Domingo, 6 de mayo de 2007 | Hoy
EL MUNDO › EL CANDIDATO DERECHISTA ESTA A UN PASO DE GANAR EN EL BALLOTTAGE ELECTORAL
Con una campaña basada en mérito, patria, trabajo, orden, disciplina, identidad nacional, familia, ilusión de una renovación profunda, Nicolas Sarkozy parece haber impuesto su agenda electoral.
Por Eduardo Febbro
Desde París
El único interrogante que permiten los sondeos consiste en saber con qué porcentajes de transferencia de votos puede contar la candidata socialista Ségolène Royal para ganar la segunda vuelta de la elección presidencial que se celebra este domingo. La salva de sondeos que circula desde hace 48 horas en Francia adelanta como un hecho la victoria del conservador Nicolas Sarkozy con marcadas diferencias, entre 7 y 10 puntos. Todo se jugará entonces según la manera en que los electores que votaron en la primera vuelta lo hagan en la segunda. En relación con los votos obtenidos hace dos semanas (primera vuelta), Ségolène Royal sacó dos millones menos de votos (25,8%) que Nicolas Sarkozy (31,1%). La diferencia hay que conquistarla en los 15 millones de personas que votaron por los demás candidatos, un abanico que va desde la extrema izquierda, pasando por el centro, hasta la extrema derecha. La otra reserva de electores son los abstencionistas. Estos, representan igualmente 15 millones de personas.
La candidata socialista tiene un horizonte electoral complicado. La aritmética de la transferencia de votos entre la primera y la segunda vuelta, el comportamiento tradicional de los abstencionistas y la propia dinámica política instaurada por Nicolas Sarkozy a lo largo de estos cinco últimos años en que montó pieza por pieza su ascenso a la presidencia hacen de la victoria socialista un sueño que depende de muchos factores. El traslado de votos entre una y otra vuelta es tan complejo que incluso no todos quienes lo hicieron por Royal en la primera repetirán su gesto en la segunda. Los institutos de opinión evalúan en 7% (600 mil votos) la cantidad de votantes que este domingo cambiarán de opción, socialista por conservadora. Mérito, patria, trabajo, orden, disciplina, identidad nacional, familia, ilusión de una renovación profunda, Nicolas Sarkozy parece haber impuesto su temática a una mayoría de electores. Su dominación actual ha sorprendido incluso a los observadores más agudos de Francia. Sarkozy entró en las urnas con un discurso que se inscribe en total oposición a la cultura política francesa. Por ejemplo, su propuesta política tiene acentos intimidatorios y, sobre todo, es antiigualitaria en una sociedad marcada por su aspiración y su construcción del igualitarismo. Sarkozy se presenta como la víctima de una diabolización que hizo de él un personaje autoritario, violento, de fácil pérdida de control y que representa una amenaza para la democracia. Esa acusación no es sólo parte del discurso opositor sino que también traduce un temor presente en un porcentaje considerable de electores. En las páginas del semanario Le Nouvel Observateur, el historiador y demógrafo Emmanuel Todd reconoce que evaluó mal la potencia de Sarkozy: “Subestimé el fenómeno Sarkozy porque no veía cómo su discurso fundamentalmente antiigualitario, comunitarista, amistoso con los ricos y duro con los pobres, absurdamente bushista, podía seducir al electorado. Porque Sarkozy estaba en una lógica de enfrentamiento con los valores igualitarios de Francia no me preocupé mucho”.
Pero esa lógica a la que se refiere Emmanuel Todd tiene, según la adivinanza de los sondeos, la elección ganada. Sarkozy lideró una auténtica revolución de la derecha y llegó a romper con una de las tradiciones políticas más fuertes de Francia, es decir, el gaullismo social, la derecha social. El candidato conservador renovó desde el pensamiento de la derecha francesa hasta su propio lenguaje. “Quise devolverle a la derecha republicana su orgullo para que deje de tener vergüenza de ser derecha”, explicó Sarkozy. Empresa completada en todos los ámbitos de la derecha francesa, cuya primera víctima es la derecha encarnada hasta ahora por el presidente saliente, Jacques Chirac. Sarkozy se atribuye haber creado un lenguaje y un espacio para que los suyos pudieran hablar de igual a igual con lo que él llama “la dictadura del pensamiento único”, es decir, la izquierda. El candidato conservador no se privó de ningún recurso. En sus discursos de campaña citó desde a Jean Jaurés (padre del socialismo francés), hasta a Albert Camus y Antonio Gramsci, la gran figura del comunismo italiano. Sin complejos.
Ségolène Royal hizo temblar los cimientos de un Partido Socialista sin proyecto fijo, asfixiado por las tendencias e inmovilizado por las ambiciones personales de varios de sus líderes. Para llegar a la segunda vuelta de este domingo, Royal dejó en el camino a los más influyentes personajes del PS. Primero los derrotó virtualmente, cuando los sondeos la presentaban como la mejor candidata para derrotar a Sarkozy, y luego en la primaria del PS. El proyecto de Ségolène Royal sufrió todas las intemperies del otro pensamiento único, el de su propio partido y el de los medios de comunicación. Su idea central, la democracia participativa, es una de las propuestas más creativas que se hayan escuchado en los países occidentales. Sin embargo, estuvo bajo el fuego cruzado de la crítica socialista, de las tomadas de pelo, de la indiferencia y hasta el sarcasmo de los medios. Hay en Francia, como lo explicó en un libro el ex primer ministro socialista Lionel Jospin, una suerte de aristocracia compuesta por los pensadores oficiales y los industriales de los medios de comunicación que, como nunca antes, desempeñó un papel preponderante en la difusión de las ideas dominantes. Las de Royal no entraron en esos intereses. Todas las encuestas lo muestran claramente: para los franceses, Royal es la candidata de la continuidad, Sarkozy el de la renovación. La derecha no se ha caracterizado mucho por su carácter renovador, pero la sociedad francesa parece creer en ello. Ségolène Royal sobrevivió al complot socialista y al encono de los medios, Sarkozy sobrevivió a las contradicciones de su propia trayectoria: durante cinco años fue miembro de uno de los gobiernos conservadores más congelantes de que se tenga memoria, pero tiene corona de renovador.
Los cálculos estadísticos presentan proyecciones altamente negativas para la candidata socialista. Ségolène Royal reiteró su llamado a “desmentir los sondeos” pero conjurar, en 24 horas, tantas cifras adversas se aparenta con el milagro. Para convertirse en la primera mujer francesa que accede a la presidencia mediante el sufragio universal Royal necesita una combinación extremadamente precisa, atada a los resultados de la primera vuelta. La victoria, para Royal, equivale a contar con 80% de los votos de la izquierda –fuera de los socialistas–, con 20% de los de la extrema derecha, con un despertar significativo de los 15 millones de abstencionistas y de dos terceras partes de los votos centristas (7 millones en total).
Nicolas Sarkozy ya se ve adentro. Su entorno hizo saber que se retiraría, tal vez en un monasterio, a fin de “sumergirse en la función (presidencial) y medir la gravedad de las responsabilidades que, en adelante, están sobre sus espaldas”. La derecha ya preparó su fiesta –Plaza de la Concordia– y el retiro espiritual de su candidato. La victoria parece pactada con el destino. Entre el pacto y lo real median dos millones de votos.
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