Domingo, 11 de marzo de 2007 | Hoy
La frase de un ministro venezolano bien puede resumir la idea tras la minigira de Chávez. El despegue del gobierno argentino del acto en Ferro. La visita a Evo, que incluye hoy otro acto en El Alto. La desmentida de una mediación con Uruguay.
Por Martín Piqué
“Hoy por hoy pelearse contra George Bush le conviene a cualquiera. Es el presidente del país más poderoso de la tierra. Sube la imagen de cualquier político.” La frase la pronunció el jueves a la noche un ministro del gobierno de Hugo Chávez. Era casi la medianoche y la delegación venezolana acababa de llegar a Buenos Aires. El funcionario acompañó la confidencia con una sonrisa. Acababa de resumir con extrema sencillez el sentido de la gira de Chávez por Argentina y Bolivia. Así, las menos de 48 horas que el bolivariano pasó en Buenos Aires cumplieron con todo lo que se habían propuesto desde Caracas: apostar a la polarización absoluta con Bush replicando cada uno de los anuncios que el estadounidense hiciera en Brasilia y Montevideo. Pero Chávez no se contentó con el acto en Ferro y fue por más. Ayer a la mañana voló a Bolivia para recorrer la zona inundada (ofreció 15 millones de dólares de ayuda humanitaria contra el millón y medio que prometió Bush) y hoy encabezará otro acto antiimperialista junto a Evo Morales en la combativa ciudad de El Alto.
El día y medio que Chávez pasó en Buenos Aires tuvo ingredientes para todos los gustos. Llegó acompañado por una delegación bastante numerosa que incluía a su canciller, al titular de Pdvsa y varios ministros, algunos viejos conocidos de sus pares argentinos. En la comitiva eran infaltables Nicolás Maduro (Relaciones Exteriores), Rafael Ramírez (Energía y Minas), William Lara (Información), Elías Jaua (Agricultura), Asdrúbal Chávez Jiménez (presidente de Pdvsa) y Nisia Maldonado (Asuntos Aborígenes). A ellos se les sumaba el equipo de guardaespaldas y edecanes militares, los que llevan boinas rojas, más algunas presencias argentinas, como el asesor Fernando Bossi y la embajadora en Caracas, Alicia Castro. Ayer a la mañana, la ex diputada acompañó a Chávez hasta el sector militar del Aeroparque. “Venezuela tiene la vocación de integrar un bloque económico, político y social en Sudamérica”, aseguró.
Según las primeras informaciones, la agenda de Chávez en Buenos Aires incluía un almuerzo en la quinta de Olivos para firmar acuerdos (algo inédito hasta ese momento ya que Kirchner prefiere usar el Salón Blanco de la Casa Rosada para esos menesteres), una visita a la ESMA convertida en Museo de la Memoria y otra a alguna de las sedes de SanCor. Aparte de, claro, el acto en Ferro. Al final, el venezolano fue a Olivos, se volvió al Sheraton y de allí, horas más tarde, partió para la cancha de Ferro. A pesar del compromiso de Canal 7 con Telesur, la emisora estatal no transmitió en vivo el discurso de Chávez ante treinta mil personas. Probablemente un estudiado gesto de distancia. Sin embargo, el Gobierno colaboró con la organización del acto y a último momento hasta afrontó algunos gastos necesarios para la logística.
Luego de su discurso, Chávez se refugió otra vez en el Sheraton con la mayoría de su comitiva. Todos vestían chaquetas rojas (el color que identifica al chavismo en Venezuela) y algunos comentaban que el mandatario tenía gripe y no se sentía muy bien. Quizá por eso se suspendió la visita secreta a la Universidad de las Madres que circulaba por lo bajo entre algunos allegados a Bonafini y su mano derecha, Sergio Schoklender. En el equipo de protocolo y prensa de Venezuela decían que Chávez había llegado a Buenos Aires con muy pocas horas de sueño y que debía descansar porque lo esperaba el resto de la gira por Bolivia y Jamaica. Se lo notaba cansado cuando llegó del estadio de Ferro. Aunque lo esperaba una pequeña guardia de periodistas y curiosos, no quiso detenerse a conversar. Lo mismo hizo a la mañana siguiente. En sus primeras horas en Buenos Aires no había tenido problema en responder las preguntas de los movileros. Aprovechó cada ocasión que tuvo para burlarse de lo que llamó una reedición de la Alianza para el Progreso que Bush está ofreciendo a la región.
A la mañana partió del Aeroparque pero antes se encontró con el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y el canciller Jorge Taiana. Ambos funcionarios se habían presentado en el sector militar para despedirlo con todos los honores. Ante la prensa, Taiana adelantó que Kirchner viajará a Caracas los días 16 y 17 de abril para participar de una “Cumbre Sudamericana sobre Energía”. También dijo que el Gobierno no había tenido “nada que ver” con la convocatoria a Ferro. “No fue un acto del Gobierno. No tuvimos nada que ver. Fue un acto de organizaciones sociales argentinas que invitaron al presidente Chávez. Y se han expresado”, aseguró. Le preguntaron por la posibilidad de que el bolivariano mediara en la crisis por las papeleras. “No es un tema que se haya hablado en ningún momento”, zanjó Taiana.
El viernes a la noche, mientras Chávez hacía su discurso en Ferro, pocos repararon en la bandera verde con la leyenda “no a las papeleras” que colgaba del escenario. La habían llevado tres asambleístas de Gualeguaychú, que habían sido invitados por los organizadores. No fue la única presencia que pasó desapercibida. Rodeados por dirigentes argentinos, con muchos de los cuales tienen una relación de amistad, en las primeras filas estuvieron el embajador de Cuba, Aramis Fuentes, y otros diplomáticos de la isla. Se sabe que la relación entre Caracas y La Habana es muy estrecha (el jueves a la noche, un ministro venezolano aseguró a Página/12 que el vínculo con Cuba es “estratégico” mientras que la relación con Irán es sólo “económica” por las diferencias culturales) y en el último capítulo de la gira de Chávez hubo otra prueba: el presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, acompañó al venezolano en el vuelo en helicóptero por las zonas inundadas del departamento de Beni, Bolivia.
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