Desde París

Los militantes socialistas franceses comenzaron a votar para elegir líder a eso de las cinco de la tarde de ayer con la misión de sacar su partido del marasmo, la división y la derrota. Ségolène Royal, una de las tres aspirantes al puesto, la ex candidata presidencial derrotada por Sarkozy, fue clara a la hora de describir el estado catatónico en que se encuentra la principal formación política de la izquierda francesa: “O renace o se marchita”.

Durante la semana que precedió al congreso de Reims, durante el fin de semana de discusiones y discursos del mismo congreso y durante los días que siguieron, Royal centró su mensaje en un punto para ella primordial y decisivo: la necesidad de crear un nuevo Partido Socialista (PS), de refundarlo, de ampliarlo, de abrirlo a nuevos militantes más jóvenes, de otros sectores de la sociedad. Para Royal, existe un riesgo claro de que el PS muera de inanición, de falta de aire o de endogamia: “El verdadero riesgo del PS es el inmovilismo”, añadió en una entrevista publicada ayer en Le Monde.

Los cerca de 230.000 militantes con derecho a voto eligieron entre tres candidatos muy distintos: Royal, presidenta de la región de Poitou-Charentes, contaba, antes del congreso, con un 29 por ciento de apoyos entre los militantes; Martine Aubry, alcaldesa de Lille, con 25%, y Benoît Hamon, eurodiputado, con 18%. Debían ganar con mayoría absoluta. De no conseguirla a lo largo de la noche de ayer, la votación se repetirá hoy.

Royal, de 55 años, es mediática, glamorosa, conocida, proclive a una reforma integral del partido y no es alérgica a pactar con el centro si se trata de ganar. Es la más querida por las bases, la más odiada por un sector del partido y la única realmente conocida a nivel internacional. Se enfrentó ayer a la votación con un as en la manga (los militantes siempre la han apoyado más que a los otros candidatos) y un impedimento: el alcalde de París, Bertrand Delanoë, ex aspirante él mismo, tras retirarse de la lucha, prefirió recomendar a sus seguidores (él contaba con un 25% de apoyos) que votaran por Aubry. La presidenta de Poitou-Charentes, tras esto, reconoció que, matemáticamente, lo tenía mal.

Pero una cosa es lo que recomienda el líder y otra lo que votan los militantes en secreto. Royal se ha convertido en los últimos días en una máquina de expender propuestas: el miércoles prometió un programa entero en el que incluía un plan anticrisis y la convocatoria de convención nacional para dilucidar pactos con el centro. Ayer, coqueteó con Hamon (o con sus votantes), al prometer que le reserva un puesto en la dirección en caso de ganar. Una promesa envenenada.

Aubry, de 58 años, la alcaldesa de Lille, ex ministra de Trabajo y Asuntos Sociales, la responsable de la jornada de 35 horas, personifica a ojos de sus detractores la vieja guardia del partido. No comulga con las ideas renovadoras de Royal y no quiere ni hablar de pactar con el partido del centrista François Bayrou. Proclama que el PS debe atornillarse a la izquierda y no moverse de ahí ni un centímetro. “Frente a una derecha dura, necesitamos un izquierda fuerte”, repite. Un joven diputado seguidor de Hamon resumió el jueves en la televisión francesa la postura de esta tercera vía: “Somos de izquierda como Aubry, no queremos como ella pactar con el centro, y encarnamos la verdadera renovación del partido por una cuestión de edad, por una cuestión generacional”.

Hamon, de 42 años, ha repetido que busca un PS “que se parezca a Francia, con la diversidad de Francia, que sea el reflejo de todas las edades y las procedencias que se mezclan en Francia”. Incluso se ha comparado con Barack Obama. Tampoco está de acuerdo en aliar se con el centro.

* De El Pais de Madrid. Especial para PáginaI12.