Domingo, 21 de octubre de 2007 | Hoy
El velatorio y el entierro de los policías mostraron escenas de dolor y duros diálogos con el gobernador Felipe Solá.
“Son parientes de policías que están muy doloridos, con toda razón, sorprendidos por tanto dolor.” Con esas palabras, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, justificó los reclamos de justicia –de viva voz– que recibió ayer por la mañana cuando asistió al velatorio de los policías bonaerenses asesinados el viernes. “Este es un duro golpe a la institucionalidad y contiene un mensaje mafioso, pero ahora hay que esperar que actúe la Justicia”, dijo Solá a los periodistas cuando se retiraba de la sala donde fueron velados los cuerpos de los oficiales Alejandro Rubén Vatalaro, de 27 años, y Ricardo Torres Barbosa, de 26, en calle 53, entre 18 y 19. El velatorio del sargento Pedro Díaz, de 45, se hizo en la Catedral de La Plata, que había sido ofrecida por el gobierno provincial a las tres familias. Solo una aceptó la invitación. Solá estuvo reunido dos horas con los familiares de Vatalaro y Torres Barbosa. Cuando salía, uno de los familiares se le acercó para preguntarle: “¿Dónde empiezan nuestros derechos?”. Cuando el gobernador prometió encontrar a los culpables, el hombre le respondió: “Hágamelo revivir (al familiar asesinado) y yo le voy a creer cualquier cosa”.
Los restos de Vatalaro fueron sepultados en el cementerio de La Plata y los de Díaz en el de Berisso, mientras que la familia de Torres Barbosa hizo incinerar el cuerpo. En la reunión con los familiares, Solá dijo que había dado instrucciones al ministro de Seguridad, León Arslanian, para que pusiera “todos los recursos de que dispone con el fin de encontrar a los responsables de los crímenes”. Luego el gobernador asistió al velatorio, que se hizo en la casa Galliano e Hijos, en el centro de La Plata. Antes había concurrido a la sala el ministro Arslanian. Solá llegó a las 7.30.
El gobernador dialogó con la prensa cuando se retiraba y fue entonces que el tío de uno de los policías se le acercó, llorando, para pedirle el esclarecimiento del hecho. “Le prometo que los vamos a encontrar y los vamos a encarcelar”, aseguró el mandatario. “Basta de echarle la culpa a la policía. Los presos están mejor que nosotros, que estamos enterrando a nuestros hijos”, fue la respuesta del hombre. Solá escuchó el reclamo mientras tomaba las manos de la persona que se le había acercado.
Mientras las banderas permanecían a media asta, en toda la ciudad, los restos de Vatalaro y Torres Barbosa fueron trasladados al cementerio de La Plata, donde el cortejo llegó a las 10.40. Sólo el féretro del primero de ellos fue depositado en el panteón policial. Los familiares de Torres Barbosa se quedaron un largo rato esperando la autorización judicial para cremar el cuerpo.
“El era un policía más, como tantos otros que cada día entregaba lo mejor de sí siguiendo su vocación y respetando los sagrados postulados de la labor policial”, dijo un compañero de Vatalaro, al pronunciar palabras de despedida en el acto de inhumación. Agregó que el joven era “un hombre ejemplar, una gran persona” que “ha ofrendado el bien más preciado, la propia vida, como un ejemplo para todos los que quedamos dentro de la policía”. El féretro de Vatalaro estaba cubierto con una bandera argentina. Una ceremonia similar se realizó en el cementerio Parque Municipal de Berisso, donde fue enterrado el sargento Díaz, en medio de aplausos de sus familiares y compañeros.
Dada la gravedad institucional que se le asigna al triple crimen, el gobierno bonaerense había ofrecido a las familias de los tres policías la realización de una sola ceremonia, en la Catedral de La Plata. El ofrecimiento sólo fue aceptado por la familia de Díaz.
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