Sábado, 6 de septiembre de 2008 | Hoy
EL MUNDO › FURIOSA REACCIóN DE BAGDAD AL ADELANTO DEL úLTIMO LIBRO DE BOB WOODWARD SOBRE LA ERA DE BUSH
Detrás del espionaje de Washington está la desconfianza por las relaciones que mantendrían el presidente chiíta Nuri al Maliki y sus colaboradores con el gobierno de Irán. Cientos de agentes escuchaban a funcionarios iraquíes.
Por Patrick Cockburn *
Estados Unidos espió exhaustivamente al primer ministro de Irak, Nuri al Maliki y a otros líderes del gobierno iraquí, reveló el periodista estadounidense e investigador Bob Woodward (Todos los hombres del presidente). “Sabemos todo lo que dice” cita el periodista a una fuente, en su cuarto libro sobre la presidencia Bush. La decisión de la administración estadounidense de espiar continuamente a Maliki –un cercano aliado– demuestra por parte de Estados Unidos la gran desconfianza del liderazgo iraquí. La vigilancia tenía lugar cuando Maliki estaba hablando con Bush por videoconferencia una vez por semana.
El gobierno iraquí reaccionó furiosamente ayer y dijo que le pediría una explicación a Estados Unidos, aunque Maliki y otros líderes iraquíes no estarán sorprendidos o asombrados de que Estados Unidos los haya estado espiando. “Si es verdad, demuestra que no existe la confianza”, dijo un vocero del gobierno. El objetivo principal del espionaje de Estados Unidos dirigido a funcionarios iraquíes fue descubrir las verdaderas relaciones entre el gobierno de Bagdad e Irán, aunque el libro de Woodward no se remite a ese motivo. Washington ha sospechado profundamente de Maliki y su gobierno predominantemente chiíta por mantener relaciones estrechas con Teherán aun cuando Estados Unidos amenazaba con iniciar una guerra con Irán.
En un momento, en 2006-07, los funcionarios en Irak se quejaban en privado de que no podían obtener información suficiente sobre las bombas cada vez más letales y sofisticadas a los lados de los caminos que mataban soldados estadounidenses, porque gran parte de la inteligencia de Estados Unidos estaba enfocada en el gobierno iraquí. “Cientos de nuestros operadores no hacen otra cosa que escuchar a los funcionarios iraquíes”, dijo una fuente.
El aumento de las tropas estadounidenses en 2007, cuando 30.000 soldados extras fueron enviados a Irak a seguir con tácticas más agresivas, no fue la principal razón de la merma de la violencia en Irak en los últimos 16 meses, dice Woodward en La guerra interna (The War Within). En cambio afirma que las técnicas de nueva generación le permitían al ejército de Estados Unidos y a los oficiales de inteligencia encontrar, apuntar y matar a líderes insurgentes de grupos rebeldes, especialmente de Al Qaida en Irak. En el resumen del libro de Woodward, que se publicará el lunes, el Washington Post, del que es editor asociado, dice que no revela los nombres en código de esa campaña de asesinatos porque es en interés de la seguridad nacional.
El origen y los grados de éxito del aumento de tropas es importante políticamente en la elección presidencial de Estados Unidos porque el candidato republicano John McCain dice que fue de los primeros defensores de la estrategia y que acercó a Estados Unidos a la victoria militar. Negando esto, Woodward concluye que hubo cuatro factores que favorecieron la reducción de la violencia en Irak: operaciones encubiertas, refuerzos de tropas, la decisión del clérigo chiíta Muqtada al Sadr de contener la milicia de su ejército Mahdi y el surgimiento del movimiento Despertar en la comunidad sunnita, opuesta a Al Qaida en Irak.
Por cierto hubo un aumento de los asesinatos de los líderes rebeldes sunnitas a comienzos de 2007, calculado para que coincidiera con el comienzo del aumento de las tropas. Pero el debilitamiento de Al Qaida llegó en primer lugar porque Al Qaida espantó a los sunnitas al tratar de tomar total control de la resistencia antiestadounidense.
A pesar de la afirmación de McCain de que el aumento alteró totalmente el cuadro militar en Irak, el Pentágono recomendó que los 146 mil soldados actualmente en Irak sean reducidos a sólo 8 mil para marzo próximo. El número de efectivos estadounidenses en Irak en ese momento será apenas un poco mayor que antes de que comenzara del aumento, en enero de 2007.
Bush y sus comandantes militares se miraban entre sí con mutua desconfianza antes del nombramiento del general David Petraeus como comandante de Estados Unidos en Irak, sucediendo al general George Casey.
“Hacía tiempo que Casey había llegado a la conclusión de que uno de los grandes problemas con la guerra era el presidente mismo –escribe Woodward–. Le dijo más tarde a un colega en privado que tenía la impresión de que Bush reflejaba ‘el ala radical del Partido Republicano’, que seguía diciendo ‘¡Maten a los bastardos! ¡Maten a los bastardos! Y tendrán éxito’.”
Woodward escribe desde la perspectiva de Washington aun cuando es crítico de la Casa Blanca. Supone que poco pasa en Irak que no sea iniciado por Estados Unidos. En el resumen de su libro, hay poca mención al rol central de Irán y al conflicto chiíta-sunnita en Irak para determinar el nivel de violencia. En resumen, el grado de la vigilancia de Estados Unidos a sus aliados chiítas y kurdos en Irak revela la profunda ansiedad en Washington, que ha promovido a un gobierno que está más cerca de Irán que de Estados Unidos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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