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Lionel Messi, autor de los dos goles en el Bernabéu, fue nuevamente el centro de las miradas del planeta fútbol, pendiente desde hace 18 días de lo que fue una histórica sucesión de cuatro "derbys". El primero, por la Liga (en la que el Barça se encamina con comodidad hacia un nuevo título), fue 1-1 en el Bernabéu; el Real se quedó con el segundo, 1-0 con gol de Cristiano Ronaldo en Mestalla (estadio de Valencia), para ganar la Copa del Rey; y el tercero, el 2-0 como visitante de Barcelona por la Champions.

Barcelona tenía todo a favor para avanzar a la final de la Champions, a disputarse en Wembley. No sólo por el 2-0 pasado, sino porque volvió a su formación otro de los jugadores básicos de su estructura, Andrés Iniesta -ausente en el Bernabéu- y porque en Real faltó por suspensión dos defensores vitales: Pepe, de buena labor en la contención de Messi hasta que fue expulsado en la ida, y Sergio Ramos.

Y los catalanes no dejaron dudas, desde el minuto cero de juego fueron más que el Real que intento buscar un gol rápido, pero no lo consiguió por las imprecisiones en su juego y la pobre actuación de Ronaldo. De esa manera, el Barça comenzó a ganar terreno y tuvo las más claras en la primera mitad. A los ocho minutos del complemento, Pedro transformó la superioridad en ventaja.

Diez minutos después, con una reacción más de orgullo que de buen juego, más allá de la calidad individual de los once madrilistas, Marcelo puso el empate. Desde entonces, el partido entró en una meseta a la espera de un final anticipado: Barcelona a Londres.