“Era un acto justo con todos ustedes”, señaló el secretario de Deportes Claudio Morresi durante el homenaje realizado a los basquetbolistas campeones del mundo de 1950 y a los integrantes del plantel de Racing de 1952, declarados profesionales por la Revolución Libertadora, una resolución que les impediría volver a jugar. A su lado estaban Ricardo González, de aquel team mundialista, y el sociólogo Emilio Gutiérrez, autor del libro que disparó la idea de la reparación.

González, Jorge Canavesi, técnico de la selección consagrada, Ignacio Polletti, Rubén Menini, Omar Monza, Horacio Colombo y la esposa de Roberto Viau recibieron un diploma como testimonio de esa reivindicación. Los acompañaban otros dos represaliados con la misma interdicción: el remero Eduardo Guerrero, medalla de oro en las Olimpíadas de Helsinki, y el varias veces premiado maratonista Osvaldo Suárez. La sanción que los alejó de la competencia deportiva se materializó luego de un simulacro de juicio en 1957 y pivoteó sobre un detalle irrisorio: que el entonces presidente Juan Domingo Perón había recompensado a cada uno de los triunfadores con el permiso de importación de un pequeño coche. Mucho tiempo después fueron rehabilitados, aunque resultó tardío: el mal estaba hecho, ya no tenían edad para volver a los estadios y el baloncesto argentino tardaría en recuperar ese nivel.