ECONOMíA

Un italiano de abolengo se sube a Southern Winds

Robertino Médici, descendiente de la casa real de Saboya, adquirió la tercera parte de las acciones de la castigada empresa de los Maggio. Un nuevo intento de salvataje.

 Por Cledis Candelaresi

Esta vez, la fórmula para evitar el definitivo derrape de SW vino de la mano de un italiano de abolengo: Robertino Médici, descendiente de la antigua casa real de Saboya, compró a Juan Maggio el 33 por ciento de las acciones de la línea que dejó de volar semanas atrás. El monto de la operación y el plan de negocios para resucitar una compañía concursada no se dieron a conocer. Pero sí surge a simple vista un posible escollo legal para que este cambio de manos anunciado ayer concluya felizmente: Southern Winds quedaría mayoritariamente en manos extranjeras, algo que el Código Aeronáutico local expresamente prohíbe.

Según confirmó el vocero de SW, los hermanos Maggio habrían cedido la mitad del 67 por ciento de acciones en su poder. El 33 por ciento restante perteneció a Eduardo Eurnekian quien, según hizo conocer tiempo atrás, cedió ese paquete a la compañía itálica Volare, su socia en Aeropuertos Argentina 2000. De mantenerse este esquema, el ingreso de Médici a Southern dejaría la propiedad mayoritaria a cargo de italianos, lo que configura una transgresión a las leyes vigentes.

Esta situación se planteó hace quince años con motivo de la privatización de Aerolíneas Argentinas, y terminó salvándose con la creación en Buenos Aires de Interinvest, a la que en su momento Iberia daba la propiedad de AA. Una argucia legal para superar la restricción que volvió a tallar ahora, cuando la Inspección General de Justicia observó el arribo de la chilena Lan. Este se concretó con la compra del 100 por ciento de una pequeña línea local.

Pero el afán oficial por evitar que queden en la calle cientos de aeronáuticos con buena capacidad de movilización podría inducir a la Secretaría de Transporte a aplicar un criterio más laxo a la hora de interpretar el Código Aeronáutico. Desde el escándalo de las valijas con cocaína, el Gobierno quitó la subvención que otorgaba a SW para sueldos y combustibles, pero no se desentendió de su suerte.

Primero hubo una especie de pacto de caballeros con Lan, para que ellos mantuvieran ese subsidio de marzo a junio: fue una de las condiciones para habilitar el arribo de los chilenos, aunque no estuvieran salvados todos los escollos legales y técnicos. Ellos mismos se erigieron en potenciales compradores de SW, pero finalmente no consiguieron cerrar un acuerdo para concretar la operación.

La danza de potenciales interesados incluyó otros nombres muy diversos, casi insólitos. David Esquivel llegó a hacer el due diligence con miras a la compra; a Martín Varsavsky se lo asoció a Air Atlantic para una iniciativa similar y Claudio Cirigliano amagó con hacer una oferta de la mano de Eurnekian. Esta fue una de las últimas y más osadas alternativas que Planificación barajó para mantener a SW, en particular, si se considera que el dueño del Grupo Plaza y operador de Trenes de Buenos Aires hubiese tenido que buscar una aerolínea que oficiara de operadora, para suplir su desconocimiento del tema.

¿Cuál puede ser el interés de Médici, propietario de Aviation Service, empresa que provee aviones en leasing? Quizá los derechos ya otorgados a SW para volar a Madrid y Miami, cuyo ejercicio requiere ampliar la flota, entre otras cuestiones. O tal vez la prosperidad que estaría mostrando el mercado aerocomercial argentino, tanto en el segmento de cabotaje como en el internacional. Según las estadísticas oficiales, en los dos últimos años el mercado de pasajeros locales repuntó un 16,51 por ciento y el internacional un 31,28. Pero para aprovechar esa bonanza siempre resulta necesaria una inyección de capital.

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Después de varios intentos por encontrar un socio capitalista, finalmente apareció Médici.
 
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