Miércoles, 29 de agosto de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Luis Bruschtein
Más allá de lo que “sea” Guido Antonini Wilson, pasó a ser más importante en lo que se ha convertido. Porque su aparición pública fue en el vértice de las complicadas relaciones entre Argentina, Venezuela y Estados Unidos. La presentación ayer por parte del Gobierno de una denuncia contra la Shell retrotrajo otro momento similar en la relación entre los tres países. A comienzos de 2005, la petrolera había anunciado su retiro de distintos puntos de América latina, entre ellos de Argentina, y había puesto en venta su filial local. La petrolera venezolana, asociada con la argentina Enarsa, hizo una propuesta por 200 millones de dólares por la cadena de estaciones de servicio y una refinería. El negocio parecía cerrado cuando sorpresivamente Shell pidió mil millones de dólares y anunció que, si no conseguía esa cantidad, se quedaría en el país. Se dijo que Estados Unidos había pedido a la directiva de la petrolera holandesa que no facilitara el ingreso de la Pdvsa de Chávez a la Argentina y así ocurrió, porque el precio que pidió estaba muy sobredimensionado y bloqueó la compra.
La relación comercial entre Argentina y Venezuela ha sido fructífera para los dos países y creció mucho durante el gobierno de Kirchner. También hay coincidencias en el plano regional con el Mercosur y la integración latinoamericana. Desde Argentina se reconocen diferencias en otras cuestiones que hacen a los procesos políticos internos de ambos países, pero se defiende la diversidad de las relaciones en un marco democrático. Sin embargo, Estados Unidos y algunas de las potencias europeas están empeñadas en aislar a Chávez. Y por lo general coinciden con las oposiciones de derecha, sobre todo de los países del Mercosur, donde, generalmente por las vías parlamentaria o mediática, se intenta interferir de alguna manera en los lazos diplomáticos y comerciales. Un pivote de esa campaña ha sido la supuesta injerencia del chavismo en las políticas internas de sus aliados y vecinos. En Brasil, Bolivia, Uruguay, Chile, Colombia, Perú y Ecuador se han ensayado estos argumentos.
Y allí apareció Antonini con su valija llena de dólares. En la aduana, Antonini dijo que era un soldado de Chávez, que Chávez lo había enviado en ese viaje con la valija y demás intentos de demostrar influencia. Un buen soldado de Chávez no habría dicho nunca que Chávez lo había mandado con la valija, lo cual fue desmentido con pruebas y videos por parte de Venezuela. Por lo que se conoce hasta ahora es difícil saber a ciencia cierta el grado de cercanía de Antonini con el proceso venezolano, aunque lo real es que viajó en el vuelo de Enarsa, a instancias de uno de los principales directivos de Pdvsa.
Tampoco se sabe de quién eran los dólares ni cuál era su destino. Se hicieron mil especulaciones: la del financiamiento político, la del lavado de dinero, una operación inmobiliaria y otra de una supuesta inversión financiera. Y todos estos interrogantes ahora pasan a un segundo lugar porque, de repente, Antonini quedó en el campo del tercero en discordia, el gobierno de Estados Unidos. Sea lo que sea realmente el valijero, ahora se ha convertido en una ficha de la política norteamericana y su destino estará relacionado con los intereses de esa política.
Sea porque fue planificado o por casualidad, la pelota (o sea Antonini) quedó picando en los pies de George Bush y Condoleezza Rice. No parece una maniobra que pudiera ser pensada ni deseada, ni mucho menos, por los otros dos gobiernos: argentino y venezolano. Más allá de lo que decida la Justicia norteamericana, es difícil que el gobierno venezolano hubiera ordenado o aconsejado al prófugo, si es que era su agente o promotor, que se refugie en Estados Unidos. Antes hubiera encontrado la forma de esconderlo en Venezuela o de mandarlo a Arabia Saudita, al fin del mundo, a Irán o Afganistán, a cualquier lado menos adonde fue. Esta circunstancia muestra a un Antonini que se movió con autonomía y que no tuvo tanta protección desde Venezuela como se dio por descontado en la mayoría de las historias que se hicieron.
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