Domingo, 1 de marzo de 2009 | Hoy
Por Mario Wainfeld
Vaya si es noticia. El director de la CIA llamó al embajador argentino en Estados Unidos, Héctor Timerman, para pedirle disculpas por declaraciones imprudentes que había emitido, tal como informó ayer, en exclusiva, este diario. El flamante titular de la tristemente célebre agencia, León Panetta, había manifestado que la estabilidad de Argentina (como la de Ecuador o Venezuela) estaba en riesgo por problemas económicos.
Panetta se fue de boca durante una conferencia de prensa, no en su speech inicial sino al responder preguntas. La Cancillería argentina, por orden presidencial, citó al embajador Earl Anthony Wayne, quien se reunió con Jorge Taiana el viernes. Casi en paralelo, Panetta telefoneó a Timerman. El mensaje, en Washington y por acá, fue coincidente: la frase no refleja la posición del gobierno de Barack Obama. Panetta agregó que tampoco expresa la suya propia y que incurrió en un error.
Para el Gobierno, la anécdota revela que hay un cambio importante en las relaciones entre los países. En diálogo informal con este diario, voceros de la embajada norteamericana en Buenos Aires confirmaron la idea: “Esa actitud de la administración del presidente Barack Obama prueba que hay un mayor interés en las buenas relaciones con Argentina”.
Un importante integrante de la Cancillería, conocedor del paño, interpreta que Panetta nomás metió la pata involuntariamente. El jefe de la CIA es un político de carrera, parlamentario durante muchos años, un cuadro bien afín al nuevo presidente. “Es un progresista del Partido Demócrata, es decir. más progre que los progres del peronismo”, chancea nuestro confidente, peronista y progresista él. Según él, Panetta se dejó llevar por un background que le acercaron subordinados de la CIA, bullshit puro. Ocurre que el perfil de Panetta, leen desde acá, es muy contradictorio con el dominante en “la línea” de la Agencia en la que aún no han metido mano: no podrá confiar en ellos. Máxime si, como se viene anunciando, hay disposición para investigar las tropelías de la CIA durante la gestión Bush. Si lo hacen en serio, tendrán material (y resistencias) de sobra.
En Cancillería concluyen que con Obama no hay apenas un cambio de gobierno sino uno de régimen. Y que el afán de tramar una buena relación con la Argentina no obedece a arrebatos emocionales o ideológicos sino a un cuadro de situación sobre la región. “Hay países que siempre estarán en contra de Estados Unidos, como Venezuela. Otros, como Colombia, siempre jugarán a favor. En América Central priman naciones satélite. Brasil coopera a veces pero con un pie más. México es un aliado permanente pero muy preocupante. Países como Argentina, no alineados estáticamente, pueden ser un factor de equilibrio en la región y la gente de Obama lo sabe.” No nos uniría el amor, sino la racionalidad instrumental.
Los reflejos de Cancillería fueron certeros sin estridencia, como sucedió cuando Silvio Berlusconi abusó del humor macabro tomando en solfa a los desaparecidos.
El episodio transparenta cuán banales son ciertos lugares comunes de un sector del periodismo argentino. Días atrás, en un reportaje publicado en este medio, el embajador Rafael Estrella describió el alto nivel de las relaciones entre Argentina y España, saliendo al cruce de tantas crónicas nativas proclives a encontrar fracasos por doquier. Estrella, incluso, desmintió la presunta impuntualidad de la presidenta Cristina Kirchner en una reunión con los Reyes, un tópico de las crónicas autóctonas.
Suele decirse de algunos cronistas políticos que son voceros de ciertas embajadas. Los hechos que venimos de relatar sugieren que no es así: son predicadores de la derecha autóctona que invocan realidades foráneas que no siempre conocen, tratando de llevar agua para su molino.
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