EL PAíS › OPINION

Cuando empiece el invierno

 Por Mario Wainfeld

Se vota, no más, el 28 de junio. El oficialismo superó holgado la mayoría especial de 37 votos, llegó a 42. El abatimiento opositor hizo más sensible la diferencia con sus 26 manos alzadas. La norma es legal, no amerita festejos ni repulsas trágicas.

El apoyo de los dos representantes de Tierra del Fuego no fue decisivo, pero redondeó la mayoría y le quitó suspenso a la sesión. Adolfo Rodríguez Saá dio una manito imperceptible cooperando al inicio con la formación del quórum, luego se expidió en contra con su habitual verba encendida. Esos movimientos de legisladores de provincias no kirchneristas insinúan un dato obturado por la melodía pseudo moralista que aplana el discurso político: el adelanto favorece, en tendencia, a los oficialismos provinciales. Las elecciones de 2003, 2005 y 2007 fueron propicias para quienes dominan territorios. Ante un horizonte que se avizora más peliagudo y sobre todo imprevisible a medida según pasen los meses, a la mayoría de los gobernadores les pinta cristalizar el tablero y jugarse a las actuales coordenadas.

El veredicto de las urnas se conoce cuando se cuenta el último voto, lo demás son especulaciones previas, precarias. Pero esas especulaciones inciden en las tácticas, tiñen los diagnósticos de los líderes partidarios. Por eso incurriremos en ellas, con las prevenciones del caso que se dan por escritas para toda esta columna.

Con la foto de hoy, los oficialismos locales rondan la condición de favoritos o de muy competitivos en casi todas las provincias. Luis Juez en Córdoba no altera la regla, al fin y al cabo empató (en un trámite muy sospechoso) en 2007. Los locales tienen buenas perspectivas. ¿Para qué abrir la caja de Pandora de un porvenir abierto, en Argentina y en el mundo? Diferenciarse del oficialismo nacional, despotricar contra su designio unilateral era forzoso. Está logrado. Puertas adentro, desde Juez hasta los Rodríguez Saá difícilmente estén bajoneados.

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Echemos un vistazo al cuadro de situación en el primer día, a la luz de las movidas más recientes, cuando faltan muchas sorpresas, alianzas, gambetas cortas o largas. Hablamos, apenas y nada menos, de la línea de largada.

Mauricio Macri recupera el rol de primus inter pares de la oposición, al que accedió en 2007, con la perspectiva de una amplia victoria de Gabriela Michetti en Capital y un buen desempeño de Francisco de Narváez en Buenos Aires. El PRO, como los otros partidos opositores con virtualidad para llegar al ballottage en 2011, no tiene implantación nacional, fuera de esos dos distritos no tiene figuras, candidatos, estructura... en algunos ni una estafeta postal. Pero se consolida en su feudo porteño y tiene color protagónico en la inmensa Buenos Aires. Si se corrobora que Felipe Solá no será candidato, se diluirá la chance de que haya otro presidenciable en su espacio. El ex gobernador comentaba como una debilidad esa hipótesis, pero es dudoso que ése fuera el punto de vista de “Mauricio”. Como es un hecho que Francisco de Narváez da mejor en las encuestas, ese círculo parece cerrarse.

Elisa Carrió, más allá de su retórica, cede unos casilleros si ratifica que no será cabeza de lista. La Coalición Cívica podría ser socia menor en eventuales triunfos opositores (con Luis Juez en Córdoba, con los radicales en Mendoza, con Hermes Binner en Santa Fe) pero, salvo que Alfonso Prat Gay o Margarita Stolbizer den un improbable batacazo, no tendrá figuras propias en el podio celebratorio en la augural noche del 28 de junio.

