Domingo, 6 de agosto de 2006 | Hoy
Un emotivo homenaje a la madre del dirigente Juan Carlos Dante Gullo, a treinta años de su desaparición, con presencia de medio gabinete nacional y del gobernador Solá.
Por Martín Piqué
Casas bajas, empedrado, paredes sin revocar y árboles desnudos por el invierno. La calle Cachimayo del barrio de Flores parece detenida en el tiempo. El paisaje no cambió mucho desde agosto de 1976, cuando la madre de Juan Carlos Dante Gullo fue secuestrada en su casa de Cachimayo 1940. La vivienda sigue igual. Dos plantas, ventanas con postigones de chapa, un balcón y el frente gastado por los años. Al lado de la puerta de entrada, dos plaquetas. “Casa de la familia Gullo. En este lugar fue secuestrada el 6-8-1976 Angela María Aieta de Gullo”, dice una. Al lado hay un ramo de rosas rojas. La cuadra se ve muy distinta a lo habitual. Está ocupada por vecinos y manifestantes que participan del homenaje a la inmigrante italiana y madre de cuatro hijos, entre ellos el ex jefe de la JP. “El tema era conmigo pero secuestraron a mi vieja”, recuerda Gullo.
En el escenario se ven cuatro afiches con una foto de Angela Aieta con su marido. Se la ve joven, sonriente. Delante de esos carteles se acomodan en silencio cinco mujeres y un niño. Son la familia de Angela, sus descendientes. Una multitud los observa en silencio, los primeros sentados sobre asientos, el resto parados y con banderas. El cura Luis Farinello acaba de hacer una oración por Angela y todos los mártires, para lo cual pidió que la gente levantara las manos. Una mujer está cantando “No llores por mí Argentina”, la canción de la ópera Evita.
Cuando termina de cantar, las mujeres de la familia Gullo arrojan rosas rojas sobre la gente. Algunos reaccionan con otra canción: “Somos los descamisados/ somos de Perón y Evita/ y los desaparecidos, compañeros peronistas”. En las primeras filas hay figuras conocidas. Están el canciller Jorge Taiana; el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli; los ministros Daniel Filmus y Carlos Tomada; el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde; el titular de la SIDE, Héctor Icazuriaga; los diputados Miguel Bonasso y Julio Piumato; el secretario general de la CGT, Hugo Moyano. Más tarde llega el gobernador Felipe Solá. Dante Gullo le había encargado que cerrara el acto.
Uno de los locutores lee la lista de los desaparecidos de Parque Chacabuco y Bajo Flores. Suman 34. Entre ellos hay compañeros de Dante Gullo, como Emilio Lorenzo y Carlos Villar. Carlos, uno de los nietos de Angela, los recuerda desde el micrófono. “Desde chico siempre quise vivir como ellos, sentir como ellos y continuar su tarea inconclusa”, confiesa. Lo aplauden. Cerca del escenario se ven canas. La convocatoria tiene cierto predominio de la generación de los ’70. Luego habla Parrilli y llega el turno de Solá. “Este micrófono debería ser ocupado por aquellos que sufrieron cárcel y perdieron compañeros”, dice. Debajo del escenario lo escuchan varios ex presos políticos de la dictadura. Cuando termina el discurso, algunos invitados ingresan a la casa. Recuerdan a Angela con un brindis. Treinta años atrás, una patota de la ESMA entraba a ese lugar por la puerta, los techos y el fondo.
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