Domingo, 17 de febrero de 2008 | Hoy
EL MUNDO › EL SOCIALISTA ESPAÑOL ASPIRA A SER REELECTO; LOS CONSERVADORES ATACAN
El opositor Partido Popular liderado por Mariano Rajoy ha utilizado todo su poder de fuego mediático para socavar las reformas sociales del gobierno del PSOE. Y si gana el 9 de marzo, pretende desmontar esa legislación. Un último sondeo ubica en 1,5 por ciento la ventaja de los socialistas sobre los populares.
Por Oscar Guisoni
España vota el domingo 9 de marzo. Y aunque oficialmente la campaña electoral se abrirá el próximo sábado 23, los contendientes ya están subidos al ring y se disponen a protagonizar una de las más encarnizadas luchas políticas que se hayan visto en Europa en los últimos años. De un lado, los socialistas del actual primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero, una de las pocas socialdemocracias del continente que ha ampliado el Estado de bienestar, a contrapelo de la tendencia neoliberal que se ha apoderado de otros partidos socialistas del continente y que se ha enfrentado a la Iglesia legalizando el matrimonio homosexual, facilitando los trámites para el divorcio y pretendiendo ampliar el derecho al aborto, en un momento en el que las huestes del papa Benedicto XVI proclaman desde Roma el retorno del catolicismo preconciliar ultraconservador. En la otra esquina del cuadrilátero, el conservador Partido Popular, liderado por Mariano Rajoy, una derecha cada vez más rancia que no se ha podido quitar el estigma de su origen franquista y que en los últimos tiempos se ha acercado, en estilo y práctica política, más a Nicolas Sarkozy y a Silvio Berlusconi, que a la propuesta moderada de la alemana Angela Merkel.
En el medio, 44 millones de españoles que deberán decidir en estas elecciones sobre temas tan espinosos como la inmigración, la resolución de una incipiente crisis económica y la tensión siempre presente que plantean los nacionalismos regionales cuya expresión más radical es la organización separatista vasca ETA, a la que Zapatero no pudo convencer de que abandonara definitivamente la violencia. Las relaciones con América latina, aunque no están presentes de manera determinante en la campaña electoral, también están en juego.
El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido uno de los más tensos y agitados que se han vivido en España desde el retorno de la democracia en 1977. Aunque la campaña electoral todavía no ha comenzado, los españoles tienen la sensación de vivir inmersos en ella al menos desde septiembre del año pasado y hay quienes creen que en realidad comenzó el 15 de marzo de 2004, al día siguiente de que Zapatero ganara las elecciones con el país conmovido por el mayor atentado islamista perpetrado en suelo europeo hasta la fecha. “El Partido Popular ha sido extremadamente agresivo durante todos estos años”, afirma a Página/12 Soledad Gallego Díaz, analista política y columnista del diario El País. Utilizando todo su poder de fuego mediático, que no es poco, el PP ha tratado de desgastar a Zapatero sin darle tregua durante estos años, llegando incluso a poner en cuestión su política antiterrorista, algo que ningún partido en la oposición había hecho antes en España.
“El gobierno se equivocó en la manera de presentar la negociación fallida con ETA”, afirma Gallego Díaz, “y esto se tradujo en una desmovilización de las bases electorales socialistas”. El intento de llegar a la paz con los separatistas vascos y la reforma de los estatutos de autonomía de las regiones históricas fueron los epicentros del debate durante estos años, junto a la resistencia que planteó la derecha a la ley de matrimonio homosexual y a la implantación de la materia de Educación para la Ciudadanía en las escuelas, un intento de promulgar valores laicos que no gustó a la Iglesia y al PP. “La reforma de los estatutos tampoco fue bien presentada al electorado”, afirma la periodista de El País. El PP se cansó de afirmar que “España se rompe”, llegó incluso a promover el boicot a la compra de productos catalanes en protesta por lo que consideran un estatuto demasiado autonomista y agitó los ánimos contra vascos y catalanes apelando a viejas rivalidades que se creían ya superadas. “Y estos climas de crispación afectan más al votante de izquierdas que al de derechas”, concluye Gallego Díaz.
La izquierda escéptica
La táctica de corrosión política terminó dándole sus frutos al PP y esto se refleja en la mayoría de las encuestas, que predicen un nivel bajo de participación en torno a un 70%, la peor de las pesadillas socialistas. España es un país sociológicamente de izquierda. Incluso en los tiempos en que gobernaba el PP, con José María Aznar, la suma de votos del PSOE e Izquierda Unida era superior a la de los conservadores. Pero la izquierda cae a menudo en la tentación de la abstención, como ocurrió en el año 2000, única oportunidad en la que el PP consiguió la mayoría absoluta en el Parlamento.