El radicalismo podría atenuar su declive desde 2001. Sigue siendo el partido opositor con presencia en más provincias. Tiene al alcance de las manos aumentar su número de senadores. Lo ayuda el regreso al redil de varios gobernadores que se tentaron con la Concertación, ahora de regreso. Río Negro, Corrientes, Catamarca y Mendoza son sus mayores esperanzas. Aun si persiste la objeción a la entente con Luis Juez podrían, con fortuna, sacar un senador por minoría. Ninguna figura presidenciable liderará sus listas, si Julio Cobos mantiene su palabra y no va por un avasallante éxito en Mendoza. Carrió y el vicepresidente opositor (un aporte criollo para el Guinness de la politología comparada) pugnarán luego por conducir el espacio. El sentido común de la dirigencia boina blanca se acomoda mejor al mendocino, hoy y aquí.

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Néstor Kirchner está forzado por las circunstancias a encabezar la lista bonaerense y a ser muy concesivo con los deseos e intereses de sus compañeros pejotistas, para evitar fugas al Pro peronismo. En las demás provincias, consonantemente, en esta tenida no podrá mechar muchos aliados de fierro en las listas que dispondrán los gobernadores, muy lejos de su exitosa “guerrilla” de 2005 y 2007.

Los gobernadores del NOA, NEA y el chubutense Mario Das Neves pueden allegarle victorias, pero querrán que las respectivas escuderías tengan sus colores, atenuando (o borrando) el tono kirchnerista puro. Los mandatarios provinciales amurallan sus fronteras mientras dialogan horizontalmente entre ellos, como jamás intentaran desde 2003. Un nuevo Chapadmalal (eso sí, bien iluminado) es su norte, un Confederal de ganadores-grandes electores presidenciales. La gigantografía de Perón que dominará el cónclave todavía no está en imprenta, la idea matriz sí. Alberto Fernández es uno de los que piensan que ese conjunto debería parir el postkirchnerismo y su candidato surgido de la Argentina profunda, fantaseando en algo así como un remozado Calafate.

Zurcir un arreglo con Carlos Reutemann es crucial para el kirchnerismo. Sería un pacto de mala gana mutua, pero la conveniencia tira más que una yunta de bueyes y acaso ocurra. El kirchnerismo buscaría, vía la inserción de Agustín Rossi como postulante a primer diputado, poder computar los votos de Santa Fe como propios, una necesidad imperiosa. A su vez, Lole debe evaluar si mandarse solo “por afuera”, forzando una tercera lista de Rossi, puede impedirle primar en Santa Fe. Un segundo puesto puede ser vistoso en la Fórmula Uno pero sepultaría su virtualidad presidencial. Si ganara, aun con esa lista mestiza, reverdecerían sus laureles como gran referente del peronismo no kirchnerista. Y quedaría en carrera para la presidencia, más valorado por la primera línea de la dirigencia peronista que Macri, que el diluido Solá o que gobernadores con menos trayectoria. Da la impresión de que el establishment, “el campo” y los medios masivos dominantes lo indultarían veloces de su astuto desliz. Lo ven como un garante de lo que ellos llaman gobernabilidad: una Casa Rosada sensible a las corporaciones y los poderes fácticos. Si el mandatario es peronista, la ecuación sería mejor.

La concreción de la jugada depende de la parte fuerte del pacto, que es Reutemann. Los vaticinios son envenenados con tantas variables en la mesa, si se añade el curioso carácter del protagonista, es forzoso desistirlos.

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El debate no fue memorable, no lo era la iniciativa. El tremendismo de los discursos ayuda poco y ahuyenta al público del común. La Presidenta lo inició mal, llamando “escollo” a las elecciones. Tirios y troyanos se dedican a denostar la “politización” y al afán de hacer campaña. El cronista sabe que nada contra los dictados de la moda, pero se empecina en proponer que todo debe politizarse y ser issue de campaña. Achicar los márgenes de la polémica coquetea con el cualunquismo dominante, pero es negar la esencia misma de la competencia democrática. Ningún punto debe sustraerse a los discursos, las proclamas, las plataformas, las propuestas y hasta las chicanas. Si hubiera calidad, densidad y unas gotas de tolerancia, sería (a fuer de inesperado) doblemente bienvenido.

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Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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