Domingo, 11 de marzo de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › LOS ASOMBROSOS CASOS DE PROCESADOS QUE PASAN AÑOS PRESOS POR ACUSACIONES INSOSTENIBLES
Los casos Frías, Neves y Ceviranes son apenas tres en una tendencia que no da señales de mejorar, la de armar causas para resolver casos sólo en apariencia. Por apatía, por complicidad o por lucro, policías distorsionan procedimientos y entregan “investigaciones” que la Justicia acepta pasivamente. Total, años después se llega a juicio...
Por Raúl Kollmann
Diego Frías, Darío Neves y Martín Ceviranes no registran antecedentes penales de ningún tipo. Frías y Neves, además, son casados, con hijos y desde hace años tienen trabajo. Sin embargo, los tres están en prisión desde hace 14 meses por su supuesta participación en el secuestro extorsivo de dos personas. El encargado de la investigación, el oficial de la Policía Bonaerense Pablo Machicote, determinó que ellos participaron del secuestro a partir de un testimonio, el de una tal Graciela, vecina del barrio. Sólo que Graciela se mudó y nunca pudo ser localizada. ¿Cómo llegó Machicote hasta Graciela? Dice él que a través de otra vecina, Elda Gamarra. El problema es que Gamarra sostiene que jamás le presentó ninguna Graciela a Machicote. A esta historia –con fortísimo olor a armado policial– le siguieron reconocimientos más que dudosos, testimonios oscuros, declaraciones de policías que se contradicen. Y lo peor es que fue convalidada por la Justicia. Frías va a iniciar mañana una huelga de hambre en la cárcel de Villa Devoto: “Ni agua ni comida, voy a seguir hasta que me muera”, afirma. Esta semana, en La Plata, Pablo Rossini recuperó la libertad. Estuvo tres años preso por un homicidio. El armado policial de la causa fue tan grotesco que el fiscal de juicio directamente decidió no acusar. Un resumen de casos parecidos (ver aparte) estremece: personas que pasan años en prisión, pierden sus trabajos, sus bienes, en muchos casos sus familias, y terminan absueltas en los tardíos juicios orales.
La investigación policial por la que están presos Frías, Neves y Ceviranes contó con el protagonismo de la fiscal federal Rita Molina, que ante una consulta hecha por este diario sobre las irregularidades del expediente respondió: “Que se defiendan en el juicio oral. Un juez y la Cámara Federal avalaron los procesamientos”. Significa que los tres deberán pasar casi otro año en prisión. La misma respuesta le dio la fiscal al defensor oficial, Darío Carrara, que defiende a Frías, y a Atilio Neira, abogado de Neves, cuando insistieron en que se reabra la investigación a raíz de las numerosas contradicciones que existen en la causa. La reforma Blumberg produjo, en las investigaciones de secuestros, fenómenos como éstos.
Lo curioso del caso Frías-Neves-Ceviranes es que en los últimos meses fue detenida una persona más. Este sujeto, de frondoso prontuario, sí aparece seriamente comprometido con el secuestro ya que por ejemplo sus huellas digitales coinciden con las encontradas en el vehículo en el que estaban cautivos los dos secuestrados. Pero el individuo no tiene relación alguna con los que están presos ni la fiscal pudo encontrar vínculo de ningún tipo. Además, existen declaraciones de testigos de identidad reservada en las que se mencionan personas que habrían actuado en el secuestro. Esos sujetos también tienen un considerable prontuario y acababan de salir en libertad luego de estar detenidos por robo calificado: uno salió en libertad el 11 de noviembre de 2005 y el otro el 27 de diciembre de 2005, pocos días antes del secuestro. Uno de los secuestrados, Mauro Neschenko, testimonió que uno de los captores le dijo: “Necesitamos una moneda porque acabamos de salir de la cárcel”. Lo llamativo es que los nombres de esos sujetos también son Diego y Martín, un elemento de peso ya que se usó como argumento contra Frías y Ceviranes el hecho de que los secuestradores se llamaban entre ellos Diego y Martín.
Huellas y escuchas
Por el otro lado, las huellas digitales encontradas en el vehículo que se usó en el secuestro no coinciden con las de los tres detenidos, ninguna escucha telefónica los incrimina y nada se encontró en los allanamientos. Es más, Frías compró el 31 de diciembre un par de zapatillas en Corner Deportes, por un total de 241 pesos. Para poder solventarlas sacó un crédito de Full Cred para pagar ese importe en seis cuotas. Sería una movida más que extraña de una persona que, si tuviera relación con el secuestro, acababa de cobrar una parte del rescate de 5000 pesos unas horas antes.
Tal vez un dato explique el armado policial. Uno de los sospechados de haber participado realmente del secuestro registra tres llamadas entrantes desde la Brigada de Investigaciones de Vicente López, dos desde el Ministerio de Justicia bonaerense, una desde la Jefatura de Coordinación policial de San Isidro, una desde de la Distrital de Investigaciones ubicada en Beccar y dos desde un teléfono usado por el personal del Servicio Penitenciario en la Unidad 21 de Campana. Un testigo de identidad reservada señala a un comisario que trabajaba en Investigaciones de San Isidro como padrino de uno de los dos sujetos que habrían participado del secuestro.
