Domingo, 5 de abril de 2009 | Hoy
EL PAíS › ALFONSIN Y LA DISPUTA POR EL SENTIDO
Alfonsín ha pasado a ser el modelo de demócrata consensual que sus adversarios de ayer le proponen al gobierno de hoy. Pero Alfonsín tuvo un Cafiero dispuesto a defender al gobierno en Semana Santa, en vez de un Cobos desertor o una deslegitimadora Carrió. Duhalde y el proyecto de una Argentina atendida por sus dueños. La pesca de Solá. Héctor Huergo, de Monsanto a Clarín, de la revolución planetaria al agropower.
Por Horacio Verbitsky
Embellecido por la muerte, Raúl Alfonsín ha pasado a ser el padre de la democracia argentina y el hombre de los consensos, expresión de valores que la sociedad está extrañando o que hoy faltan, según los escasos matices de un libreto único. Son disparos por elevación (no mucha) contra el gobierno que desde 2003 confronta con algunos de los sectores que le hicieron la vida imposible a Alfonsín dos décadas antes. La respuesta no es menos llamativa: para la presidente CFK, fue un “hombre de convicciones” y según Néstor Kirchner, defendía con incorrección política y mucha fuerza sus ideas. Preguntarse por la pertinencia de cada una de esas afirmaciones conduce a comprobar que ni siquiera el acontecimiento excepcional acalla la disputa por el sentido, que ocupa todos los espacios, públicos y privados, cuando se discute la relación del sistema político con los factores de poder y uno de ellos ha emprendido el abordaje de las instituciones por un camino distinto al tradicional.
Una foto que volvió a recorrer el país esta semana es la del balcón de la Casa Rosada en la Semana Santa de 1987. Esa imagen dice más de Antonio Cafiero que de Alfonsín. El hombre de los consensos encontró un líder de la oposición que en el momento de prueba respaldó al gobierno legítimo del que era opositor. ¿Con qué lider del radicalismo podría buscar esos consensos ahora CFK? ¿Con Elisa Carrió, quien en vez de reconocer que la había duplicado en votos se apuró a proclamar que su gobierno nacía con una legitimidad segmentada y que ella y su esposo terminarían como Ceaucescu? ¿Con su vicepresidente, Julio Cobos, que la acompañó en el envío al Congreso de la Resolución 125 y cuando le tocó desempatar votó en contra del gobierno que integraba? La propia fórmula Fernández de Kirchner-Cobos fue una muestra de consenso y diálogo y es ostensible quién los quebró. La movilización popular aisló a los carapintada de Aldo Rico, pero no fue unánime. En la Sociedad Rural de Azul, durante una asamblea presidida por el titular de Carbap, Arturo Navarro, llegó a solicitarse la renuncia del gabinete económico y el juicio político de Alfonsín. Con el apoyo político del justicialismo y la fuerza de una sociedad movilizada como nunca, Alfonsín podría haber cumplido su promesa a la asamblea legislativa de que no negociaría ni la democracia ni la situación procesal de ningún militar ante la justicia porque todos los ciudadanos eran iguales ante la ley. Prefirió imponer la ley de obediencia debida, idéntica a la que presentó al asumir y que el Congreso le obligó a modificar. Fue a partir de esa contradicción inocultable entre las palabras y los hechos que su proyecto político comenzó a decaer y junto con las dificultades económicas debidas a su aceptación de un endeudamiento externo del que no menos de una cuarta parte era ilegítimo, condujo a su derrota en los comicios de renovación parlamentaria de setiembre de 1987, prolegómeno de su renuncia al gobierno en julio de 1989.
También volvió a verse en estos días una filmación de la muestra agropecuaria de la Sociedad Rural del 13 de agosto de 1988. Alfonsín comienza a hablar y lo tapan los silbidos de los asistentes. “Estas manifestaciones no se producen en tiempos de dictadura”, responde. Levanta la voz para recriminar que “es una actitud fascista el no escuchar al orador”. En el mismo tono enardecido informa que ha decidido suprimir el tipo de cambio diferencial que fue parte del Plan Primavera, negociado con la UIA, la Cámara de Comercio y la CGT. La Sociedad Rural lo objetó porque acentuaba el efecto de las retenciones, que regían desde la dictadura con una alícuota del 15 por ciento. Los exportadores deberían liquidar sus ventas al cambio oficial pero importaban insumos y maquinarias por el mercado libre, con una diferencia de 20 por ciento. “Vamos hacia el cambio libre, y el sector agropecuario gozará de ese cambio libre”, grita Alfonsín. Sin bajar el tono termina pidiendo disculpas por sus equivocaciones, que atribuye a los “muchos años de dictadura” que no le permitieron aprender a gobernar.
