Domingo, 9 de noviembre de 2008 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
Desde su defección en julio en favor de las cámaras patronales agropecuarias el diputado Felipe Solá busca su lugar en el mundo político. Su acuerdo con el radical Julio Cobos se mantiene desde entonces. Pero ambos aspiran a la candidatura presidencial en 2011. Solá es la carta con que cuenta para consumar su venganza el ex senador Eduardo Duhalde, pero tampoco descarta profundizar la entente tácita que mantiene desde hace cinco años con el jefe de gobierno porteño, Maurizio Macri. El proyecto oficial de recuperación del sistema previsional le ha dado una nueva oportunidad de diferenciarse. Para fundamentar su voto en contra sostuvo que se avasallaba la decisión de los afiliados a las AFJP sin escuchar su opinión. Como nacido ayer y reacio a asumir responsabilidad por ninguna de sus decisiones pasadas, Solá olvida que como gobernador de Buenos Aires aceptó que el Banco de la Provincia que presidía Martín Lousteau vendiera a bancos extranjeros la AFJP Orígenes, sin la menor consulta a sus afiliados, que la habían elegido por el respaldo que suponía el BAPRO. La esperanza de Solá era que ante la nueva provocación el gobierno lo expulsara del bloque, con lo cual hubiera profundizado el rol de víctima quejosa que comparte con Cobos, en las huellas del inolvidable Fernando De la Rúa. La respuesta fue de una meditada indiferencia. El diputado Carlos Kunkel preguntó qué hecho de trascendencia había producido Solá para ser sancionado. En la intimidad del gobierno sólo encuentran un cargo para formularle: la perra boxer Katalina, que Solá le regaló al matrimonio presidencial ha hecho estragos en la población de flamencos de la residencia de Olivos. Pero ni aun así lo ayudarán a ocupar el cetro vacante del payador perseguido de la política argentina.
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