A la salida de la Sala Illia, en medio de un pasillo lleno de cables, luces y cámaras, las felicitaciones llovían sobre dos señores muy elegantes y de sonrisa imperecedera: eran Alberto Fernández y Matías Méndez, recién casados de libreta colorada en mano. Acababan de llegar del Registro Civil de la calle Uruguay, donde, contaron a este diario, habían llegado acompañados de “muchísima gente: amigos, familiares, un lío”. El casamiento, que se convirtió en el cuarto entre personas del mismo sexo celebrado en la ciudad de Buenos Aires y el sexto en el país, llegó tras meses de trámites y presentaciones judiciales. Fernández y Méndez habían pedido turno en el Registro Civil el 9 de diciembre; con el rechazo en la mano, presentaron un amparo para que la Justicia porteña les permitiera casarse, algo que avaló Hugo Zuleta, titular del juzgado en lo Contencioso Administrativo Nº 10. El fallo favorable fue emitido el 19 de abril de este año, pero una serie de apelaciones demoraron la concreción del casamiento, que fue posible luego de que la fiscal de Cámara Daniela Ugolini (en obediencia a la posición que Mauricio Macri tomó públicamente) desistiera de sostener la apelación.