Don Rulo Coronel es uno de los almaceneros más viejos de General Rodríguez, aunque no empezó como propietario sino como empleado de los que ahora son una especie de socios. En el 1900, dice, el almacén era una fonda. Y General Rodríguez, una especie de pueblo rural. Por aquella esquina pasaban todos los que llegaban del campo. El boliche está ahora a una cuadra de la estación del tren, sobre una de las avenidas más importantes. Con el correr del tiempo, la fonda se hizo almacén de ramos generales y, hace más de cuarenta años, los Bacigaluppi tomaron a Rulo. Rulo está ahí aún con ese espíritu de los inmigrantes, día y noche al frente de lo que haga falta. Cuando su hijo único tenía ocho años, lo llevó, entonces, varias veces al local. Mientras, intentaba convencerlo de que lo siguiera. Pero con Coronel hijo la cosa no funcionó. Aunque don Rulo está convencido de que a su hijo le gustaba acomodar las cajas en los estantes, se le fue a la municipalidad y una vez que empezó, las cosas cambiaron. Su padre todavía cree que ése fue el momento en el que empezó a pensar en la idea de ser intendente. Don Rulo ahora está detrás de la caja registradora de lo que es el supermercado del viejo almacén. Es la hora de la siesta, pero no duerme. Vende, cobra y despacha y, también, cada tanto responde reclamos contra el intendente. “Acá no pasa nada”, dice, convencido de que las historias de mexicanos y colombianos en Rodríguez son todas patrañas.