Viernes, 3 de septiembre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › DESPUES DE LA INVASION, BAGDAD INTENTA RECUPERAR SU SOBERANIA
Tras el fin de la misión estadounidense de combate, Irak ha dado un gran paso hacia una mayor independencia, pero contrariamente a lo que afirman sus dirigentes, el país está aún muy lejos de ser soberano, indicaron el jueves analistas iraquíes. Siete años de ocupación y varios años de sanciones de la ONU impuestas tras la invasión de Kuwait en 1990 pusieron de rodillas a esta antigua potencia regional, que aún necesita a Estados Unidos, indican estos expertos.
“Hace años que Irak intenta recuperar su soberanía”, recuerda Hamid Fazel, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Bagdad. “La retirada gradual de Estados Unidos supone un paso en esa dirección, pero aún quedan muchos obstáculos por superar”, explica. Con el fin de la misión norteamericana de combate, el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, proclamó que su país volvería a ser “soberano e independiente”.
Pero es muy difícil considerar independiente a un país que aún alberga a 49.700 soldados estadounidenses, según el politólogo Ihssan al Shammari, de la Universidad de Bagdad. “La retirada fue simbólica”, afirma, recordando que era un compromiso que el presidente Barack Obama quería respetar. “Eso se vio cuando anunció el final de la misión de combate. Su discurso en la Casa Blanca estaba destinado a los estadounidenses, no a los iraquíes”, explica.
Para Fazel, la supuesta soberanía iraquí está en contradicción con el papel “preponderante” que Wa-shington sigue desempeñando en este país, especialmente en materia de seguridad. “Irak necesita siempre el ‘paraguas’ estadounidense. El país es incapaz de protegerse de ataques exteriores”, añade.
Aziz Jabr, profesor en la universidad Mustansiriya, insiste también en la debilidad de Irak en la región. “Irak carece de fuerza de disuasión ante Irán, Turquía, Siria o Arabia Saudita”, afirma, citando además al jefe del Estado Mayor iraquí, Babaker Zebari, quien considera que el ejército no estará listo antes de 2020.
En el plano interior, el fin de la misión de combate norteamericana hace recaer en los iraquíes todo el peso de la lucha contra la insurrección, en un contexto político de callejón sin salida, ya que los partidos aún no se han puesto de acuerdo para formar gobierno, casi seis meses después de las elecciones del 7 de marzo. Pese a un rebrote de la violencia y de atentados desde julio, Maliki afirmó que su ejército y su policía eran “capaces” de cumplir su tarea, aunque sus palabras suscitaron notable escepticismo entre sus compatriotas.
Para Jabr, la misión de las fuerzas de seguridad se complica por la ineficacia de los servicios de información, “capaces de obte-ner informaciones pero no de analizarlas”.
Shammari también está convencido de que “la guerra contra el terrorismo no depende de los efectivos, sino de los servicios de información”.
“Armar y entrenar a las fuerzas iraquíes no ha sido evidentemente suficiente”, asegura.
Al margen de la influencia estadounidense, la soberanía de Irak sigue gravemente mermada –subraya Fazel– por el hecho de que Bagdad “sigue estando bajo el régimen del capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas”.
Veinte años después de la invasión de Kuwait, Irak sigue soportando sanciones draconianas impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Las mismas, sumadas a las consecuencias de siete años de violencia, han dejado a la economía iraquí en estado ruinoso. Es cierto que Bagdad cuenta con sus extraordinarias reservas petroleras para recuperarse, pero no ha conseguido votar aún una crucial ley de hidrocarburos para reactivar ese sector.
Además, Irak sigue pagando 5 por ciento de sus ingresos petroleros al fondo especial de la ONU, en concepto de reparación tras la guerra del Golfo.
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