Domingo, 24 de mayo de 2009 | Hoy
EL PAíS › LA ASAMBLEA DE AYER ABRIO CON UN DEBATE INTELECTUAL DE ALTO NIVEL
Hablaron el filósofo Laclau, los economistas Arceo y Wierzba, y el psicoanalista Slimobich, y el título fue “Miradas sobre Argentina y la crisis global”. Más de cien artistas e intelectuales expresaron sus opiniones en la Biblioteca Nacional.
Por Facundo García
La asamblea de Carta Abierta que se realizó ayer en la Biblioteca Nacional (ver página 10) tuvo un preludio de lujo: Ernesto Laclau (filósofo y docente en la Universidad de Essex, Inglaterra); Enrique Arceo (doctor en Economía de la Universidad de París); Guillermo Wierzba (economista y director del Centro de Economía y Finanzas para el desarrollo de Argentina) y José Slimobich (psicoanalista) expresaron sus diagnósticos en una charla titulada “Miradas sobre Argentina y la crisis global”. Los aportes hicieron que los más de cien artistas e intelectuales que escuchaban se largaran a debatir antes de lo que preveía el cronograma, en una tarde que terminó con más aplausos que otras reuniones, y con lo que a todas luces parece ser un apoyo casi unánime a la candidatura de Carlos Heller como diputado para la Capital.
Slimobich inauguró la seguidilla exponiendo algunas nociones sobre “Subjetividad y poscapitalismo”. Desde el comienzo, hizo hincapié en una idea que surgió una y otra vez en el transcurso de las disertaciones: ya no se trataría de pensar solamente la crisis –como propone la prensa liberal– sino de aprovechar el presente para darle al pensamiento un carácter propositivo, y hasta ir pensando instituciones que reemplacen a las actuales. “Yo no he venido a hablar como psicoanalista sino como militante social –aclaró el orador–. Dicho esto, quiero remarcar que el concepto de subjetividad se usa hoy como un comodín, y eso no es casual. Porque hablar de sujeto implica hablar de verdad. Se arma un texto y se piensa en un sujeto que funciona en ese texto que se armó para ubicarlo.” El especialista explicó que, dado que no existen individuos aislados, el modo en que se favorece –o no– el vínculo con los demás en una sociedad tiene profundas raíces políticas. “¿Y dónde está el sujeto hoy? Si la realidad es para mí lo que muestran los medios de comunicación, entonces estoy siendo preso de un monólogo, ya que el opresor es el que está en mejores condiciones para imponer su lenguaje”, aventuró. La posibilidad de transformación no saldrá entonces de los grandes medios, sino de los movimientos sociales y de las conciencias que éstos sean capaces de construir. En ese contexto, Slimobich confesó estar entusiasmado con los logros de Carta Abierta como equipo de pensamiento comprometido, “porque es un espacio que sostiene a la palabra que no se resigna ni se decepciona”.
El responsable de tomar la posta fue Guillermo Wierzba. “Estamos frente a una trampa –acusó– porque nos muestran la crisis como una fuerza externa, ajena al sistema, y no es así.” El catedrático opinó que aunque el liberalismo aparenta ceder terreno en lo que se refiere al papel activo que deben tener los Estados al regular los desequilibrios, “lo que tiende a hacerse es intentar que esa regulación se use garantizando la libre movilidad del capital. O sea que las intervenciones que se están haciendo en Estados Unidos y Europa no están dirigidas en absoluto al cambio de paradigma”. Dado que este proceso se da de forma paralela con un reforzamiento de entidades como el Fondo Monetario Internacional, la decisión que adopten los países periféricos a la hora de enfrentar los sacudones condicionará sus posibilidades a futuro. “Eso significa que lo que estará en discusión en las próximas elecciones es si se adhiere o no a las políticas del FMI, con la Coalición Cívica y el PRO defendiendo claramente esas políticas recesivas, que tarde o temprano terminan en ajuste”, resumió.
Otro de los ejes fue la necesidad de no negar la conflictividad como componente constitutivo de una democracia verdadera. “Sin conflictividad no se pueden resolver las cosas. Necesitamos un sujeto capaz de sostener y desarrollar esas tensiones”, insistió Wierzba. En idéntica dirección fue Enrique Arceo, para quien “en países como el nuestro, donde no existe una burguesía más o menos distanciada de las multinacionales, la responsabilidad de encarnar y mantener esos cambios corresponderá a los sectores populares”. Arceo brindó, además, una clara explicación sobre la naturaleza de la recesión estadounidense, enumerando las características del modelo que se está terminando. Para el doctor en Economía, se habría agotado el equilibrio entre un elevado consumo del norte acompañado por burbujas financieras y complementado por una periferia sin barreras aduaneras. “De aquí en adelante, es clave meter en la agenda las barreras arancelarias, las herramientas de financiación propias –como el Banco del Sur–, el control de los movimientos especulativos de dinero, la autonomía de los bancos centrales y la presencia de los Estados. Yo diría que en ello nos va la supervivencia”, enfatizó.
El tramo de Ernesto Laclau no tuvo desperdicio. Largó sentenciando que “hay que hacer con el populismo lo mismo que hicieron los cristianos con la cruz, es decir transformar lo que otros asociaban a la ignominia en un signo de unión y cambio”. ¿Y cómo se hace para que cuaje esa identificación popular? A casi una década de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, la pregunta flota con sabor a tarea pendiente. Sobre todo cuando se comprueba que la fenomenal expansión de la protesta social que hubo entonces no terminó de estabilizarse en una dinámica de politización activa. En ese sentido, la respuesta de Laclau es práctica. Su anhelo es que se asocien diferentes reivindicaciones en lo que él llama una “cadena equivalencial”, mediante la cual pujas de diferentes sectores de la sociedad coincidan en una dimensión de resistencia compartida. “La lucha estudiantil y la obrera, por ejemplo, pueden hacer contacto en su oposición a las grandes desigualdades, y a partir de ahí empezar a elaborar una identidad colectiva que exceda lo circunstancial.”
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