Tarragona
En el expediente aparece un personaje curioso, el policía Orlando Alcides Tarragona. Es un hombre de buena suerte. Según cuenta, siendo las 22 del día del secuestro, tomó conocimiento de que habían secuestrado al hijo de un conocido suyo y que de inmediato se pone a buscar el vehículo usado por los delincuentes, con tanta fortuna que lo ubica poco más tarde. En esa circunstancia declara tres cosas distintas:
- En su primera declaración afirma que vio estacionada una camioneta Renault y que detrás de un árbol se encontraba un sujeto masculino vestido de color crema. Pide refuerzos utilizando su Nextel y, cuando se aproximaba un patrullero, el secuestrador huyó hacia la colectora de Panamericana.
- En su segunda declaración también dice que vio la camioneta y a un sujeto al lado del vehículo (ya no detrás de un árbol).
- En el momento en que se hicieron los reconocimientos, no habló de un secuestrador sino de dos. Uno parado en una esquina y otro hablando por teléfono. Además, ya no pidió refuerzos por Nextel sino que consiguió que un vecino llamara a la policía. Para redondear la contradicción, Tarragona afirma que mientras dialogaba con los vecinos, retiró la vista de la camioneta y por lo tanto no pudo ver hacia dónde huyeron los dos sujetos.
Esta última versión se contradice con la de los secuestrados, que dijeron que los dos quedaron en una camioneta, “custodiados por uno de los malhechores, mientras que los otros dos se fueron a cobrar el rescate exigido. Luego, nos percatamos de que el sujeto que nos custodiaba se había ido”.
La familia de Frías le hizo llegar a Página/12 el escrito del defensor oficial en el que pide se reabra la investigación. Allí se pregunta: “¿Estuvo realmente el policía Tarragona en el lugar de los hechos?”.
El truco de la foto
Como ocurrió en el caso de La Plata, en el que Pablo Rossini estuvo tres años preso y el fiscal ni siquiera acusó en el juicio, por lo que quedó en libertad, la prueba en la que se basa toda la investigación policial, la fiscal, el juez y la Cámara para dejar presos a Frías, Neves y Ceviranes es el reconocimiento hecho por las víctimas del secuestro y los policías. Por de pronto, hubo dos testigos calificados, Daniel Fabián Zárate y Juan Manuel Ollgar, que no pudieron reconocer a ninguno de ellos. Pero, además, a los secuestrados les mostraron fotos de los detenidos antes del reconocimiento. Esto lo dice una mujer, Paola Espinelli, que señala que a las víctimas del secuestro no les mostraron el típico álbum de fotografías de personas con prontuario –algo ya abolido– sino que personal policial, antes de pasar por la fiscalía, directamente les exhibió fotos de Frías, Neves y Ceviranes.
Pese a esta jugada, Patricio Pesolilla, uno de los secuestrados, sostiene que “respecto de la foto que se le exhibe del tal Diego, refiere que allí tiene pelo rapado y cuando lo secuestrara lo tenía más largo”. La familia de Frías exhibe fotos en las que se comprueba que Diego siempre tuvo el pelo casi rapado, incluso en un cumpleaños realizado en fecha cercana a los hechos. Pero lo insólito es que en una segunda declaración, ya afirma que el secuestrador llamado Diego tenía el pelo rapadito. O sea que primero hace alusión a alguien de pelo crespo, negro, medio enrulado, para luego, en el reconocimiento, señalar que era morocho de pelo rapadito. Además, hubo una serie de reconocimientos equivocados, es decir que el otro secuestrado, Neschenko, señaló a una persona de las que ponen en la fila pero que no tiene nada que ver con ningún delito, lo mismo ocurrió con Zárate y el curioso policía Tarragona marcó a una persona que está en libertad. Frías era, según la pesquisa, el que manejaba el auto, pero Neschenko reconoce a otro como el conductor. Con Neves pasa algo similar: uno de los secuestrados dice que iba adelante en la camioneta, el otro lo reconoce como el que iba atrás. El propio juez Conrado Bergessio, que actuó como subrogante, procesó a los tres pese a incluir la siguiente frase: “Corresponde decir que no pasan inadvertidas ciertas discordancias entre los aspectos y características físicas que las víctimas se encargaron de describir al declarar”.
A contrapunto de lo anterior, la defensa de Frías, por ejemplo, insiste en que se cite a declarar a una kiosquera que a la misma hora de los hechos le vendió un vino y una gaseosa al ahora detenido, así como su suegro, un hermano del suegro y una prima que estaban con Frías a esa misma hora e incluso una vecina, que sí declaró en la causa, cuenta que pasó frente a la casa de Diego y saludó a la familia desde afuera, viendo allí sentado a quien supuestamente estaba en ese momento en la operación del secuestro. O sea que la coartada fue desestimada.
Pese a este cuadro de situación, existe una férrea negativa a mirar las cosas más de cerca. En el expediente se contraponen reconocimientos muy dudosos, testigos que nunca aparecieron y policías que se contradicen con tres personas que no tienen antecedentes, resultaron negativos los allanamientos, las huellas digitales en los autos no les pertenecen, pueden decir dónde estuvieron y tampoco hay llamadas telefónicas que los incriminen.
Para evitar que pasen dos años presos, se pidió una reapertura de la investigación, pero la consigna fue “que se defiendan en el juicio”, o sea dentro de un año, cuando ya hayan pasado dos en el penal de Devoto. Y eso si la huelga de hambre de Frías no termina con su muerte.
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