Viernes, 11 de junio de 2010 | Hoy
EL MUNDO › EL JEFE DE ESTADO ESPAÑOL TAMBIEN TRATO CON EL PAPA ASUNTOS COMO LA EDUCACION Y LA FUTURA LEY DE LIBERTAD RELIGIOSA
En una jornada frenética, habló con el Papa, anunció el decreto de flexibilización laboral, recibió un desplante de Berlusconi y los consejos de Felipe González. Fracasó la negociación entre sindicatos y empresarios.
Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
Media horita con el Papa y rápida vuelta a casa para estar presente en el momento en que su gobierno anunciaba que llevará al Parlamento una reforma laboral elaborada por decreto, ya que el consenso entre los sindicatos y los empresarios no se ha logrado. Pero el despido se abaratará igual, ésa es la línea que defendió ayer José Luis Rodríguez Zapatero en una jornada agitada, que incluyó un curioso desplante que le hizo el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, dejándolo solo en una conferencia de prensa que se supone darían en conjunto. Al finalizar el día se encontró con el ex presidente y correligionario Felipe González, que le recomendó que no se deprimiera.
Zapatero llegó ayer a Roma para hablar con Benedicto XVI de muchas cosas. La crisis económica, la educación –un territorio en el que han chocado con dureza Iglesia y gobierno en los últimos años– y sobre la futura ley de libertad religiosa. La visita fue breve, era la segunda que Rodríguez Zapatero realizaba al Vaticano desde que fue electo, en 2004 y, con la misma brevedad con que se produjo, se borró de los titulares de los periódicos, en un día marcado por el debate nacional en torno de la reforma laboral.
Luego de once largas horas de discusión, en una reunión maratónica que concluyó a las 6 de la madrugada del jueves, el gobierno socialista anunció que las tratativas para lograr un acuerdo en torno de la polémica reforma del mercado de trabajo habían fracaso y que el gobierno la iba a sacar por decreto. El Ejecutivo socialista acusó a los empresarios de ser quienes opusieron los obstáculos más importantes y defendió una línea consistente en abaratar el despido, como exigen empresarios y organismos de crédito internacionales, pero sin lesionar los derechos de los trabajadores. Los sindicatos esperan ver la propuesta de decreto para decidir si van a convocar o no una huelga general.
La fórmula que proponen los socialistas es la de un subsidio otorgado por el Estado para cubrir parte de los gastos ocasionados por un despido. Desde la oposición, el Partido Popular, que mantiene una postura ambigua con respecto a las reformas que está poniendo en marcha el gobierno de Rodríguez Zapatero, afirmó ayer que estaba dispuesto a apoyar la reforma en el Parlamento si el gobierno primero lo consultaba. El PSOE se encuentra en serias dificultades para sacar adelante la propuesta, ya que aun si elige la vía del decreto, debe someterlo a un Congreso donde no tiene la mayoría, el mismo Parlamento que hace apenas unos días le aprobó por los pelos su plan de ajuste.
Pero después de la fallida huelga que los funcionarios llevaron a cabo el miércoles para protestar por la rebaja de sus salarios, la administración socialista se siente más confiada, ya que cree que la sociedad ha entendido las dificultades y está dispuesta a aceptar los sacrificios que exigen los inmisericordes mercados. Una prueba de que el gobierno socialista está menos solo que antes de la huelga es que los nacionalistas catalanes de Convergencia I Unió han dado sobradas muestras de estar dispuestos a apoyar la reforma en el Parlamento, siempre y cuando “valga la pena”, como afirmó ayer su vocero, Josep Antoni Duran. CIU no sólo es el tercer bloque parlamentario, es también la voz de la potente burguesía catalana. Por lo cual no hace falta tener mucha imaginación para entender qué significa ese “valga la pena”.
Desde los sindicatos se huelen que la reforma laboral socialista no será un bocado fácil de digerir y, aunque han hecho lo imposible por no cortar amarras con el gobierno de Rodríguez Zapatero, será difícil que se queden de brazos cruzados si el gobierno se mete, por ejemplo, con el espinoso tema de los convenios colectivos. Los empresarios quieren que las empresas en dificultades económicas puedan “descolgarse” de los convenios sin tener que esperar el acuerdo de los trabajadores, algo que para los sindicatos es inadmisible.
Desde Izquierda Unida, Gaspar Llamazares lamentó la voracidad “sin límites” de los empresarios y la pasividad del gobierno. “Da la impresión”, dijo, “que están preparando una contrarreforma laboral en contra de los que más sufren en esta crisis, esto es, los trabajadores en general”. Por la tarde, Felipe González, ex presidente socialista, se permitía darle consejos a Zapatero durante la celebración de los cien años del grupo socialista en el Congreso, evento en el que participaron ambos: “Cuando las cosas van mal, militancia pura y dura” y a sacudirse “la depre”. “Felipe, de depre nada”, respondió el primer ministro socialista, caracterizado por tener un optimismo que rara vez se vincula con la realidad.
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