EL PAíS › OPINION

¿Somos escandinavos?

Por Atilio A. Boron *

¿Qué ocurrió? Habrá sido que de la noche a la mañana, la Argentina se convirtió en una bucólica sociedad escandinava y la inseguridad dejó de ser una pesadilla cotidiana. Porque, si no, ¿cómo entender el fiasco de la cuarta marcha convocada por el Sr. Juan Carlos Blumberg, precisamente para luchar en contra de la inseguridad? Es cierto que la disminución de su capacidad de convocatoria ya era perceptible desde hacía tiempo. Pero lo del jueves pasado fue una caída demasiado pronunciada.
Desde el punto de vista objetivo, la inseguridad ha seguido su curso y, en algunas áreas de la ciudad de Buenos Aires y, sobre todo, del Gran Buenos Aires, lejos de atenuarse se ha agravado. No estamos aquí necesariamente hablando de estadísticas de lo que normalmente se entiende por “criminalidad” (que, por ejemplo, no considera delito arruinar a un país y estafar a miles de personas a través del sistema bancario, y sí el robo de un par de zapatillas), sino de la generalización de una situación de inseguridad, que va mucho más allá de los robos y los secuestros extorsivos y que se manifiesta, entre otras cosas, en catástrofes como la de Cromañón, en derrumbes de fábricas abandonadas, en enormes pozos que de súbito se abren en calles y avenidas sumamente transitadas, en escuelas y hospitales que se vienen abajo y ponen en peligro la vida de sus ocasionales ocupantes. Inseguridad económica también generalizada, cuando un país con un enorme superávit fiscal como el nuestro demora una eternidad en conceder modestísimos, casi humillantes, aumentos en el salario mínimo y en los haberes jubilatorios, sin un plan para encarar con realismo el flagelo de la pobreza, la exclusión social y el desempleo. En consecuencia, y para no alargar demasiado este razonamiento: los indicadores objetivos de la inseguridad siguen conservando una preocupante vitalidad.
Lo que ha variado, en cambio, es la “sensación térmica” de la inseguridad y ésta, lamentablemente, es una creación de los medios de comunicación. Pese a que estamos más inseguros que antes la “sensación térmica” nos quiere hacer creer lo contrario. Claro: hace algo más de un año todavía había una serie de cuestiones en disputa que alarmaban a la derecha, cuya gravitación en los medios es de sobras conocida. Se estaba en plena pelea con el FMI, se hablaba de una inminente y devastadora crisis energética, se discutía lo del predio de la ESMA, se renovaba la Corte Suprema y, por añadidura, la rebeldía gestual y oral del Presidente suscitaban mucha intranquilidad en el mundo de los negocios. Por eso los medios de la derecha, que en la Argentina es casi siempre fascista o por lo menos fascistizante, encontraron en la tragedia de la familia Blumberg –cuyo dolor nada les importaba– un eficaz instrumento para presionar al Gobierno, chantajeándolo con una inmensa movilización popular que el oficialismo sabía que no podía contrarrestar con los decrépitos y corruptos aparatos del PJ con que contaba. Ahora, transcurrido un año y garantizada la continuidad fundamental de la política económica de los años ’90 y desterrada, con la fría contundencia de los hechos, cualquier ilusión de “populismo setentista”, esos mismos medios que martillaron a la opinión pública hace un año para acudir a la cita del ingeniero y enviar un amenazante mensaje al Gobierno, prefirieron tomar distancia y mirar para otro lado. Sus negocios ya no corren peligro alguno y lo dejaron solo. La inseguridad dejó de ser un problema y no había razón alguna para gastar tiempo, dinero y energía en una campaña mediática como la del año pasado.
* Secretario ejecutivo, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. (Clacso).

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