En medio de una situación política tan confusa como el propio cuadro interno que se vive en el Indec, el acuerdo que se esperaba firmar ayer entre los representantes gremiales y las autoridades nacionales para destrabar el conflicto se perdió en la nebulosa. Según habían anticipado dirigentes de la CTA, por la tarde se iba a firmar una suerte de “tregua”, levantando el paro de los trabajadores de ATE en el Instituto, y el compromiso de no aplicación de represalias ni descuentos de días caídos por las protestas. Ello abriría el espacio para negociar las condiciones para normalizar las tareas, el llamado a concursos para cubrir cargos ocupados con nombramientos provisorios y la creación de un ámbito de discusión de otros aspectos técnicos de la labor que se realiza en el Indec. Pero todo quedó en la nada o, al menos, congelado hasta nuevo aviso. En la interpretación de algunos voceros sindicales, “el diablo metió la cola”, pero con rostro y nombre humano: la referencia era para Andrés Rodríguez, titular del gremio UPCN –enfrentado con ATE– y con buena llegada a funcionarios del Ejecutivo. Guillermo Moreno, entre ellos.

El prolongado conflicto entre los trabajadores del Indec y la conducción del organismo se inició a fines de 2006, cuando el titular del organismo era Lelio Mármora. Producto de los cuestionamientos y sin apoyo, en particular de la Secretaría de Comercio, Mármora renunció y dejó el cargo en manos de su segundo, Mario Kriguer. Tampoco éste duró mucho, asumiendo en su lugar Alejandro Barrios, un profesional de las filas de ATE y con trayectoria en el Indec. Pero no hubo conciliación y Barrios dejó su puesto pocos días después que Felisa Miceli se alejara del Palacio de Hacienda. Desde entonces, Ana María Edwin, segunda de Barrios y, como él, funcionaria de carrera, asumió la titularidad, sin que mejorara el clima.

En el camino, con controversias internas, la representación gremial fue endureciendo la línea, con las últimas movilizaciones en medio de un clima bastante cargado. Pero mientras la mitad del personal afiliada a ATE mantenía las medidas de fuerza, la mitad alineada con UPCN, que firmó un acuerdo en mayo durante la gestión de Barrios, seguía cumpliendo tareas. El desgaste de un conflicto que fue pasando de lo reivindicativo a lo político, fue evidente en los últimos días. La solución buscada fue una salida negociada que aquietara las aguas y permitiera abrir un espacio de diálogo que hasta hoy no existió.

El acuerdo de palabra al que arribaron los dirigentes de la CTA y representantes del área política de gobierno (Jefatura de Gabinete) consistía en postergar la discusión de criterios políticos en cuanto a la elaboración de los índices y nombramientos recientes, en tanto se avanzaba en el compromiso de llamar a concursos y garantizar la estabilidad para todos los trabajadores. Hasta ayer a media tarde, esto es lo que se suponía que se iba a firmar.

Pero no ocurrió. Un nuevo cortocircuito puso en peligro el acuerdo. Para hoy está prevista una asamblea del personal para las 14 horas, que será una segura caja de resonancia de estos desencuentros. Las autoridades del Indec y a la dirigencia gremial de ATE-CTA pagarían los mayores costos de un nuevo fracaso. Pero no todos están preocupados: mientras aquellos aún apuestan a un acuerdo, otros fogonean el quiebre del conflicto por saturación. No es casual que, tanto funcionarios ajenos a la Jefatura de Gabinete gremialistas enfrentados con ATE, no disimularan anoche una sonrisa.