El fútbol argentino siempre ha cruzado todas las capas sociales, de una vereda a la otra. La última dictadura militar se lo apropió para intentar legitimarse y hasta utilizó los servicios represivos de algunos protagonistas con pasado como jugadores o directores técnicos. Los casos más difundidos de deportistas acusados de integrar grupos de tareas son dos: el del ex arquero de Rosario Central, Colón y Vasco da Gama de Brasil, Edgardo “Gato” Andrada, y el del ex defensor de Atlanta y Newell’s, Juan de la Cruz Kairuz.

El primero, que es más recordado porque Pelé le marcó su gol número mil en 1969, fue acusado en febrero de este año por el represor Eduardo Constanzo de haber pertenecido a los servicios de Inteligencia del régimen militar en la provincia de Santa Fe. Primero lo involucró en una entrevista radial y después ante el juez Federal de San Nicolás, Guillermo Villafuerte Ruzo. Andrada, quien trabajó también para las divisiones inferiores de Central, el club donde se formó, según Constanzo “chupaba” gente en la ciudad de Rosario y habría participado en el secuestro de los militantes montoneros Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereira Rossi en mayo de 1983. Como Kairuz, negó las graves acusaciones que recibió.

Este último también tiene un recuerdo de Pelé, porque le tocó marcarlo en un partido amistoso jugando para San Martín de Tucumán. Bastante presumido a la hora de declarar, en un reportaje que le realizó La Razón el 8 de junio del ’67, recordó aquel hecho: “Tuve que marcar a Pelé y al decir de todos los diarios, lo hice perfectamente, al extremo de haberlo anulado”.

A Kairuz lo acusa la familia de Olga Aredez –una madre de Plaza de Mayo, ya fallecida, que daba su ronda en soledad en Libertador General San Martín, Jujuy– de haber actuado en la represión ilegal cuando era entrenador del club Atlético Ledesma en 1977. Ahí se encuentra el feudo de la familia Blaquier, propietaria del ingenio que lleva el mismo nombre y por el cual es más conocido el pueblo.