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Qué es de la vida de... Adolfo Bagnasco

Como juez federal durante el menemismo atendió varias causas de impacto. Luego se retiró y, aunque se le auguraba un futuro político en el peronismo, se dedicó a la actividad privada. Créase o no, es productor sojero.

 Por Adriana Meyer

“Mi madre era del campo, me acuné escuchando historias de cabalgatas, de inmensas extensiones”, dice el ex juez federal Adolfo Bagnasco. Arrellanado en un sillón de su estudio jurídico, donde exhibe las mismas caricaturas de su imagen aparecidas en los diarios que había enmarcado y colgado en su despacho de Comodoro Py, habla de la adquisición de su chacra en Mercedes. Mientras fuma un habano explica que compró tierra y casa reciclada pensando en su hija Catalina, porque “ahí la vida es más suelta, ella tiene sus conejos y sus gallinas, y resultó mucho más que esparcimiento”. El juez que alguna vez encarceló a Víctor Alderete y a los gerentes locales de IBM aunque también se lo consideraba integrante de la “servilleta” menemista levanta las cejas y esboza una sonrisa. “Y encontré una actividad para mí también”. No dice más. “Soy productor sojero”, revela luego de la pausa, y sabe que entrega un título periodístico.

Adolfo Luis Bagnasco De la Calzada nació en Lanús en 1954 y es hincha del equipo granate, al punto que se postuló para presidir el club, pero perdió. “Hace siete años, cuando renuncié, todos pensaban que me iba a la política, y acá estoy, ésa fue mi única candidatura”. Un trozo de tablón de la tribuna de Lanús sobre su biblioteca prueba la filiación futbolera.

Egresó en 1980 como abogado de la Universidad de La Plata, y recuerda haber compartido una mesa de examen con la entonces estudiante Cristina Fernández. “Era inteligente y rigurosa, por eso ahora no entiendo cómo no pudo ponderar lo que estaba pasando”, opina respecto del conflicto agropecuario. “Estuve 27 años en la función pública, pero lo bueno de estar afuera es que tengo más perspectiva”, afirma, y habla de política. Bagnasco nunca ocultó su condición de peronista, pero dice que no tuvo militancia universitaria, a diferencia de Cristina, que es un año mayor y “ya venía muy comprometida” militando en la agrupación Azul y Blanca.

“Yo creí en los Kirchner, pero un hombre o mujer pública tiene que medir hasta dónde juega una pulseada”. Ya con las botas de chacarero puestas, opinó que las retenciones le parecen “bien” en tanto “haya una política redistributiva”. El Bagnasco sojero dijo no estar en ninguna agrupación, pero por su nivel de producción considera que le tocaría la Federación Agraria. “Mercedes era una zona ganadera, empecé con cría de vacas jóvenes para renovación de rodeo pero fui vendiendo cada vez menos –precisa–, por eso me pasé a la soja”. ¿Cuántas hectáreas dedica el ex juez al tan mentado cultivo? “Son 60 hectáreas de las 100 que tengo, pero como es tierra de mala calidad, me rinde unos 180 mil kilos”. Como recomienda preguntar el economista Jorge Schvarzer, ¿cuánto gana? “Apenas se sustenta”, responde Bagnasco, y se ríe.

En el estudio de la calle Tucumán al 1400, que comparte con el también ex juez federal Gustavo Literas y otros dos abogados (uno de ellos es Marcelo García, ex socio del juez de la Corte Ricardo Lorenzetti), dice no haber recibido a ex funcionarios como clientes, aunque reconoce que capitalizaron numerosos contactos tras su paso por la Justicia. Pero además de abogado y productor agropecuario, Bagnasco tiene otra actividad: vende autos usados en una agencia de Villa Urquiza. “A veces entran y preguntan si soy fulano, parece que el estereotipo les da confianza”, dice como si la situación lo sorprendiera. Y aclara que ponen énfasis en los papeles en regla, que sólo compran a concesionarias oficiales.

Cuando era juez evitaba atender a los productores de radio que lo llamaban antes de las 7. En aquellos años era inusual verlo alterado, pero admite haber sentido presión cuando decidía privar a alguien de su libertad. ¿Qué lo desvela ahora? “Mis hijos, porque acabo de ser padre de Conrado Blas, me desvela literalmente”, cuenta, y ríe otra vez. En 2000 Bagnasco se casó en segundas nupcias con Andrea Raña y a la fiesta en el Tattersall de Palermo acudieron, entre otros, Elías Jassan y Hugo Anzorreguy. “El mejor ministro del Interior de los últimos tiempos”, dijo sobre Carlos Corach en 2001 a este diario. “Fuimos tildados de ser los jueces de la servilleta, que acomodábamos las resoluciones judiciales, pero en estos siete años los jueces que siguieron no cambiaron nada en esos expedientes”, se ufana quien supo tener como padrino político al fallecido ex juez Mariano Cavagna Martínez.

Sobre los nuevos casos de corrupción opina que “son muy parecidos, Skanska parece copiado de IBM-Nación”, expediente que –cree– “estuvo parado innecesariamente”. Ese caso “fue el único en el que se logró recuperar dinero de las coimas, fueron cinco millones de dólares depositados en el Banco Ciudad”, se jacta. Y respecto de la causa sobre apropiación sistemática de menores, no duda en afirmar que “fue un caso pionero y muy poco reivindicado por los organismos”.

Bagnasco admite que fue un juez mediático y lo justifica por el interés público de las causas que le tocaron. “Mi padre había sido juez y desde los 19 años trabajé en la Justicia. Era cuestión de entender qué momento histórico me tocó vivir, los medios estaban muy interesados en lo que pasaba en el Poder Judicial, y en causas como la del PAMI estaban en juego la burla en la prestación del servicio”, se explaya. “Era la mejor forma de aventar manipuleos y operaciones de prensa”, sintetiza. Sin embargo, con su elevada exposición pública no logró evitar enérgicos enconos como los que cosechó, según recuerda, de Domingo Cavallo y Nilda Garré.

Puesto a evaluar sus méritos menciona que hizo hablar a Alfredo Astiz sobre las mujeres embarazadas que pasaron por la ESMA. No fue el único represor que respondió sus preguntas. A cambio, según comentaban en su juzgado, acordaba con sus defensores el arresto domiciliario u otras comodidades. De hecho, Bagnasco fue quien primero aceptó que el asesinado Héctor Febres fuera un preso vip de la Prefectura.

Luego de haber cultivado tan alto perfil, sin haberlo usado en un salto a la política, ¿por qué se fue? “Había cumplido un ciclo”, contesta. Quienes todavía trabajan en los Tribunales de Retiro le reconocen haberse ido a tiempo. “Nunca me encontraron nada, y lo que me inventaron no se sostuvo”, asegura sobre la acusación de enriquecimiento ilícito. Bagnasco dice que mientras ocupó el sillón de magistrado trató de llevar una vida sobria porque, “como la mujer del César, no sólo hay que serlo sino parecerlo”, aunque su vida social aparecía cada tanto en Caras.

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