Jueves, 11 de marzo de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
“Ríndete, tendrás un juicio injusto.” Un simulacro, un ersatz, una farsa, cualquiera de las expresiones es válida. La Comisión de Acuerdos del Senado, tras hacer tabla rasa con el reglamento y con los plazos legales, recibió a Mercedes Marcó del Pont con la confesa intención de no escucharla. Se le “permitió”, en un marco que rezumaba descortesía y desdén, hacer uso de la palabra. Los senadores del arco opositor no dieron debate ni formularon pregunta alguna. Tras meses o años de clamar por tratamiento sereno y controversias prolongadas, aceleraron al mango el trámite, cumplieron malamente el rito. La mayoría ajustada, por lo visto, cambia las convicciones y relega al archivo a las reglas de buen trato.
Gerardo Morales redondeó una semana significativa: violó un pacto con sus adversarios en apenas veinticuatro horas y (tras ser el apóstol del dictamen consumado inaudita parte) discurrió que la presidenta del Banco Central “no lo había convencido”.
Eduardo Macaluse es un diputado del centroizquierda opositor, de convicciones firmes, buena leche inusual y pensamiento propio. Ayer fue preciso, sin declinar sus posturas: “El Senado ha sido injusto con Marcó del Pont, a la que hasta hace diez días todos le reconocían méritos. Aun cuando haya tomado una decisión discutible, los senadores tuvieron con ella menos paciencia que con Pedro Pou y Redrado”. Así fue.
La voluntad opositora es rechazar hoy en el recinto el acuerdo y aprobar el proyecto de reforma de la coparticipación del impuesto al cheque. Para lograrlo deberá tener asistencia perfecta, pues el oficialismo no cooperará para dar quórum. Una sola ausencia dejaría en latencia la medida, un solo voto que se moviera podría cambiar la suerte de Marcó del Pont. En la oposición confían en su disciplina cuando de confrontar con el oficialismo se trata. Ese es su principal factor de unidad, acaso el único. Elisa Carrió es la más sincera en ese aspecto: ayer volvió a lapidar a sus compañeros de ruta por elegir una táctica diferente a la suya.
Si fructifica la intentona del Frente del Rechazo en la Cámara alta, se consolidará una peculiar variedad del consenso: aquel que se construye sin (contra) quien tiene la primera minoría en ambas cámaras y ejerce el Poder Ejecutivo. Un experimento argentino, de muy dudosa viabilidad democrática, un desafío a la gobernabilidad, exótico a la fascinación por las “políticas de Estado”.
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La ley espejo. El zamarreado Fondo de De-sendeudamiento cambió de pantalla. El proyecto de ley del senador pampeano Carlos Verna, un espejo del decreto de necesidad y urgencia anunciado por la Presidenta el 1º de marzo, será acompañado por el oficialismo. El store de 35 a 37 vira de sentido, probando que no es inmutable.
El Frente para la Victoria cuenta (nuevamente, si hay presentismo y disciplina perfectos) con los votos necesarios para que el proyecto sea aprobado por el Senado. Antes, deberá pasar por las comisiones y conseguir dictámenes. Si hubiera eficiencia y celeridad, podría tratarse en el recinto poco antes de fin de marzo. Los operadores parlamentarios del Frente para la Victoria (FpV) aseguran estar interesados en no remolonear: la sustanciación del proyecto abre un escenario novedoso, que no se debe desperdiciar.
Ganar tiempo es un objetivo paralelo, más vale, pero debe compatibilizarse con el avance de la norma, que es prenda de acuerdo con Verna. A cambio, los dos legisladores pampeanos rehusarían dar quórum para rechazar el DNU, que seguiría en vigencia.
El oficialismo celebra haber recuperado la interlocución con Verna y haber comprobado la fragilidad de la entente opositora. Sin decirlo, ha consentido críticas mejorando el encuadre legal. Dejado de lado el principal prurito de la oposición (el Fondo no podía implantarse salteando al Congreso) alguna espada oficialista confía en que habrá adversarios que se avendrán a convalidarlo. El radicalismo se apuró a consignar que votará negativo, como es costumbre. Con la foto de hoy, al oficialismo debería cambiar la opinión de una docena de diputados, mínimo. No luce sencillo, aunque se confía en generar un entorno diferente. Y seguramente, a complejizar la discusión haciendo un paquete con otras leyes.
