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La carrera de Peteco Carabajal puede cumplir 30 años oficialmente, pero en realidad arranca mucho antes, cuando era un nene que subía al escenario con su padre igual que sube ahora con él su hijo Homero. A mediados de los 70 Peteco se unió al grupo creado por su padre y sus tíos, Los Carabajal. Heredero dilecto de un apellido que es sinónimo de chacarera, supo construir una carrera en la que brilló con luz propia dentro del folklore argentino.
Su violín le dio un color que identificó a la mítica M.P.A., agrupación que allá por los 80 revolucionó el folklore, y que completaban Jacinto Piedra, Chango Farías Gómez, Verónica Condomí y el Mono Izarrualde. Peteco siempre recuerda que tuvo que pagar el precio de ser abucheado en su propia tierra por haber cometido el pecado de hacer folklore con bajo eléctrico y batería. A principios de los ‘90 inició una carrera solista en la que siguió dedicándose a hacer la música que sentía propia. Como autor pobló el cancionero con varios de los temas más repetidos en guitarreadas y festivales. Como cantante, guitarrista y violinista, transformó y sigue transformando cada escenario que pisa en un patio santiagueño de fiesta. Peteco podrá aceptar todos los cargos de funcionario que quiera y podrá hacer más o menos por la cultura de una provincia en la que no vive.