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“Este sistema seguramente es perfectible, aunque marca un camino a seguir y yo no puedo darme el lujo de no creer porque esto es nuestro, de los vecinos”, reflexiona Rubén Bassignana. No se trata del único que piensa de ese modo, pero tampoco es el único que logró vencer su propia desconfianza y sus dudas acerca del Plan de Presupuesto Participativo puesto en marcha por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: casi cuatro mil porteños participaron durante la última semana de los foros barriales en los que se empezó a discutir el modo en que el año que viene se asignarán las partidas presupuestarias de la comuna. “A pesar de que no confían en los políticos ni en la propia convocatoria, hay una valoración del instrumento por parte de los vecinos”, señaló a Página/12 el secretario de Descentralización porteña, Ariel Schifrin, a modo de balance de la primera etapa del proceso de discusión.
El Plan de Presupuesto Participativo –cuya implementación estaba aún pendiente a pesar de haber sido consagrado en 1996 en la misma Constitución porteña– arrancó el viernes de la semana pasada en la escuela “Mateo Bas” del Abasto. Allí, sentados en círculo en el patio del establecimiento, unos doscientos vecinos escucharon a los funcionarios porteños explicar en qué consiste y cómo funcionará el mecanismo, plantearon sus dudas y se organizaron en comisiones temáticas en las cuales definirán una nómina de prioridades presupuestarias para cada área.
Con el correr de los días la escena fue repitiéndose en distintos barrios de la ciudad y nuevos vecinos se sumaron al debate. “Me acerqué porque toda propuesta de participación la aceptamos como válida”, cuenta Federico Sironi, quien acudió a la reunión de su zona en su doble condición de vecino y presidente de la Asociación de Libreros de Parque Rivadavia y se anotó en las comisión de Desarrollo Económico. “Me interesa promover las formas de autoempleo”, explica sobre su elección.
Aunque evalúa como “positiva la reunión inicial porque hubo mucha gente con ganas de hacer cosas”, Sironi tiene las mismas dudas que Bassignana y el resto de los vecinos en cuanto al Plan de Presupuesto Participativo y su futuro. “Está en los dirigentes que esto llegue a buen puerto o que termine bastardeándose el mecanismo”, dice y agrega que “si cualquiera de los referentes sociales medianamente legitimados tratan de poner un dique a la discusión terminarán matando la herramienta”.
Bassignana, vecino del Abasto, coincide con ese análisis y también en que “en la medida que los vecinos se apropien de este mecanismo, a las autoridades les resultará muy difícil oponerse a lo que decidan. Por eso es fundamental que se acerquen a participar: porque cuantos más seamos, más peso van a tener nuestras decisiones”. Bassignana viene impulsando la modalidad del trueque en la zona de Once desde hace cinco años y considera que el foro de su barrio puede ser una buena plataforma para impulsar microemprendimientos y cooperativas entre los desocupados del barrio. De ahí su incorporación a las comisiones de Trabajo y Desarrollo Económico.
“Puede ser que alguien intente alguna piolada o que haya algún vivo porque esto es Argentina, pero la seriedad de la propuesta va a depender de la propia gente. Lo fundamental para que esto no termine siendo una clásica zanahoria es que los vecinos participen, exijan y convoquen a los funcionarios a todas y cada una de las explicaciones que sean necesarias”, opina también Rubén Cavanagh, vecino de Primera Junta.
Las autoridades porteñas apuestan al tiempo para que la participación vaya ganándole terreno a la desconfianza y están satisfechas con el modo en que se dio el primer paso: “Sólo uno de los foros –destacó Schifrin– pasó a cuarto intermedio sin llegar a formar las comisiones.”