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El FMI y los piqueteros desde las ventanas de la Rosada

Conformidad oficial por la jornada de ayer. Los chistes y no tanto con Rato. Satisfacción por la respuesta ante los piqueteros. Las diferencias con la Legislatura.

 Por Diego Schurman

–Hay un problema en el Fondo que se llama Argentina –congeló el clima Rodrigo Rato.
–Y yo cargo con un problema que se llama 15 millones de pobres –le retrucó Néstor Kirchner.
La tensión que alcanzó el diálogo entre el titular del FMI y el Presidente fue acaso igual o mayor que el de la mediática protesta piquetera de Plaza de Mayo. Pero rápidamente en la Casa Rosada encontraron la manera de reunir en una frase la respuesta para ambos episodios: “El Gobierno actuó correctamente, defendiendo los intereses de todos tanto ante los representantes del Fondo Monetario como frente a la provocación de los piqueteros”, señaló a Página/12 el jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
Kirchner debió jugar simultáneas a lo largo de la jornada. Mientras se desarrollaban los incidentes en la Plaza de Mayo estaba reunido con la cúpula del Episcopado. Aníbal Fernández lo iba alertando con partes periódicos sobre lo que ocurría puertas afuera.
El ministro del Interior, quien estaba “on-line” con el jefe de la Policía, Néstor Valleca, debutó así como cabeza del área de seguridad. Y se mostró como un alumno aplicado, incluso por la noche, cuando haciendo honor a un pedido del Presidente visitó en el Hospital Churruca a los 8 oficiales heridos.
A los ojos del Gobierno, el nuevo esquema de seguridad rindió “exitosamente” su examen, sobre todo porque marcó un contraste respecto a lo ocurrido frente a la Legislatura. “Acá quedó en claro que no toleramos actos vandálicos, que la ley es el límite y ésta no permite la toma de edificios públicos”, consideró Alberto Fernández.
El jefe de Gabinete no se perdió en la diferenciación entre las distintas organizaciones que se movilizaron hacia la Casa Rosada. Al contrario, las unificó, considerándolas a todas igualmente funcionales a los efectos de producir disturbios. “Los piqueteros de Castells montaron el escenario ideal que le permitió a otros sectores agredir contra la Casa de Gobierno y el Ministerio de Economía. Se ayudaron mutuamente”, señaló con clara vocación de no apiadarse del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados.
Amén de las palabras, cerca de Kirchner recordaron que igualmente hubo sobradas muestras de buena voluntad. Por ejemplo, señalaron que el ministro Aníbal Fernández abrió las puertas de su despacho para que la mujer de Castells, Nina Peloso, y otros dos dirigentes le acercaran el petitorio con sus demandas, pero que el encuentro se frustró porque las organizaciones no aceptaron ser representadas por una comitiva tan exigua. Hubo hasta lugar para las chicanas. Cuando los noticieros informaron sobre la detención de 102 manifestantes, algunos funcionarios repitieron al unísono: “Quedaron presos todos”. En rigor, no hacían más que ratificar la línea discursiva que primó en todos los niveles oficiales: que la marcha fue “pobre”, en cantidad y calidad, que fue “deliberadamente violenta” –por la ruptura de los vallados, los palos, las piedras y la quema de neumáticos con bombas molotov– y que la televisión, a diferencia de los episodios de la Legislatura, habló de un “Estado presente”.
Durante los incidentes, el director del FMI compartió un encuentro con el ministro de Economía, Roberto Lavagna, y luego un almuerzo con el titular del Banco Central, Alfonso Prat Gay. Pero la indigestión la sufrió algunas horas después. Y no por culpa de los piqueteros, sino por la del propio Kirchner, quien además de recordarle los niveles de pobreza le cargó al Fondo el título de responsable. “Lavagna siempre me habla muy bien de usted....pero yo no le creí”, atinó a responder un gracioso Rato para sortear el mal rato.

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A los ojos del Gobierno, el nuevo esquema de seguridad rindió “exitosamente” su examen.
 
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