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El mercado de las bisagras. Las peripecias senatoriales recientes demuestran cuánto cotizan los votos móviles, en un esquema de paridad y falta de negociaciones estables. Carlos Menem, senador riojano por minoría sin aliados propios, se rebeló por un ratito. Le garparon con presencia en numerosas comisiones, como si representara a un partido con millones de votantes. Luis Juez se embroncó porque perdía espacio si Morales y Miguel Pichetto discutían una organización menos discriminatoria de las comisiones. Puso el grito en el cielo, amenazó con represalias. Sus aliados dejaron de lado la palabra empeñada por temor a la diáspora de ese cordobés díscolo. Los radicales sonríen por lo bajo, están convencidos de que lo derrotarán por goleada cuando se dispute la gobernación.
De cualquier modo, Verna viene siendo quien más jugo le sacó a la condición de bisagra. Construyó, de arrebato, un minibloque de seis, sin programa ni historia ni pertenencia común. El factor de comunión es ser la bisagra mayor de una Cámara. Verna remacha que no es oficialista ni opositor, por lo que su apoyo deberá gestionarse caso por caso pues será crucial para llegar a 37.
El oficialismo perdió contacto con él cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sorprendió a la Asamblea Legislativa con el DNU. Y puede pagarlo caro, en el acuerdo de Marcó del Pont. Pero el proyecto de ley le tendió un puente y propició una vía de salida sistémica que el archipiélago opositor, presumiblemente, tratará de obturar.
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La hora del comunicado. Melifluos, melosos, untuosos fueron los comunicados emitidos por la Corte Suprema y la Comisión Permanente del Episcopado, con intervalo de horas. Los purpurados son duchos en ese tono, que trasunta su condición de poder extrademocrático que en la Argentina fue asiduamente antidemocrático.
La Corte se internó en ese terreno, cosechando fervorosas adhesiones de la cadena privada de medios.
Los dos comunicados rezuman elipsis, suprimen nombres propios, incluyen líneas de deliberada polisemia. El follaje distrae, no engaña. Se proclaman por encima de la revuelta, pero confluyen con un sector. Objetivamente (acaso más allá de su estricta voluntad) el máximo Tribunal, subjetivamente la cúpula de la Iglesia.
La Corte, de consistentes credenciales democráticas, tiene alicientes para rezongar. Le cabe una suerte de representación gremial de los jueces, que están malquistados por profusas declaraciones del oficialismo. Muchas de ellas pecan de abuso de la generalización, de personalizaciones indebidas, de denuncias no probadas ni individualizadas. La presión de “las bases” habrá incidido en el mensaje de los Supremos, que no logró unanimidad interna. Su exigencia de “mesura” y “equilibrio” tiene una justificación emocional o corporativa y sería constructiva, en otro contexto. En el actual, patea para un arco: en política cada cual es responsable de todas las consecuencias de sus actos, no sólo de las expresamente invocadas. Ni sólo de las deseadas. Por añadidura, las conferencias de prensa de parado de Carlos Fayt no predican con el ejemplo: minga de “mesura” y “equilibrio” en la atribución de “tonterías” a la Presidenta.
La AEA difundió un comunicado breve, menos de 25 líneas escritas sin ingenio ni buena prosa. Pero sí certeras en su mensaje político: la corporación empresaria más poderosa exige institucionalidad, previsibilidad, exalta a poderes del Estado. El punto es que AEA elogia (menciona) sólo a dos poderes, el Legislativo y el Judicial, convirtiendo al trípode que sistematizó Montesquieu en una dupla. De “eso”, del Ejecutivo, no se habla. Ese esquema es el sueño de la derecha argentina, que husmea una oportunidad en el aire: un gobierno sin el Ejecutivo elegido por el voto popular.
Los obispos piensan pedirle una reunión a la Corte. La AEA la pone en su Parnaso. El contacto con el poder puede halagar o hasta embriagar. Los cortesanos deberán estar alertas respecto de esos compañeros de ruta que coquetean con una “salida hondureña” como ya sinceran, también melifluos, editoriales y columnistas del diario La Nación.
La derecha doméstica tendrá hoy motivos para festejar y fantasear: Sebastián Piñera asume en Chile y redibuja el mapa estimulante de una América del Sur crítica del neoconservadurismo. Cristina Fernández viajó para la ceremonia, así que Julio Cobos ejercerá la presidencia. Por un día, se entiende.
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