Domingo, 24 de diciembre de 2006 | Hoy
Kirchner no pudo sustraerse a la fascinación del relato de Jorge Valdano. El director deportivo del Real Madrid estuvo en la Casa Rosada contando anécdotas y también su desempeño como gerente de recursos humanos. Pero subyugó al Presidente recordando la charla que le dio Bilardo a la selección antes del partido con Corea, con el que debutó en el Mundial de México ’86. “Esto es a vencer o morir, porque matás a un coreano, viene otro coreano. Matás a otro coreano y viene otro más. Hay que estar todo el tiempo atento. ¡¡¡Esto es la guerra!!!”, infundía el técnico argentino según la pormenorizada descripción de Valdano. Como Bilardo, Kirchner suele extremar las situaciones. La idea de vencer o morir parece ahora irradiar el vínculo con el socialismo. En la Rosada le han hecho la cruz a Roy Cortina, decididamente jugado con Telerman. Y por estas horas publicitan una supuesta negativa de Héctor Polino a un cargo ofrecido por el jefe de Gobierno y también la incorporación de Fernando Finvarb a un cargo nacional dentro de la órbita de la Superintendencia de Salud.
Esta mirada en blanco y negro que le asignan al Presidente genera aprehensión en sus propios aliados. Es lo que le pasa a Felipe Solá. Sin demasiados prolegómenos, el gobernador le confesó a Daniel Scioli que temía “quedar en banda”. Es sabido: producto del “efecto Misiones”, Kirchner le bajó el pulgar a su reelección. Pero K tiene en carpeta algo más que un ademán para el mandatario que le allanó el camino en un distrito donde el duhaldismo supo ser amo y señor. Sea lo que fuere, a Solá parece esperarle un futuro bastante más apacible que a Scioli. Es que si el vice resulta electo gobernador, tendrá una tarea tan costosa como perentoria: poner coto al rojo de las cuentas bonaerenses.
El polifuncional Parrilli también tiene la misión de sumar masa crítica a Scioli. En la provincia los movimientos sociales están replegados y son renuentes a encolumnarse detrás del vice, a quien no le asignan el don de inmaculado. El speech del secretario general para convencerlos no es muy rebuscado. Sencillamente les dice que Scioli es un “soldado” de Kirchner. Y que, amén de su currículum, no transgredirá un ápice del proyecto presidencial.
A veces Parrilli se siente un vendedor de arena en el desierto. Pero Kirchner lo considera el Papá Noel de la Rosada. Habrá que ver si el funcionario logra encolumnar a la tropa de referentes sociales y políticos, tal como el Presidente le pidió de regalo de Navidad.
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