El suspenso se adelantó a la cita. Hasta hace 48 horas, la victoria de Nicolas Sarkozy, anticipada durante tantos meses, era un capital seguro pero amenazado por los porcentajes del centro y por ese espectro del miedo que el candidato conservador suscita en amplios sectores de la sociedad. Ya no es así. 7, 8, 10 puntos de diferencia a favor del candidato conservador muestran que su estrategia puede dar en el blanco. Los electores (54%) dicen estar seguros de que en esta elección están en juego dos maneras de concebir la política, aceptan que es también une elección entre dos personalidades (24%) y que se trata igualmente de elegir entre la izquierda y la derecha (20%). Inmigración, seguridad, política económica, política laboral y Europa son los campos en los que Nicolas Sarkozy encuentra más adhesiones. Educación, medio ambiente, protección social y política de la vivienda constituyen los temas en donde la socialista Ségolène Royal se muestra más convincente.

Pero en esa división de temas y su relación con la credibilidad de cada candidato aparece otra percepción que encoge el espacio de los cálculos electorales. Cuando se interroga a la sociedad qué representa cada candidato, 63% estima que la elección de Nicolas Sarkozy equivale a un cambio mientras que la victoria de Royal no acarrearía ninguno (45%). Nicolas Sarkozy convenció al mal humor de los franceses, al hartazgo de un sistema envidiado en el mundo pero hoy “impugnado por la sociedad”. Entre el cambio a medias y el cambio sin miramientos, las encuestas le sirven a Nicolas Sarkozy la victoria en bandeja.

La batalla entre Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy se plasmó más en el plano de la personalidad que en el de los programas. El politólogo Dominique Reynié explica: “los electores se hacen muchas preguntas sobre los dos candidatos. Sobre Sarkozy, se preguntan si acaso no es peligroso. Sobre Royal, la gente se pregunta si es competente”. Jean Marie Charon, investigador en comunicación, observa que los dos finalistas recurrieron más a la carta de la imagen que a la de las plataformas: “los dos finalistas jugaron con el registro del carácter, de los temperamentos, con una manera de personalizar el poder más que con los programas”. Diálogo directo (Royal) contra candidato del pueblo (Sarkozy). La politóloga Mariette Sineau acota que mientras Ségolène Royal se presentó como una “mujer libre y moderna”, Sarkozy se afirmó como “el candidato de la ruptura”. En esa batalla de imagen, Nicolas Sarkozy parece estar a punto de haber ganado dos en una. Si los sondeos se cumplen, Sarkozy le habrá ganado a la imagen del miedo que su propia brutalidad y sus constantes intimidaciones transmiten, y también a sí mismo. ¿Quién o qué puede derrotar a Nicolas Sarkozy? “Lo único que puede impedir que salga electo es su personalidad”, dice Dominique Raynié. En esas horas determinantes que son los días finales de campana, Sarkozy borró los filos de su personalidad que cortaban todo lazo electoral con él. Fiel a su estrategia de tensión externa, de provocar promoviendo rupturas, de vender una Francia del mérito, que pueda trabajar cuanto quiera pero sin demasiada protección social, Nicolas Sarkozy es también protagonista de una hazaña personal: convencer a la sociedad más protegida del mundo, más asistida por el Estado, más ayudada que ninguna otra por los miles de mecanismos estatales, que la vida puede ser mejor si uno se las arregla sin ayudas, trabajando y acumulando méritos. ¿Sabrán los franceses vivir sin tantos mimos, sin tantos paracaídas, sin tantos patrimonios sociales y culturales que hacen el orgullo de su identidad y, hoy, se han convertido en una opción de ruptura? Amplia paradoja resumida en el mostrador de un bar del distrito 19 de París: “Fíjese adónde hemos llegado. El mundo nos envidia y nosotros nos despreciamos”.