Miércoles, 28 de marzo de 2007 | Hoy
El reemplazo de cuatro ministros del equipo de la presidenta Bachelet plantea un nuevo equilibrio entre las fuerzas oficialistas.
Por Christian Palma
Desde Santiago de Chile
El tiempo dirá si la frase pronunciada en la noche del lunes por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, algún día le pasará la factura: “Las cosas no se han hecho bien. No hay espacio para más errores”, dijo tras anunciar un segundo cambio de gabinete en el año y pico que lleva como inquilina principal de La Moneda.
En principio, ganó la partida. Diversos expertos comunicacionales coincidieron en que el duro mea culpa esbozado por la doctora socialista –que reconoció fallas en el polémico proyecto destinado a mejorar el transporte capitalino: el Transantiago y mandó para la casa a ministros considerados clave– tendrá efectos positivos en la opinión pública.
Incluso la oposición, que se ha dado un festín con los altibajos del Ejecutivo, valoró el discurso y la entrada del demócrata cristiano René Cortazar, a la cartera de Transportes, la cara visible de la iniciativa vial fallida. El tecnócrata tiene oficio. Ya trabajó con Patricio Aylwin al retornar la democracia y con Eduardo Frei tuvo a su cargo el directorio de Televisión Nacional de Chile. Otro punto a favor: la derecha lo respeta.
En este escenario, Bachelet apeló a su mejor arma, esa que finalmente la llevó al gobierno: la honestidad, la empatía con la gente, su transparencia y esa familiaridad que la caracteriza. Sin embargo, en este discurso plagado de simbolismos –comunicacionalmente perfecto, como dicen– advirtió que el sistema no permite más fallas. “No hay espacio para errores”, dijo.
Mientras los partidos opositores aglutinados en la Alianza por Chile esperan su oportunidad para arrancar pedazos a la presa, en la propia coalición oficialista, la Concertación, las aguas no están tranquilas.
Si bien los colores de los ministros de Bachelet se mantuvieron, no todos los secretarios de Estado debutantes representan cabalmente a sus partidos. Está el caso del socialista José Antonio Viera-Gallo, el ex senador, quien no refleja ciento por ciento a la mesa PS y no pocos dicen que se acomoda a la necesidad actual de la presidenta, por sus nexos con la derecha. De hecho, el ahora ministro secretario general de la Presidencia está casado con la hermana del senador de la derechista Unión Demócrata Independiente (UDI) Andrés Chawdick y forma parte de varios directorios de empresas.
Por otra parte, el cesado ministro de Justicia, Isidro Solís, culpó a la Democracia Cristiana y a su presidenta, la senadora y ex candidata presidencial Soledad Alvear, por su abrupta salida del gabinete. A juicio del abogado militante radical, la DC pidió a Bachelet la salida de un ministro de cada partido para equilibrar la responsabilidad por el fracaso del Transantiago y que por este hecho no sólo se apuntara al ministro de Transportes, el también DC Sergio Espejo (que se fue ayer entre aplausos).
Como está claro, las reacciones no se hicieron esperar. Sin ánimo de entrar en disputas, los timoneles del Partido Radical Social Demócrata (PRSD), el senador José Antonio Gómez y la senadora Alvear, manifestaron su rechazo y “extrañeza” a los dichos de Solís. Nadie se fue a los extremos, pero el disgusto se sentía desde lejos.
Tras el terremoto grado 4 del lunes (cuatro fueron los ministros echados), el dibujo primigenio de gobierno de Bachelet cambió el rumbo. Se terminó con la paridad de géneros en el gobierno (se fueron dos mujeres), se acabó con la idea de que “nadie se repetiría el plato” (llegó Cortazar, ex ministro, y Viera-Gallo, ex senador) y lo peor, se acabó con la propuesta de un gobierno ciudadano (nadie consultó a los usuarios a la hora de hacer andar el Transantiago).
Justamente fue el fracaso del Transantiago lo que hizo saltar los fusibles al gobierno. Tras la tregua luego del lunes por la noche, ayer un grupo de estudiantes secundarios protestó en Plaza Italia y otro grupo hizo lo mismo reclamando por las deudas habitacionales en Valparaíso. Mañana se celebra en Chile el Día del Joven Combatiente, fecha histórica antidictadura. Las organizaciones sociales están atentas, la policía también. El Ministerio del Interior espera desórdenes que seguramente se producirán. Son miles, entre estudiantes, los sin micro, los deudores y los desempleados.
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