecimiento.
Esto era lo que sucedía en los años noventa, dominado por la concepción neoliberal del Consenso de Washington que colocaba a las economías periféricas en un estado de extrema vulnerabilidad a los shocks externos. El efecto mariposa se reiteró en cadena desde el estallido de la crisis mexicana conocida como Efecto Tequila, en diciembre de 1994. En el caso argentino, el esquema de convertibilidad quedó bajo una intensa presión, que derivó en una recesión y, en especial, en una profunda crisis del sistema financiero con el cierre por fusión o quiebra de unos 100 bancos. En julio de 1997 comenzó la crisis asiática con la devaluación de la moneda tailandesa y por efecto dominó se sucedieron ajustes cambiarios en Malasia, Indonesia y Filipinas, lo que repercutió también en Taiwan, Hong Kong y Corea del Sur. En agosto de 1998 estalla la crisis financiera en Rusia, y posteriormente en enero de 1999, se precipita la brasileña con la devaluación del real. En cada uno de esos sucesos, la economía argentina padecía situaciones de máximo stress con elevado costo social revelando su fragilidad.
La diferencia entre ese período y el actual en relación con la influencia del “efecto mariposa” es considerable. Ese contraste es una recomendable base de discusión al momento de evaluar la actual situación económica, como sus próximos desafíos a partir de las importantes lecciones de política económica que brinda el presente ciclo. Existe una sorprendente tendencia de la ortodoxia a mantener discursos y recomendaciones que probaron su fracaso, y que son expuestas sin pudor frente a los actuales resultados positivos que ellos consideran insólitamente como parte de una política errada. Es una situación bastante extraña que violenta el sentido común y que exigiría de sus interlocutores habituales una mirada apenas cuestionadora para disimular ignorancia o deliberada intencionalidad política. La fortaleza que muestran la economía argentina y las del resto de la región en la actual crisis que afecta a las potencias mundiales no es por arte divino o el gaseoso concepto “viento de cola”. Resultaron determinantes las políticas macroeconómicas dispuestas en Latinoamérica para impulsar el crecimiento y la estabilidad financiera que permitieron hacer frente a los shocks externos, provenientes del canal comercial y del financiero. Con matices y diferencias según los países, todos disminuyeron la vulnerabilidad de sus respectivas económicas. Roberto Frenkel lo explica en el documento “Los nuevos fundamentals de la política macroeconómica en los países en desarrollo”, detallando esa nueva configuración macroeconómica:
- Un régimen cambiario de flotación administrada, que combina la flexibilidad del tipo de cambio con intervenciones discrecionales de la autoridad monetaria en el mercado cambiario.
- La preservación de un tipo de cambio real competitivo o evitar fuertes apreciaciones.
- Superávit (o déficit moderado) en la cuenta corriente del balance de pagos.
- Acumulación de una cantidad considerable de reservas internacionales.
- Una política monetaria activa, facilitada por la esterilización de las intervenciones oficiales en el mercado cambiario.
- Cuentas fiscales equilibradas o déficit moderado.
Este cuadro permitió a esas economías no registrar inestabilidades dramáticas a pesar de los muchos episodios de turbulencias financieras. No hubo efecto mariposa, o sea, no hubo contagio fulminante. Se trata de un comportamiento llamativo en este tipo de economía que merece considerarse para no equivocar el diagnóstico y la consiguiente política económica. En general, se evalúa en forma muy positiva los gobiernos que logran una recuperación rápida de la economía luego de una crisis que derrumbó los principales indicadores socioeconómicos. El dato distintivo del terremoto económico internacional de 2008 y sus réplicas que aún siguen ocurriendo es que no produjeron un derrumbe de las economías de la región. Resultado que, dada la experiencia histórica, adquiere un valor mucho mayor porque evitó los conocidos padecimientos sociales en la población por el impacto negativo de crisis agudas. El dique defensivo de una política macroeconómica consistente, junto a medidas de características anticíclicas, que en materia de empleo fueron elogiadas por la OIT y la Cepal para el caso argentino, fueron determinantes para lograr una desconexión relativa de la crisis global. Estrategia que requiere de su consolidación porque no hay que distraerse del riesgo del permanente aleteo de la mariposa en Estados Unidos y Europa.
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