Viernes, 11 de junio de 2010 | Hoy
EL PAíS › CUARTA AUDIENCIA EN EL JUICIO POR LA MASACRE DE MARGARITA BELEN
Por Marcos Salomon
Desde Resistencia
La agitada y caliente audiencia de ayer, en el marco del juicio por la masacre de Margarita Belén, comenzó antes del debate, cuando los gendarmes que custodian el lugar no le permitieron a la familia Piérola sentarse en la primera fila de las butacas que usan los familiares de los nueve imputados. El juicio propiamente dicho comenzó con la lectura de la resolución del Tribunal Oral Federal rechazando los planteos de nulidades realizados por la defensa (oficial y particular) de los imputados. Después, la audiencia estuvo cargada de emotividad, ya que fue la primera vez en la historia en que los represores fueron sentados formalmente en el banquillo de los acusados.
La presidenta del Tribunal Oral Federal, Gladys Yunes, les leyó a los imputados de qué están acusados, luego, los sentó, por primera vez, en el banquillo de los acusados para hacerles preguntas formales, para después dejarlos elegir entre la abstención y la oportunidad de declarar.
Uno a uno fueron pasando por el banquillo Ernesto Simoni, Luis Alberto Petetta, Alfredo Chas, Horacio Losito, Ricardo Reyes, Jorge Carnero Sabol, Athos Rennes, Aldo Martínez Segón y Germán Riquelme.
Losito, visiblemente exaltado, fue el primero en decir que iba a declarar. Martínez Segón aprovechó para dejar aclarado que en 1998 no llegó a coronel porque en el Senado de la Nación rechazaron la recomendación del Ejército por estar vinculado con la Masacre de Margarita Belén.
En un cruce con la jueza Yunes, Losito se negó a ventilar datos personales porque “hay una fuga de seguridad” y advirtió que puede perjudicar a su familia. Después, Losito, que parece ser el director de la orquesta, leyó un escrito marcado con resaltadores a manera de declaración y se limitó a respetar la letra escrita en el papel. Comenzó diciendo: “No sé de qué conducta se me acusa”. También negó haber sido oficial de inteligencia en el ex Regimiento de Infantería 9 de Corrientes (en esa provincia fue condenado a 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad en otra causa): “Y me atengo a los reglamentos militares”.
Luego, disparó contra todos: primero, cuestionó “la cantidad de fiscales y querellantes”; segundo, le pegó al fiscal general Jorge Auat: “Dice que le pusimos cepo a la historia, no sé qué tengo que ver yo con el cepo”; tercero fue contra fiscales y el abogado querellante Mario Bosch: “Quiero que se les prohíba usar mi nombre” cuando pueden usar otros. “No sólo está en juego mi libertad, sino mi honor”, justificó.
Con Bosch parece tener una cuestión personal, porque también lo culpó de “no poder concentrarse” en las primeras jornadas del juicio (cuando se leyeron los requerimientos y el auto de elevación a juicio), ya que el abogado “se para y se sienta a cada rato”. Aún más extraño fue cuando arremetió contra el registro audiovisual del juicio, a cargo de la Dirección de Cine del Instituto de Cultura por encargo del Incaa. “Hay una cámara (filmadora) muy cerca, cada vez que hablamos o gesticulamos nos enfoca y no estoy acostumbrado a ello –ni quiero estarlo–”, hecho que, dijo, también le quita concentración. Finalizó con un extraño pedido –o no tanto–: que durante las declaraciones testimoniales se lo siente en un lugar donde pueda ver a la cara a los testigos. Correctamente, antes de comenzar la audiencia saludó a la prensa y al finalizar también se despidió de Bosch.
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