Domingo, 2 de julio de 2006 | Hoy
Claudio Morgado (conductor televisivo): “A los argentinos nos gusta transgredir. Somos una especie a la que no nos gusta que nos impongan límites. Todos, en algún momento, hicimos alguna truchada. ¿Quién no violó alguna vez una señal de tránsito con el auto? Y lo peor es que muchas veces lo hacemos sin ningún fundamento, por simple rebeldía o porque nos sale naturalmente. Creo que se debe a que somos un país adolescente. En un país adulto, las instituciones se respetan. La madurez institucional viene con el ejercicio. Y como en la historia argentina hubo muchas interrupciones democráticas, todo lo que venga de las instituciones nos importa muy poco”.
Cucho Parisi (cantante de Los Auténticos Decadentes): “Todo esto es parte de nuestra cultura, aunque no sé bien de dónde vendrá. Y no es de ahora, porque ya en los tangos de Discépolo se habla de que ‘el que no llora no mama’. ¿Alguien se imagina una canción así en Alemania? La viveza criolla está buena, y creo que se dio por la necesidad de hacer todo más de aguante: en el Primer Mundo tienen todo, entonces no precisan zafar. Eso sí, en algunos viajes he visto argentinos insoportablemente soberbios, que nos hacen quedar muy mal. En lo personal, a veces me mando bardos con el tránsito, por ejemplo, casi como si fuera un juego: total el cana no me ve, y si me ve, lo arreglo... Y es una estupidez, porque no ponerte un cinturón de seguridad o pasar un semáforo en rojo te puede jugar en contra”.
Mex Urtizberea (humorista y conductor): “Nosotros nacimos, nos criamos y maduramos dentro de la cultura del piola. Somos descendientes de italianos, que también se especializan en sacar provecho del otro. Encima, en los noventa, con Menem y Tinelli como iconos de la ‘viveza criolla’, el chiste era ver quién era más piola. Hay muchas características del argentino medio que yo no tengo: no me gusta reírme del otro, aprovecharme del que menos tiene... Me da vergüenza todo eso. Y más siendo una persona pública. Una vez, un policía me paró porque estaba hablando por celular en el auto. Yo le decía que tenía razón, que haga lo que tenía que hacer, y el tipo me daba vueltas y vueltas. Y como yo no aflojaba me dijo: ‘¡Pero loco, dame algo! Para el café, al menos...’. Me sorprendió tanto que le di un sobre que tenía en la guantera con un billete de dos pesos y un par de monedas de 25 centavos, creo. El tipo estaba agradecidísimo. Todavía hoy no lo puedo creer. ¡El tipo me obligó a coimearlo!”.
Tom Lupo (periodista y poeta): “Es bravo el tema porque yo soy argentinista. En lo individual tenemos grandes valores, una gran educación y brillamos en el mundo, pero en lo social, cuando se trata de organizarnos, aparece nuestra falla mayor. Es una falla social porque, en realidad, nos terminamos perjudicando unos a otros. Es un canibalismo que se instaló y una cierta falta de ley. Lo veo mucho en la educación de los chicos: se cree que lo permisivo les hace bien, y los padres no pueden imponer ley. Cuando, en realidad, poner un límite es un acto de amor. De todos modos, quiero hacer una salvedad: es verdad que nosotros trampeamos en cosas chiquitas, pero nunca tiramos una bomba atómica”.
Carlos Garaycochea (humorista y dibujante): “Respecto del argentino medio tramposo digo que nunca voy a ponerme en contra de la mayoría (risas). No sé qué decir, porque, en general, forma parte de nuestra idiosincrasia. Mentimos, somos ventajeros y tenemos todas las condiciones que hemos visto en los mediáticos que han ido a Alemania a mostrar qué piolas que somos, y que no nos han representado muy bien que digamos. Tampoco podemos mandar una docena de Barenboim o de Martha Argerich. Forma parte de lo nuestro. Uno de los males que tenemos es que vivimos con las trampas y con las ventajas. No sé cómo se cambia eso... Bah, sí sé: en mi escritorio tengouna escultura de Bismarck. El, que unificó a Alemania, utilizó los únicos métodos que pueden llegar a servir para terminar con nuestros males.”
Sebastián Wainraich (humorista y conductor): “La frase típica del argentino medio es: ‘Decile que vas de mi parte’. O: ‘Pedile que te atienda antes a vos que sos amigo mío’. Ese acomodo se aplica a todo tipo de situación: para adelantarse en una cola, para sacar el registro o conseguir un laburo. Es el placer de sentirse importante; eso a los argentinos es lo que más nos gusta en el mundo”.
Carlos Ulanovsky (periodista y escritor, autor del libro Cómo somos, trapitos argentinos al sol): “Tranquilos, encuestadores de la pálida, mensajeros del pánico: seguro que no somos los mejores, pero tampoco somos los peores. Somos tan fabulosos y detestables como muchos otros. He conocido a muchos italianos truchos; ucranianos rápidos en echarles la culpa de todo a los demás; brasileños agrandados; mexicanos inestables; austríacos repetidores de errores; israelíes necios; españoles cultores del pasotismo (nuestro ‘ma sí’); franceses insoportables críticos de todo; norteamericanos egoístas. Y así podría seguir varias horas. Pero me he dado cuenta de que nada de eso, por sí solo, define una nacionalidad, una forma de ser. Nosotros de cada cosa tenemos algo. Pero si tengo que elegir una característica que, por generalizada, nos identifica con lo peor, ésa sería la hipocresía. Y lo mejor sería que disponemos de una creatividad natural y el creciente y diferente sentido de la solidaridad, del 2001 para aquí”.
Mercedes Sosa (cantante): “Como en todo, no se puede generalizar: habrá algunos argentinos chantas y truchos, pero por suerte no son todos. Yo me siento orgullosa de que en este país existan artistas como Les Luthiers, por poner un ejemplo. No hay nada de trucho en lo que ellos hacen. O músicos extraordinarios como León Gieco, Víctor Heredia o Teresa Parodi, que además de buenos artistas son solidarios. ¿Alguien puede decir que ellos son truchos? No hay que generalizar, ni siquiera creo que se pueda hablar de un ‘argentino medio’: está la gente del pueblo, y hay argentinos que tienen mucha plata y no tienen idea de lo que es la Argentina. Los dos grupos son argentinos, pero muy diferentes entre sí”.
Horacio Fontova (músico y humorista): “Hay tanta cosa chanta en el argentino... Lo que más chanta me resulta es el síndrome de Pilatos que padecemos: el ‘qué se le va a hacer’, el arrugator. En este país hay mucho talento, pero nos dejamos cagar, bancamos la que viene sin salir a protestar. Somos medio cagones a la hora de ejercer la justicia que nos corresponde. Para mí, esa falta de hidalguía es la mayor de las chantadas argentinas, la más preocupante. Después, a la viveza criolla la alabo: en este Mundial jugamos bien porque somos vivos, nos cagaron en la ruleta con los penales, pero yo prefiero la viveza de Tevez a la frialdad de un alemán. Una truchada que asumo, como buen porteño, es esa picardía de reírse del gordo, del narigón o del que se cayó de culo en la calle. Otras cosas, como coimas, no. Soy bastante inocente. Por eso estoy por cumplir 60 años y todavía sigo teniendo un Duna del ’91”.
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