Domingo, 3 de octubre de 2010 | Hoy
Por Martín Granovsky
Cuando la Argentina festejó el Bicentenario, cada país de América latina regaló un cuadro. Chile, por decisión que había tomado Michelle Bachelet cuando aún era presidenta, regaló un retrato de Salvador Allende. Y Brasil envió uno de Getúlio Vargas. Lula dice que las élites llevaron al suicidio a Getúlio Vargas, el presidente popular que se pegó un tiro en 1954 por el jaque perpetuo que sufría,
–Usted habla seguido del suicidio de Getúlio Vargas. Noam Chomsky dijo que el neoliberalismo y las transnacionales, o el imperio, acarrearon incluso más destrucción que la conquista colonial. Le contestaron...
–¿Quién le contestó a Chomsky?
–Intelectuales, entre ellos gente de derecha. Contraargumentaron echando la culpa a los partidos, o a los sindicatos, o a una intelectualidad equivocada. Y volvió a surgir la cuestión de las élites. ¿Qué opina usted de las élites de América latina como freno al crecimiento y a la democracia?
–Aclaremos una cosa para no cometer injusticias. Dentro de la élite también hay sectores diversos. Hay empresarios brasileños de alta calidad, con una fuerte visión nacional y un enfoque desarrollista. Hablo más bien de la élite política, de los que deciden el destino del país. Hasta hace poco en América latina sufrimos una mentalidad colonizada. En la Argentina, antes, los gobernantes discutían quién era más amigo de los Estados Unidos o quién era más amigo de Europa. Y lo mismo en Brasil. Seamos francos. Después del breve período de Eduardo Duhalde, con la llegada de Néstor Kirchner y después con el gobierno de Cristina, cualquiera puede estar en desacuerdo. Es legítimo disentir. Pero en la Argentina hubo un cambio. Empezaron a tener una visión del mundo más independiente, más soberana. Lo mismo pasó en Brasil, en Venezuela, en Ecuador. Lo mismo sucede en muchos lugares del mundo. Nunca acepté la idea de que nos quedáramos conformes con nuestros errores, limitándonos apenas a criticar al imperialismo. “Ah, somos pobres a causa del imperialismo norteamericano. Sufrimos por el imperialismo norteamericano.” Esa es una verdad a medias. Falta decir que la élite política de cada país se subordinó cuando no precisaba subordinarse. Es más fácil mirar a los otros en lugar de mirar nuestros defectos. Es una vergüenza el muro entre México y los Estados Unidos, sobre todo después de glorificar la caída del Muro de Berlín. Es una vergüenza el muro en Israel. Son muy feos los muros para la humanidad. El único muro que debiéramos aceptar es la Muralla China, que hoy es sólo una atracción turística. Los otros son los muros de la segregación. ¿En qué fallamos? En la construcción de nuestra personalidad, de nuestra imagen, de nuestra riqueza. Discutámoslo. Es fácil decir, por ejemplo, como dice Chávez, que Venezuela era pobre por los yanquis, que explotaban a Pdvsa. Pero no, Venezuela era pobre porque muchos en la élite venezolana se beneficiaban con el comportamiento de los norteamericanos. Eso hay que decirlo de manera muy categórica. No fueron los yanquis los que llevaron a Bolivia a la extrema pobreza. Obviamente desarrollaron políticas hacia Bolivia. Pero no estuvieron solos. No podemos criticar sólo a los de afuera sin criticar a los serviles de adentro.
–A veces uno observa fuera de Brasil un Lula inventado, mítico, conservador, de derecha, continuador del ex presidente Fernando Henrique Cardoso. Y algunos dicen: “Brasil es continuidad, y por eso es un modelo para el resto de América latina”. ¿Su gobierno fue una continuidad de los anteriores?
–Si yo hubiera continuado con la política de Fernando Henrique Cardoso, Brasil estaría quebrado. Llegamos donde llegamos porque hicimos cosas distintas. Cuando asumí, el patrimonio de Petrobras valía 13 mil millones de dólares. Hoy vale 220 mil. Algo cambió, ¿no les parece? Cuando llegué al gobierno la consigna era que el gobierno no podría gastar ni hacer inversiones porque debía garantizar el superávit primario. Y había que cuidarse del déficit. ¿Sabe qué pasó, mi hijo? Nosotros, que estábamos subordinados al Fondo Monetario Internacional, nos libramos del FMI. Nosotros, que no teníamos reservas, llegaremos a finales de 2010 a 300 mil millones de dólares. Brasil cambió radicalmente. Incluimos a millones de excluidos que no eran tenidos en cuenta. Eramos un país de economía capitalista sin capital, sin crédito, sin inversión.
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