Domingo, 6 de mayo de 2007 | Hoy
Por Horacio Verbitsky *
Para nosotros es verdaderamente impresionante que Página/12 cumpla veinte años. Nació en un momento en el cual había terminado la dictadura más cruenta de nuestra historia y un sector importante de la sociedad no terminaba de darse cuenta. Quienes habíamos participado en redes clandestinas de difusión de información en el país, como fue mi caso, o los que habían contribuido desde el exterior en la denuncia de la situación, no teníamos mucho espacio terminada la dictadura para trabajar en el país en un periodismo diferente del periodismo oficialista, burocrático y vergonzosamente cómplice de la dictadura que habíamos tenido. El núcleo principal de la prensa argentina fue parte del dispositivo dictatorial, por miedo, por intereses o por coincidencias ideológicas. Es imposible olvidar que la principal fábrica de papel de la Argentina es una sociedad entre los dos principales diarios y el Estado, y que esa asociación se realizó mientras los propietarios privados iniciales estaban detenidos en campos de concentración y fueron obligados a vender su parte accionaria bajo tortura. Vale la pena recordar estas cosas hoy, 3 de mayo, Día internacional de la Libertad de Expresión, cosas que están en el origen de la necesidad de ser de un diario como el nuestro.
Antes de Página/12 había habido una revista, que se llamó Humor, donde empezaron a decirse algunas cosas cuando aún los militares regían el país. En el ’84 apareció el semanario El Periodista y luego, a partir del ’87, Página/12 en forma diaria. Era imprescindible un medio diferente.
Qué pasaba: Desde el ’30 al ’84 en la Argentina hubo más gobiernos elegidos por las botas que por los votos. Sólo terminaron en ese período su mandato dos presidentes electos por voto popular, ambos generales del Ejército; uno había asumido tras elecciones fraudulentas, otro fue derrocado en su segunda presidencia. Durante más de medio siglo, lapso en el cual nos criamos la mayoría de los que participamos en Página/12, había prevalecido la cultura del miedo, en que cada período democrático era un interregno entre dictaduras. No eran las condiciones más propicias para que floreciera la libertad de expresión.
En el ’87 sabíamos que el diario no duraría un día si la democracia no echaba raíces profundas. Una democracia imperfecta, como todas, salpicada de corrupciones, transacciones indebidas y otras miserias, pero que permitiría vivir sin temor a que se voltearan puertas de noche, a la desaparición forzada, al servilismo a una autoridad eterna, como la que han conocido ustedes durante décadas y de la cual se liberaron poco antes de que la peor de las noches comenzara para nosotros.
Yo crecí rodeado de exiliados españoles. Mi padre trabajaba en Noticias Gráficas. La prensa argentina fue en general simpatizante de la República. Recibía con brazos abiertos a los españoles que vinieron a acompañarnos y a esperar que terminara esa tremenda dictadura. Y se hicieron así lazos profundos: mi hogar fue fecundado por esas visitas.
La Casa América Catalunya hace puente ahora entre dos comunidades que tienen afecto por la libertad y un común recuerdo espantoso de las dictaduras. Y la voluntad de que no vuelvan a repetirse y podamos desarrollar nuestras potencialidades con absoluta libertad.
En Argentina, más de un centenar de periodistas han sido detenidos desaparecidos por la dictadura. Para todos ellos es este premio hoy recibido de parte de un argentino vocacional, Antoni Traveria, que conoce más de nuestro país de lo que nosotros sabemos, por su maestro, y por Nano Serrat, otro argentino honorario vocacional que nos ha acompañado desde antes de la dictadura y hasta ahora.
* Extractado de su discurso de agradecimiento por el premio.
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