Domingo, 24 de agosto de 2008 | Hoy
EL MUNDO › LOGRARON UN AMPLIO TRIUNFO EN EL CONGRESO FRENTE AL PROYECTO DE ALAN GARCIA
En un caso que revierte históricas derrotas, los aborígenes rompieron la alianza conservadora en Lima y lograron la derogación de las leyes que facilitaban privatizar sus tierras ancestrales para explotaciones mineras.
Por Carlos Noriega
Desde Lima
La rebelión de las comunidades nativas de la Amazonia peruana contra el gobierno de Alan García terminó con la victoria de los indígenas. Fue un triunfo inesperado que rompe la tradición histórica de la preminencia del poder central sobre los grupos indígenas. Luego de dos semanas de protestas y toma de carreteras, hidroeléctricas, estaciones petroleras y pozos de gas, las 65 etnias nativas de la selva peruana, que agrupan a 350 mil personas, lograron torcerle el brazo al poder. El viernes el Congreso derogó por amplia mayoría de 66 votos a favor contra 29 en contra de dos leyes que facilitaban la venta de las tierras comunales de los indígenas y cuyas promulgación gatilló el levantamiento en la selva amazónica.
Los nativos han denunciado que con esas leyes el gobierno pretende promover la venta de sus tierras a transnacionales petroleras y de explotación de madera. El gobierno había promulgado esas leyes como parte del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y se jugó entero en su defensa. Apostó por la represión para derrotar la rebelión indígena, declaró el estado de emergencia y llamó a las Fuerzas Armadas, pero no pudo con los nativos, que se mantuvieron firmes en pie de guerra con sus lanzas, arcos y flechas. En el Congreso el oficialismo se quedó solo. Perdió el apoyo de sus aliados de la derecha y del fujimorismo, que votaron a favor de la derogatoria de ambas leyes, aunque argumentando razones formales en el procedimiento de su promulgación antes que de defensa de las tierras comunales. Esta ha sido la mayor derrota política de García en sus dos años de gestión y le llega en momentos que su popularidad ha descendido a solamente el 20 por ciento.
La marcha atrás del Congreso desató las iras de García y su gobierno, pero descomprimió una crisis social que amenazaba agravarse y tener un final violento. Mientras en Lima los funcionarios del gobierno no terminaban de digerir su derrota y respondían descargando su frustración con airados ataques a los opositores a las leyes derogadas, en los poblados de la selva amazónica se desataron masivas fiestas. La noticia de la decisión del Congreso hizo estallar la euforia entre los indígenas, que se habían concentrado en las plazas de los principales poblados para esperar la votación. Apenas conocieron la noticia, con las caras pintadas comenzaron a bailar y agitar sus lanzas y flechas en señal de victoria. “Esta es una gran noticia para nosotros. Es un nuevo amanecer. Por primera vez en la historia hacemos una huelga y logramos una victoria”, señaló Wrays Pérez, apu (líder) de la etnia aguaruna, que celebró la victoria con miles de indígenas en la plaza central de Bagua, uno de los epicentros de la protesta. En Lima, Alberto Pizango, presidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), que encabezó la protesta indígena, vestido con el traje típico de su comunidad nativa había asistido al Congreso para seguir el debate y la votación junto a una delegación de dirigentes nativos. “Ha sido una decisión histórica. Ganó la razón y no unas leyes que atentaban contra los pueblos indígenas y la sociedad nacional”, dijo Pizango, mientras se retiraba sonriente y victorioso del Parlamento.
En la otra orilla de esta guerra por las tierras indígenas, el presidente García calificó la decisión del Congreso como “un retroceso histórico”. Antes de la votación del Congreso, García había intentado presionar a los parlamentarios exigiendo la ratificación de las leyes de la discordia y acusando a los congresistas que ya habían anunciado su voto a favor de la derogatoria de “dejarse asustar por el chantaje”. Pero sus presiones no pudieron cambiar el curso de las cosas en el Congreso. El viernes fue un mal día para el presidente peruano. Mientras el Congreso debatía la derogatoria de las leyes por las que había decidido jugarse y su derrota ya se anunciaba segura, García fue recibido con silbatinas y pedradas en Chiclayo, ciudad de la costa norte del Perú, donde había viajado para inaugurar obras viales. García tuvo que abandonar Chiclayo sin poder inaugurar las obras. La protesta de Chiclayo no tuvo nada que ver con las tierras de los indígenas, sino con las exigencias al gobierno para un aumento de sueldos a empleados públicos del sector salud y refleja la extensión del descontento social contra el gobierno.
Pero el presidente peruano no fue el único que intentó cambiar la historia de una votación que desde dos días antes ya se anunciaba desfavorable para el gobierno. La Confederación de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep), el principal gremio de los empresarios, emitió antes de la votación del Parlamento un comunicado exigiéndole al Congreso que ratifica las cuestionadas leyes bajo el argumento de que su derogatoria “hundirá al país en al anarquía”. Pero al final, el poder político y el poder económico perdieron frente a los indígenas que salieron a defender sus tierras con sus lanzas, arcos y flechas. Un hecho que no se había visto antes en la historia del Perú.
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