Esa es la defensa de convicciones y la incorrección política alfonsinista, que a coro se le propone a CFK: no un consenso sino una capitulación. Si se humillara ante los factores de poder, algún Biolcati perdonaría sus extravíos en la capilla ardiente dentro de unas décadas y la calificaría de mujer digna que creyó en el diálogo. Al cabo de cinco reuniones, en las cuales consiguieron transferencias desde el resto de la sociedad que superan los 2000 millones de pesos, los miembros de la Mesa de Enlace siguen exigiendo una rebaja en las retenciones a la soja que pagan las compañías exportadoras y no omiten amenazas para imponerla en el Congreso. Según su integrante Ricardo Buryaile habría que cerrarlo si no legislara como los patrones rurales desean. Vicepresidente de CRA, Buryaile sigue participando en todas las actividades de la Mesa como si esa amenaza fuera sólo una cuestión de mal gusto. Está claro a qué le llaman diálogo la Sociedad Rural y sus satélites. Luego de la silbatina de 1988, el canciller Dante Caputo dijo que expresaba “la angustia de un sector incapaz, especulativo, inútil, adulador de dictadores e inspirador de la tortura”. Pero Alfonsín le pidió que no confrontara y Caputo explicó que sólo quiso referirse “a ese grupo que no tiene nada que ver con la producción sino con la especulación. Son incapaces de producir, le temen brutalmente al capitalismo, tienen su casco de estancia en la Avenida del Libertador”. A su manera, Caputo describía el fenómeno producido a partir de la dictadura, cuando el modelo económico basado en la valorización financiera produjo la mayor liquidación de la historia del stock ganadero y una reducción del área sembrada, sin que por eso los grandes latifundistas dejaran de obtener ganancias extraordinarias, mientras quebraban centenares de miles de pequeños productores. La Federación Agraria, que antes de Eduardo Buzzi distinguía entre CTA y CRA, declaró entonces que no se alegraba ni se condolía. “A los que lo silbaron el Presidente les prometió privatizar, pagar la deuda externa, abrir la economía nacional, no tocar los grandes latifundios y utilizar sus foros y conductores como referentes de la política agropecuaria. El gobierno posterga a los chicos, privilegia a los grandes y termina sin el pan y sin la torta. Si el doctor Alfonsín se encuentra ahora con que lo silban porque no quiere dar todo lo que le piden, es un problema del Presidente, que los eligió como aliados”.
Panradicalismo
y Peronismo de Pro
El cortejo fúnebre de Alfonsín pareció soldar las articulaciones del panradicalismo, en el que se reagrupan Carrió y Cobos, mientras el representante de CRA en la Mesa de Enlace, Mario Llambías, demora una respuesta al ofrecimiento de integrar su lista bonaerense. Otro realineamiento significativo se da en torno de Unión Pro, que se llama así porque si no usara la misma denominación que de Narváez en 2007 debería llevar en el segundo puesto a una mujer. El primer peronismo ofreció asientos en el gabinete y en el Congreso a dirigentes sindicales, como Atilio Bramuglia y Angel Borlenghi, cuando la clase obrera era su principal soporte. En cambio Eduardo Duhalde llevó al ministerio bonaerense de Asuntos Agrarios al presidente de Carbap Eduardo Althabe e hizo diputado nacional al dirigente de la Unión Industrial de Buenos Aires, Osvaldo Rial. El cordobés José Manuel De la Sota incorporó a sus listas de candidatos al Congreso Nacional al superempresario sojero Roberto Urquía. Siguiendo esa huella llegó a una banca en las listas de Domingo Cavallo el ex presidente de la Sociedad Rural Guillermo Alchouron. Hubo también algunos casos particulares: el pequeño empresario Alberto Pierri canjeó un lugar en la lista de diputados que acompañaron a Antonio Cafiero por el papel para las boletas y los carteles. Resultó electo y desde su banca se convirtió en un magnate de los medios de comunicación. El mismo camino, de la política a los negocios, recorrió su compañero en aquel bloque José Luis Manzano, quien nunca perdió las esperanzas de volver a los cargos públicos que perdió por jactarse ante demasiados testigos de lo que muchos hacen en silencio. Julio Amoedo entró al Senado junto con Vicente Saadi en la boleta justicialista de Catamarca, pero lo llamaban senador por Olavarría, porque allí tenía sede la empresa cementera que fue de su suegra, Amalia de Fortabat, quien hoy protege al ex broker de JP Morgan, Alfonso de Prat Gay.