Una muestra de ello es el último sondeo difundido esta semana por el Centro de Investigaciones Sociológicas, un organismo autónomo dependiente del gobierno que hace las mayores encuestas electorales del país. Luego de entrevistar a 18 mil personas, el CIS refleja que la diferencia entre socialistas y conservadores se ha reducido notablemente y se sitúa hoy en apenas un punto y medio de diferencia. Según esta encuesta, realizada a principios de febrero, el PSOE obtendría hoy el 40,2 por ciento de los votos, contra el 38,7 por ciento del PP. Esto les daría a los socialistas entre 158 y 163 escaños –se necesitan 176 para la mayoría absoluta– y al PP entre 153 y 157. Es decir, en el peor de los escenarios el PSOE tendría sólo un diputado más que la derecha, con lo que se vería obligado a pactar para formar gobierno con los cada vez más díscolos partidos nacionalistas moderados, como el Bloque de Galicia, Convergencia i Unió de Cataluña y el Partido Nacionalista Vasco. Los indecisos, según el sondeo, son todavía el 30 por ciento y la decisión de votar la han tomado el 72 por ciento de los ciudadanos. Aun así, Zapatero es el líder más valorado, con 5,3 puntos sobre 10, mientras Rajoy no logra el aprobado, con 3,95 puntos.
El mayor índice de abstención, y el que más preocupa al PSOE, se detecta en Cataluña, un tradicional granero de votos socialistas. Gobernada por un tripartito que reúne a Izquierda Unida, Ezquerra Republicana (de tendencia nacionalista) y al Partido Socialista Catalán, la región ha visto cómo en los últimos tiempos se han acentuado las tendencias independentistas. Tradicional motor industrial junto al País Vasco, Cataluña no ha asumido bien el giro de la economía española hacia el sector de los servicios y se siente abandonada por Madrid, una sensación que tuvo su pico durante los cortes de energía eléctrica que afectaron el pasado año a Barcelona y el caos que se apoderó del transporte urbano por culpa de las obras del tren de alta velocidad que la conecta desde hace unos días con la capital española.
Con un pronóstico tan ajustado, “la única posibilidad del PSOE de ganar las elecciones es movilizar electorado de izquierdas”, afirma Soledad Gallego. Y por eso no se cansa de recordar que el Partido Popular no se ha renovado, es el mismo que llevó a España a la guerra de Irak, está plagado de integristas católicos arropados por la jerarquía eclesiástica que pretende desmontar la legislación social de Zapatero y que se haya dividido por fuertes rivalidades internas, como las que mantienen el alcalde de Madrid, el moderado Alberto Ruiz Gallardón, y la presidenta de esa comunidad, también del PP, la ultraconservadora Esperanza Aguirre.
La cuestión latinoamericana
Ausente de la campaña pero presente en el debate político durante los últimos cuatro años, la suerte de las relaciones con América latina también está en juego en estas elecciones. Según el Partido Popular, José Luis Rodríguez Zapatero ha sido blando a la hora de defender los intereses españoles en la región, ya que se mostró demasiado complaciente con Hugo Chávez y Evo Morales, no fue muy activo a la hora de criticar al gobierno cubano y aplicó un tono conciliador cuando el gobierno argentino se enfrentó con las empresas de capital español que tienen en sus manos los servicios públicos privatizados en los noventa.
Para los socialistas, en cambio, la figura de Rodríguez Zapatero es un activo importante a la hora de encarar las relaciones con la región. Joven, moderno, progresista, según el PSOE el primer ministro español es la persona indicada para afrontar los nuevos tiempos que se viven en gran parte de los países latinoamericanos y más que descuidar los intereses españoles lo que ha hecho es defenderlos con firmeza pero apelando al pragmatismo, reconociendo a su vez que las causas que se encuentran detrás de fenómenos como el de Evo Morales hunden sus raíces en la miseria ancestral del continente. Una postura más dura ante las nuevas izquierdas latinoamericanas, afirman, sólo contribuiría a aumentar la mala predisposición de los ciudadanos de estos países con las empresas de la península.
Otro punto de conflicto con América latina es el fenómeno de la inmigración. Introducida por Mariano Rajoy en la campaña, siguiendo la estela de su admirado Sarkozy, la inmigración es junto al terrorismo y el desempleo uno de los temas que más preocupan a los españoles, según las encuestas. Rajoy propuso un polémico contrato con los inmigrantes “para que respeten las costumbres españolas” y una especie de scoring en el que obtendrían más puntos para acceder al país los ciudadanos provenientes de zonas con vínculos históricos con España. Una manera elegante de decir que se prefiere a los latinoamericanos más que a los africanos. Zapatero tachó de xenófoba las propuesta y prefirió sacar el tema de la campaña aduciendo que el único contrato que tienen que respetar los inmigrantes es la ley. Ninguno de los dos partidos se muestra dispuesto a otorgarles a los inmigrantes el derecho a voto y la política de endurecimiento de los controles fronterizos ha motivado varias quejas de los países latinoamericanos por el maltrato al que se los somete a sus ciudadanos al entrar. El PSOE, sin embargo, pone el acento en la integración, mientras que el PP parece querer aprovecharse del desasosiego que crean los inmigrantes en los barrios más pobres para robarles votos tradicionales a los socialistas. En el país hay más de 4 millones de inmigrantes, un 10 por ciento de la población.
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