EL PAíS › OPINION
Toda maldad palidece
Por Pedro Lipcovich
Franz Kafka supo hablar de “la maldad del mundo, ante la cual toda maldad individual palidece y se vuelve absurda”. El mundo al que se refería era el de las instituciones, a cuya inacabable exploración dedicó textos como El proceso o En la colonia penitenciaria. La fórmula kafkiana es válida para las recientes denuncias sobre el neuropsiquiátrico de mujeres Braulio Moyano. Las internadas eran sometidas sin autorización judicial a protocolos de investigación sobre drogas. Sí, es maldad grave y debe ser denunciado en cualquier circunstancia, pero, para las mujeres del Moyano, es probable que participar en el protocolo les otorgara ciertas garantías: la de que –porque las interacciones farmacológicas pudieran falsear los resultados de la investigación– no les serían aplicados los “chalecos medicamentosos” que garantizan la buena conducta de las personas internadas; la de que –porque los protocolos requieren evaluar pautas de comportamiento de quienes participan– no serían sometidas a choques eléctricos o inmovilizadas por largos períodos, medidas cuyos efectos podrían falsear la objetividad de resultados requerida por la ciencia.
Algo parecido puede afirmarse de las denuncias por prostitución y violaciones de internas. No hay peores maldades que la violación o el proxenetismo pero, para una mujer bajo condiciones manicomiales, no es imposible que entregar su cuerpo como objeto del placer de otro sea menos malo que la objetalización sin adjetivos, el absoluto desinterés por parte del otro que define la situación manicomial.
Es fácil entender que estas observaciones no apuntan a justificar esos delitos ni a mitigar el castigo para sus responsables, sino a permitir que sean vislumbradas las condiciones del horror. Néstor Marchant, el destituido director del Moyano, comentó al retirarse que “me sacan cada tanto y después me tienen que poner de nuevo”. El doctor Marchant preside desde hace 12 años la Asociación Argentina de Psiquiatría, en cuya página web (www.aap.org.ar) pueden leerse fórmulas de exaltación al líder cuya expresión es infrecuente en una entidad profesional: “...olvidando ofensas personales y siempre atento al bienestar de sus queridos pacientes”; “...produciendo una renovación de tal magnitud en el espectro de las asociaciones psiquiátricas, que es considerada una revolución”; “su bonhomía, su capacidad organizativa y su amor por los que padecen la insanía mental...”. En cuanto a Marchant, no es improbable que retorne, porque es el representante más confiable de quienes, en función de diversos intereses y pasiones, siguen sosteniendo las instituciones manicomiales.
El grado de exclusión que padecen las internadas en el Moyano puede quedar señalado por el hecho de que las entidades y organismos de defensa de derechos de la mujer no se manifiesten ante la situación de 1100 mujeres que sobreviven sometidas al poder patriarcal en su expresión más descarnada, absoluta.