Domingo, 4 de mayo de 2008 | Hoy
DEPORTES › ENTREVISTA CON CRISTIAN FERLAUTO, EX ARQUERO DE ARGENTINO DE QUILMES
Tuvo la osadía de denunciar a un grupo de hinchas, entre los que había empleados del club, que lo intimidaron y abollaron su auto a patadas, con su esposa e hija a bordo. La policía, el Coprosede y Agremiados también le dieron la espalda.
Por Gustavo Veiga
A Mauricio Caranta o Juan Pablo Carrizo sería improbable que los echaran de Boca o de River por proceder como lo hizo Cristian Ferlauto, un arquero que calza guantes y se zambulle de palo a palo igual que ellos. Tienen otra exposición y se generaría un escándalo. Pero el protagonista de esta historia atajaba en Argentino de Quilmes, de la Primera D, y un día le exigieron que no fuera más. Había tenido la osadía de denunciar a un grupo de hinchas (algunos empleados del club) que lo intimidaron y le patearon su pequeño Fiat 147 hasta abollarlo. En el auto se encontraban su esposa y su beba de dos meses. Todo sucedió el sábado 5 de abril, después de que su equipo perdiera 3 a 2 sobre la hora con Deportivo Paraguayo, en su propia cancha, la antigua cancha del Mate, como se conoce popularmente a Argentino, fundado el 1º de diciembre de 1899. Mañana se cumple un mes del ataque y Ferlauto todavía espera alguna respuesta. Está (se le nota) desmoralizado porque la Justicia no lo volvió a citar, porque tampoco le tomaron la denuncia en el Coprosede ni en una comisaría de Quilmes, porque sabe que Futbolistas Argentinos Agremiados no se ocupa de casos como el suyo –para el sindicato y la AFA es un jugador amateur– y porque se quedó sin club. Un club donde recibía como paga 350 pesos por mes.
–¿Tiene la certeza de que el apriete se lo hicieron empleados del club?
–Sí, porque yo estuve dos años en Argentino de Quilmes y esa gente trabaja ahí.
–¿Y a qué se dedican?
–Lo hacen en mantenimiento. A uno lo veíamos siempre como encargado de las canchas de tenis, de regarlas. Y otro, en el verano cobra las entradas a la pileta. Yo creo que alguno será más hincha que otro. Pero la mayoría de los que están ahí, si no les pagan un sueldo, directamente no van.
–En los partidos de la D no va mucho público. ¿Usted los había visto antes en la tribunas?
–Sí, en las plateas (la platea de Argentino es una de las reliquias más bellas que quedan en estadio alguno del fútbol argentino). A varios los vi insultando y criticando a los jugadores.
–¿Qué puede decir de esta situación absurda, en que si un futbolista denuncia como lo hizo usted, termina echado?
–Yo interiormente sé que esto es así, pero ellos se agarran de otras cosas para demostrar lo contrario. Una semana después de lo que ocurrió, el presidente nos aseguró que íbamos a tener garantías de que no iba a pasar más nada. Pero me encontré de nuevo con una de las personas que había tenido el problema, se produjo otra discusión y los dirigentes me sugirieron: “Tendrías que haber agachado la cabeza cuando lo viste”. Este muchacho le dijo a uno de la Comisión que yo le había pateado el auto.
–¿Quién es este muchacho?
–Leandro Faggioli. Es hincha del club y, por lo que dice, hace diez años. Trabaja en el club, gana un sueldo y todo. En realidad, trabajaba, porque tengo entendido que renunció. El, cuatro días antes de esa discusión, me estaba pateando la puerta del auto donde estaba mi nena de dos meses.
–¿De qué modo se desvinculó de Argentino de Quilmes?
–Yo no tenía contrato. Solamente un contrapase que certifica que al 30 de junio estaban obligados a devolvérmelo o quedaría libre. Esa es la única forma de cubrirme para firmar por un año con un club.
–¿Y cómo le comunicaron que no podía jugar más?
–Me llamó un dirigente, de apellido Sosa, para decirme que había conversado con el presidente y que por un pacto con nosotros no quería más problemas en el club. Yo le respondí: “Ese pacto incluía que esta gente no iba a entrar más al club”. Y entraba. Entonces, el presidente no quiso que fuera más. Y me mandó decir que pasara a buscar lo que me debían y el contrapase.
–¿Dónde hizo la denuncia por lo que pasó el 5 de abril?
–En un juzgado de Quilmes. Fuimos tres jugadores, sin abogados, y contamos todo lo que pasó. Héctor Amarilla, Richard Cáceres y yo.
–¿Y qué pasó hasta hoy con la causa?
–Nos dijeron que iban a tomar cartas en el asunto, a investigar...
–Lo primero que suele hacerse es ratificar la denuncia. ¿Los llamaron por ese trámite?
–No, no.
–¿Cuándo fueron al juzgado?
–Si el problema fue el sábado 5 de abril, el lunes, el lunes 7.
–¿Amarilla y Cáceres continúan en el club?
–Sí, ellos sí.
–¿A ellos los amenazaron con una navaja después de que a usted le abollaron el auto?
–Sí, por lo que me contaron mis compañeros. Cuando yo me había ido, corrieron a esos dos compañeros y les sacaron la navaja para intimidarlos. Y hasta le puedo decir que me enteré de una cosa: hace tres o cuatro días, cuando el plantel se entrenaba en la cancha, en la tribuna había dos o tres de los que tuvieron problemas con nosotros. Se ve que no cambió nada.
–¿Había atravesado alguna vez una circunstancia parecida?
–Nunca.
–¿Recibió amenazas después de que abandonara su club anterior?
–No, yo personalmente no.
–¿Se siente impotente?
–Sí, diría que incómodo, porque quisiera estar jugando y haciendo lo que a mí gusta. Quizás uno de afuera por ahí pensará: para qué seguir con el tema. Pero hay que estar en el lugar que estuvimos nosotros. La verdad que fue complicado lo que vivimos y no se trató de un hecho menor.
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