Domingo, 13 de enero de 2008 | Hoy
Por Hanif Kureishi
Un día, en la escuela –un instituto únicamente para varones en la frontera entre Londres y Kent–, nuestro profesor de música nos dijo que John Lennon y Paul McCartney no eran en realidad los autores de las famosas canciones de Los Beatles que tanto nos gustaban.
Fue en 1968 y yo tenía trece años. Por primera vez en las clases de apreciación musical, íbamos a escuchar a Los Beatles –“She’s Leaving Home”– sin los bajos. La semana anterior, después de un poco de Brahms, se nos había permitido escuchar un disco de Elton John, también sin los bajos. Para el señor Hogg, nuestro profesor de música e instrucción religiosa, el bajo “oscurecía” la música. Pero escuchar cualquier cosa de Los Beatles en la escuela era enaltecedor, un acto tan extraordinariamente liberal que resultaba confuso.
El señor Hogg levantó la tapa del equipo estereofónico de la escuela, que se guardaba en una gran caja de madera oscura y era trasladado sobre un carrito a través de las dependencias por un conserje lisiado de la guerra del que todos abusaban. Hogg puso “She’s Leaving Home” sin ninguna introducción, pero tan pronto como comenzó a sonar, él inició su análisis de Los Beatles.
Lo que dijo fue devastador, si bien lo hizo de una manera sencilla, como si estuviera exponiendo algo que era obvio. Estos eran los hechos: Lennon y McCartney no podían haber escrito las canciones que se les adjudicaban; era un fraude; no podíamos dejarnos engañar por Los Beatles, ellos sólo eran los hombres de paja.
Aquellos de nosotros que no estábamos molestos por su cháchara mientras sonaba la canción, reíamos. Es cierto que, por una vez, la mayoría escuchábamos a nuestro profesor. Yo estaba perplejo. ¿Cómo podía creer algo tan absurdo? En realidad, ¿qué había detrás de esa idea?
–Entonces, ¿quién escribió las canciones de Los Beatles, señor? –se atrevió a preguntar alguien. Y Paul McCartney cantó:
We struggled hard all our lives to get by,
She’s leaving home after living alone,
For so many years.
El señor Hogg nos dijo que Brian Epstein y George Martin habían escrito las canciones de Lennon y McCartney. Los Fabulosos sólo tocaban en los discos –si es que hacían alguna cosa–. (Hogg tenía sus dudas en cuanto a si sus manos habían llegado alguna vez a tocar los instrumentos.) “En sus discos los que tocan son músicos de verdad”, dijo. Luego guardó el disco en su famosa funda y cambió de tema.
Pero yo pensé en la teoría de Hogg durante días; en muchas ocasiones estuve tentado de acorralarlo en el pasillo y discutir un poco más el tema. Cuanto más pensaba el asunto en solitario, más revelador me resultaba. Los “cabezas de estropajo” ni siquiera sabían leer música..., ¿cómo iban a ser unos genios?
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