Pero nunca se asistió a un experimento orgánico como el que puso en marcha Maurizio Macri y que hoy el ex senador Duhalde procura extender a la provincia de Buenos Aires, con Francisco De Narváez, Felipe Solá y el ganadero Jorge Srodek. La dirigencia agropecuaria se lanza en forma abierta al abordaje del Estado al que primero sitió desde sus órganos gremiales. Macri es el epifenómeno argentino de esta privatización del Estado cuyo paradigma es el jefe de gobierno de Italia, Silvio Berlusconi. De Narváez también procura trocar la fortuna heredada en poder político. Quienes lo conocieron en las oficinas de Casa Tía en la avenida Santa Fe recuerdan sus extravagancias: para desconcertar a sus visitantes solía recibirlos disfrazado, con un gorro de pieles de Davy Crockett, con música de rock a todo volumen y representando una pelea con una secretaria bella y altísima, también cubierta por un gorro de pieles, a la que fingía maltratar para incomodidad de sus interlocutores. Contratista de la Sociedad Rural en la explotación del predio malhabido de Palermo, por el que sigue abierta una causa judicial, accionista del canal América de televisión junto con Manzano pese a que la legislación vigente prohíbe a un diputado esas actividades, con otros negocios menos visibles que de conocerse cambiarían el eje de la campaña, De Narváez se beneficia con la timidez de un gobierno que, como el de Alfonsín, ladra más de lo que muerde. Su asistente principal en la tarea de reclutamiento de empresarios rurales es el vicepresidente de la poderosa Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa, Carbap, Jorge Srodek, un ganadero con miles de hectáreas en Coronel Dorrego pero residente en Vicente López. Si el peronismo llegó a incorporar un tercio de sindicalistas obreros en sus boletas, Srodek acordó con De Narváez y Duhalde que un cuarto de los candidatos provengan de las organizaciones patronales. Esta injerencia del duhaldismo provoca escozor a Macri.
La constitución de un bloque agrario procura redimir en la contienda electoral las posiciones a las que ya no puede aspirar por medio del golpe de Estado. Como De Narváez y Solá, también Srodek tiene una relación especial con Eduardo Duhalde, el padrino de esta movida. Divorciado, padre de seis hijos, Srodek salió con una amiga del matrimonio Duhalde y participó de su intimidad familiar. En la última Expoagro, Srodek fue el lazarillo que guió a la senadora Hilda González de Duhalde. Los Duhalde fueron quienes lo vincularon con De Narváez. La relación creció cuando descubrieron que los abuelos de Srodek y De Narváez habían llegado juntos a la Argentina. Carlos Steuer huyó de Praga, donde había iniciado su cadena de tiendas baratas, en 1939. Llegó a la Argentina luego de una escala en Bogotá. Allí se casó su hija Doris con el cafetalero Juan De Narváez y nació su nieto Francisco. Srodek, quien comenzó a militar en 2002, se define como un hijo de las cacerolas y el “que se vayan todos”. Su hermano Edgardo Srodek fue el principal colaborador de Ricardo López Murphy en Recrear. Decepcionado de la política, hoy vive en Punta del Este. En 2007, Jorge Srodek propuso que los toros campeones desfilaran en la muestra de la Sociedad Rural con crespones de luto. La iniciativa no fue aceptada y Srodek instaló en una tribuna carteles con críticas al gobierno que anticipaban el conflicto posterior. Ese mismo año Duhalde, De Narváez y Macri lo incorporaron como candidato a senador por la sección electoral 6ª, donde obtuvo 7,8 por ciento de los votos, la mitad que De Narváez y Jorge Macri en el total de la provincia. Fue el principal impulsor de la idea de que las entidades patronales presentaran candidatos en distintas listas y que una vez electos se reunieran en el Congreso. No es una mera concepción teórica. Además, Srodek se dedicó a poner en contacto a otros empresarios de Carbap con los partidos radicales, la Coalición Cívica Libertadora y el Gen. Según el periodista Jorge Matheus, quien fue jefe de prensa de Solá en la Secretaría de Agricultura, durante la muestra agropecuaria de Trenque Lauquen, en noviembre de 2008, “el discurso de Srodek fue prepotente, irrespetuoso y desconsiderado para con las autoridades. Sonó a preanarquía, convocatoria al desorden, falta de consideración por las instituciones democráticas” matheusjorge.blogspot.com). Sarmiento escribió en El Censor el 9 de enero de 1886: “No quieren saber nada de derechos, de impuestos a la hacienda. Quieren que el gobierno, quieren que nosotros, que no tenemos una vaca, contribuyamos a duplicarles o triplicarles su fortuna a (...) todos los millonarios que pasan su vida mirando cómo paren las vacas. En ese estado está la cuestión, y como resulta que las Cámaras también están formadas por ganaderos, veremos mañana la canción de siempre: el payar de la guitarra a la sombra del ombú de la pampa y a la puerta del rancho de paja”. Aunque hoy la soja haya desplazado a la ganadería, el proyecto de una Argentina atendida por sus dueños es el más brutal salto hacia atrás que pueda imaginarse.
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