Viernes, 13 de abril de 2007 | Hoy
Inés Ongay, la amiga de María Marta, dijo ante el tribunal que la esposa de Horacio García Belsunce le habló de un balazo antes de que se supiera que la mujer había sido asesinada.
Por Horacio Cecchi
“Era un tiro que le había quedado dentro de la cabeza”, dijo Marialita Lanusse. “Pero si era un tiro, ¿cómo no había salido de la cabeza?”, le preguntó Inés Ongay, y Marialita le contestó: “Como era una bala de bajo calibre le quedó adentro”. La conversación telefónica fue relatada por Ongay durante el juicio contra Carlos Carrascosa. Las dos mujeres son incuestionables: una, Inés, es la amiga de toda la vida de María Marta, y la otra, Marialita, es la esposa del padre de MM, Horacio García Belsunce. No tienen tanta relevancia las imprecisiones técnicas de las dos mujeres, pero la charla ofrece dos claves: que el momento en que se desarrolló la conversación fuera antes de que la autopsia revelara que había sido asesinada, y que las sospechas y los comentarios sobre el asesinato provenían del círculo más cercano a Carrascosa pocos días después del crimen. También declararon otras dos amigas de MM, Elena Caride de Gatto y Carmen “Canela” Aberastain de Panelo, que confirmaron la conversación, y un amigo, Eduardo Otamendi, que la noche del velorio escuchó una versión sobre un casquillo.
Inés Ongay, Elena Caride y Canela Aberastain son tres amigas de MM. Las tres fueron citadas por la fiscalía en forma continuada. Las tres declararon lo que interesaba a la fiscalía, que era dar fe de que Marialita Lanusse de García Belsunce, integrante del círculo más estrecho ligado a la víctima, sospechaba a tres días de la muerte de MM que había algo raro, y que eso raro se acercaba más al asesinato a tiros que a canillazos. Y que esas sospechas Marialita las había exteriorizado a través de Inés Ongay, a quien conocía desde hacía unos 45 años. Tanto Caride como Canela dijeron haber escuchado el comentario de Inés y sus preocupaciones iniciales luego alimentadas por los datos certeros de Marialita.
Inés dijo que cuando se enteró por teléfono de la muerte de MM le resultó muy rara la historia de la torpeza que le costó la vida. Que en el cementerio de la Recoleta le llamó la atención que “había cuatro versiones diferentes: que se había golpeado con la ventana; que se había golpeado con la canilla y se había ahogado; que se había caído y golpeado para atrás con el bidet, y que se había resbalado y dado un porrazo en la bañadera”. Aseguró que ese mismo día por la tarde le preguntó a Pichi Taylor qué había pasado y PT le respondió que “esto se podría haber abierto en un suicidio o en un homicidio y Carlos pidió que no se la llevaran para hacer la autopsia y que la enterraran en el último horario”. “Pero hay un ABC que habría que seguir”, sugirió Inés y declaró que la respuesta de Pichi fue que “pagamos para hacer lo que el Gordo quería”. Inés ya había sido careada con Pichi Taylor y, como era obvio, Pichi dijo que la versión era disparatada.
Para argumentar en contra de lo disparatado, la fiscalía aportó el testimonio de Elena Caride y Canela Aberastain, que confirmaron las conversaciones de Inés con Marialita y Pichi, mucho antes de que el clima interno se partiera entre partidarios del viudo y acusadores. Inés también reveló que Marialita le habló de haber visto en la pared del dormitorio (allí donde la familia asegura que no había sangre) una mano marcada con sangre con los dedos hacia abajo, dos días después de la muerte.
El otro testigo, Eduardo Otamendi, amigo de años de Carrascosa y MM, recordó con tirabuzón que Balbino Ongay, hermano de Inés, le había comentado la noche del velorio sobre la existencia de “un casquillo”. No importó el esfuerzo de Otamendi, que se reconoció como tirador deportista, por alejar el significado de casquillo lejos de un tecnicismo balístico. Mucho más significado podría haber tenido su charla previa, con uno de los más amigos de Carrascosa asistentes al juicio, en un bar frente a los tribunales de San Isidro. Después de todo, conversar no está prohibido.
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