EL PAíS
El argumento parlamentarista
Zaffaroni piensa que es necesario un cambio de la forma de gobierno urgente en la ciudad, a mediano plazo en la Nación.
Por C. A.
En el hipotético caso de que la Argentina se convierta en una república parlamentaria, tal como propone el primero de los nuevos ministros de la Corte Suprema propuesto por el presidente Néstor Kirchner, la ministra de Economía Felisa Miceli, por ejemplo, hubiera sido nombrada por el Parlamento. Ese es el punto que Raúl Zaffaroni reivindica al exponer su idea. “No son acuerdos espurios, no se hacen debajo de la mesa. No se puede decir ‘mirá, voy a nombrar a tu cuñado’ o ‘te regalo una embajada’”, lanza el penalista, a modo de ejemplo.
–¿Cómo es el lugar de ese presidente parlamentario?
–Puede gobernar por un período más largo, de hasta ocho años. Pero automáticamente al ser presidente renuncia a su fuerza política. Es el poder moderador. Es el que en las crisis convoca a los líderes de los partidos, quien los relaciona, quien trata de ver cómo se forma un nuevo gobierno, y el poder más importante, si ve que la crisis no se resuelve disuelve el Parlamento y convoca a elecciones en sesenta días.
–¿Cómo se hubiera tenido que nombrar a la ministra de Economía, por ejemplo?
–Los ministros los designa el Parlamento a partir de acuerdos que se hacen sobre la mesa. Esa es una gran ventaja. A veces se da que un solo partido tenga la mitad más uno, pero normalmente no. No son acuerdos espurios, no se hacen debajo de la mesa: mirá, voy a nombrar a tu cuñado, te regalo una embajada.
–¿Esta ciudadanía está preparada para eso?
–Es una pregunta elitista. ¿Estamos preparados para la democracia? Y, si no la practicamos no la tendremos nunca. La ciudadanía no está preparada, pero porque no tiene idea de cómo funciona un sistema así, y ahí, en falla, estamos nosotros, la comunidad jurídica, la clase política. Claro que si hoy alguien lo saca de la galera se pensará que es un marciano. Pero ese efecto sorpresa debe pasar.
–Pareciera que vislumbra riesgos en sostener el presidencialismo. ¿Qué es lo que cree que previene un cambio de este tipo?
–Es una forma de prevenir conflictos graves, además de una democratización del poder. Llevamos veinte años de gobiernos institucionales en América latina y en ese tiempo hubo sólo dos golpes de Estado, en Perú y en Haití. Pero tenemos quince presidencias interrumpidas. Paraguay, Bolivia, Ecuador, Guatemala, nosotros, Brasil, con Collor de Melo. Algunas más pacíficos, otros más sangrientos. Todos estos conflictos pusieron al sistema al borde del abismo, puede haber una crisis de gobierno, pero eso no puede hacer caer el sistema. Lo raro es que nosotros ante la crisis encontramos salidas parlamentarias. Lo de Duhalde, mal hecho, fue una salida parlamentaria. No fuimos a buscar un hombre fuerte. Si en la crisis buscamos esa salida, por qué no la buscamos en la normalidad. Me dicen, no hay tradición parlamentaria. Pero las crisis nos dan una gimnasia parlamentaria.