EL PAíS › OPINION

¿Le harían esto a Felicitas?

 Por Carla Carrizo *

El trato de los medios con la diputada Ramona Pucheta (Frente por la Inclusión Social) sugiere tres cosas: su elevado conservadurismo, la naturalización de la violencia de género y la ignorancia sobre cómo funcionan los Congresos.

Los hechos. Un periodista entrevistó a la diputada sobre su apoyo al Código Civil. Al consultarle si sabía que se iba a implementar en 2016 y verificar que ella desconocía ese dato se produjo la adrenalina típica entre quien descubre que encontró el talón de Aquiles de su presa, y quien sabe que debe llegar a la orilla. El periodista insistía a sabien-das de que ella no lo sabía, porque así construía la primicia: probar su ignorancia. Con la noticia en la cinta, el caso se difundió en los medios y concluyó su periplo en una nota que llamaba a la diputada “Chirolita”.

¿Le harían esto a Felicitas? Tal vez, lo que se denunció como “ignorancia agravada por el cargo” hubiese generado indulgencia. Lo cierto es que Ramona no es un nombre común en la clase media o alta de ninguna provincia argentina. Tampoco un nombre común en la lista de alumnos de las universidades argentinas, públicas o privadas. No lo recuerdo en 20 años de profesión. Ramona es un nombre que debería ser común en los anales del Congreso. Sería un modo de poner a prueba la teoría, según la cual, en Argentina no hay partidos conservadores, porque todos se autodefinen como progresistas. Lo que pasa con los partidos, ¿pasa con los periodistas? Intuyo que las Ramonas deben haber aumentado en ciclos democráticos, pero el cupo es reciente, y 21 años para escrutar, en términos históricos, es nada. Si el conservadurismo es ejercer las diferencias –fuerte sobre débil– queda la sospecha de que en este caso la asimetría fue perversa. Ella es un monobloque. No definió una votación. ¿Cuánto puede incidir en los avatares del país? Su mérito es haber llegado al Congreso. Su nombre nombra una osadía. Esa es la noticia. Caso contrario, falta información o sobra manipulación.

Lo privado es público. La lucha contra la violencia de género es la de poner en evidencia que es invisible, porque la tapa el barniz de la socialización, en el mejor de los casos, o el disimulo en el peor de ellos. Nos coloca así en situaciones paradójicas: quienes la denuncian pueden ser también victimarios. No hace falta pegar. Basta con hablar o escribir. La “indescriptible diputada piquetera”; la ex “ladera” de Castells, por mencionar algunos adjetivos y sustantivos que se usaron en la saga de cuatro días. Lo que leí de ella es que se reveló a ser Chirolita, y eligió ser alguien que podía liderar y no sólo obedecer. Eligió confiar en su voz y se animó a hablar. Ningún adjetivo debería tener ahora el poder de volverla a callar.

Se dice que los diputados deben saber qué votan. No encontrarán aseveración similar en un manual inicial de ciencia política. En ningún Congreso –que funcione bien– los diputados estudian todo lo que deben votar. Se especializan en sus temas y consultan con sus pares del partido, bloque o interbloque los temas que no conocen para orientar su voto. No sólo porque la política es un actividad colectiva –defender una idea o proyecto general–, sino porque la representación y la formación de la dirigencia es especialización y no generalidad. Saber de todo era una destreza útil en la Edad Media. Saber mucho de algo es una destreza que representa, y bien, en las democracias modernas. Ramona sabe lo que tiene que saber: qué es bueno, a su entender, para las personas que representa. Eso exige la Constitución para ser diputado de la Nación: idoneidad, no formación académica. ¿Por qué tendrían que exigirle los periodistas que sepa más? Ellos no conocen el electorado que ella representa, ¿o sí? Suave, cordial, sagaz. Dice la etimología de tu nombre. No te silencies, Ramona.

* Diputada nacional. Suma+ Unen, Capital Federal.

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