Domingo, 24 de septiembre de 2006 | Hoy
La decisión del gobierno de repartir pastillas del “día después” enfureció a la Iglesia y dividió a la Concertación.
A veces los grandes problemas vienen en frasco chico. Sucede en Chile, donde la “píldora del día después” causa un revuelo que pone a prueba la solidez de la coalición gobernante y parte las aguas como nada en un país todavía en transición. La Iglesia contra el gobierno. Michelle Bachelet contra Soledad Alvear. El Partido Socialista contra la Democracia Cristiana. Conservadores contra progresistas. Laicos contra católicos. Todo por la decisión del gobierno chileno de entregar la píldora gratis a las adolescentes mayores de 14 años que lo soliciten, incluso sin autorización de sus padres. Partidarios y detractores de este anticonceptivo de emergencia desenvainaron argumentos con pasión ante la nueva norma dictada por el Ministerio de Salud. La discusión sigue abierta, y parece que da para rato.
El gobierno dio dos justificaciones para su decisión: la primera, que cada año nacen 38.000 niños de madres adolescentes en el país. La segunda, el principio de igualdad. Bachelet, médica de profesión, recordó que entre los jóvenes de hogares ricos hay un 2,3 por ciento de embarazos, mientras que entre los pobres el promedio es del 20,6 por ciento: los más pudientes acceden a métodos de control de natalidad. En Chile está prohibido el aborto, pero se practican unas 160.000 intervenciones ilegales cada año. “Bachelet ha sido muy clara. Lo que se tutela es el conjunto de derechos que tiene cada persona ante las mismas necesidades”, afirmó a Página/12 el Dr. Ramiro Molina, director del Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Como era de esperarse, la reacción más fuerte provino de la Iglesia Católica. “La normativa recuerda a políticas públicas fijadas en regímenes totalitarios, que pretendían regular la vida íntima”, afirmó esa institución, en la que fue considerada como la crítica más dura a un gobierno desde el retorno a la democracia en el país en 1990. La respuesta de Bachelet no se hizo esperar. “En democracia, nadie impone sus creencias”, afirmó la mandataria.
La medida no sólo enfrentó al gobierno con la Iglesia, sino también a los partidos de la propia coalición gobernante, la Concertación. El Partido Socialista y el Partido por la Democracia cerraron filas en torno al gobierno. La Democracia Cristiana (DC), en cambio, criticó la norma. “La política gubernamental puede ayudar a promover una sexualidad precoz, no responsable y que expanda pandemias que nuestro sistema de salud combate, como es el caso del sida”, indicó el partido en un documento. Aunque reconoce que existe inequidad en el acceso a métodos anticonceptivos, la DC reclama brindar mayor información y ofrecer métodos de planificación familiar.
Si bien la mayoría de los políticos opinaron sobre las ventajas y desventajas de la píldora, las caras visibles de la confrontación en el interior de la Concertación fueron dos mujeres: Bachelet y la presidenta de la DC, la ex canciller Soledad Alvear, quien fue precandidata presidencial y debió declinar su postulación ante el liderazgo en las encuestas de la actual mandataria. Mientras Alvear no dudó en afirmar que la píldora es el “camino más fácil”, Bachelet indicó que “el gobierno no puede esconder la cabeza ante los problemas del país”. Otras figuras del gobierno también defendieron la medida. “Aun cuando el plan ideal para tratar la sexualidad y la educación sexual es la familia, cuando ésta y el colegio fallan, el Estado debe actuar”, afirmó el ministro del Interior, Belisario Velasco.
Pero la molestia en la DC va más allá de la entrega del medicamento, ya que también se criticó que La Moneda no haya informado con anterioridad al partido. De hecho, a pesar de que el gobierno señaló que la disposición de la cartera de Salud es el resultado de un largo debate, trascendió que la medida habría sido decidida sólo por Bachelet y la ministra de Salud, María Soledad Barría, que es muy cercana a la mandataria.
Barría justificó la decisión con el argumento de que se trata de una “medida técnica”, contenida dentro de las Normas Nacionales sobre Regulación de la Fertilidad elaboradas por el ministerio y que deben aplicar todos los trabajadores sanitarios. Pero quedó claro que para muchos grupos es más que eso. “Son políticas que trascienden lo meramente técnico, porque tienen que ver con los valores, con lo familiar”, afirmó Pedro García (DC), ministro de Salud durante el gobierno del ex presidente Ricardo Lagos (2000-2006). “La decisión se tendría que haber tomado de otra forma. Lo mejor hubiera sido el diálogo con todos los grupos y partidos”, agregó el ex ministro García en conversación con este diario.
Con todo, los parlamentarios aseguran que la coalición de gobierno es inquebrantable. “En la Concertación hemos aprendido a convivir en la diferencia. Las divergencias se han manifestado en varias oportunidades y hemos sabido superarlas”, afirmó el senador socialista Ricardo Núñez en diálogo telefónico con Página/12. Los demócrata cristianos coinciden. “En la Concertación siempre hemos sido capaces de resolver las diferencias y de avanzar”, afirmó el diputado Roberto León al diario chileno La Nación. Lo que queda claro es que la batalla por la “píldora del día después” no concluyó. “Tenemos discusión para rato”, afirmó el Dr Ramiro Molina, el especialista en reproducción.
Informe: Virginia Scardamaglia.
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