Domingo, 16 de septiembre de 2012 | Hoy
EL PAíS › EL CURSO SOBRE SEGURIDAD NACIONAL EN EL MINISTERIO DE DEFENSA
El veterano de Vietnam que dictó el curso fue agregado militar aquí en el apogeo del terrorismo de Estado, dato que Puricelli borró de su biografía. También hizo escuchas telefónicas en Colombia y entrenó al ex presidente Uribe. En Guantánamo no se violan los derechos humanos porque los presos aumentan de peso y los abusos en Abu Ghraib fueron obra de unos pocos jóvenes soldados. Cómo usar a los medios para engañar a la población. Una PCI de la Armada en Inteligencia. Saín pidió la renuncia de Puricelli.
Por Horacio Verbitsky
El Brigadier Mayor (R) Richard Goetze, uno de los especialistas estadounidenses en Seguridad Nacional, Guerra No Convencional y Operaciones de Información, que durante toda la semana pasada entrenaron a tres docenas de funcionarios civiles del ministerio de Defensa, fue agregado militar en la Argentina durante los peores años del terrorismo de Estado. Este dato esencial fue omitido en el curriculum del instructor que el ministerio de Defensa distribuyó a los participantes en el curso pero sí figura entre las biografías que la Fuerza Aérea de Estados Unidos suministra sobre su personal. Allí se constata que en julio de 1976 llegó a Buenos Aires como agregado militar a la embajada de su país, donde permaneció hasta julio de 1978. Aquí reunió dos agregadurías: la de la Fuerza Aérea y la del Pentágono (http://www.af.mil/information/bios/bio.asp?bioID=5567). Esos fueron los años más intensos en la represión clandestina organizada por el gobierno militar. Según el cálculo realizado por la Conadep en su informe Nunca Más, entre 1976 y 1978 se produjeron el 93 por ciento por ciento del total de las desapariciones de personas y los aviones de las distintas fuerzas fueron utilizados para arrojar prisioneros al mar. Si este antecedente hubiera sido difundido, los civiles asistentes al curso podrían haber enriquecido el diálogo con la explicación en primera persona del brigadier Goetze sobre aquellos años del terrorismo de Estado. Quien hoy dirige el Grupo Militar en la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, el coronel Patrick D. Hall, también tiene una historia interesante que los cursantes no conocen: Hall estaba asignado en Caracas cuando el presidente Hugo Chávez denunció la injerencia militar estadounidense en la política de su país. Hay otros componentes engañosos de esta historia, que reflejan los modos de conducción del ministro Arturo Puricelli. El secretario de Estrategia y Asuntos Militares Oscar Cuattromo dijo en la sesión inaugural que luego de leer la nota del domingo “Welcome back, boys” quería dejar en claro que el curso estaba en línea con la política del gobierno nacional desde 2003 y dentro de las leyes vigentes. Es decir, aquellas que separan la Defensa Nacional de la Seguridad Interior. Luego solicitó que se acercara el subsecretario de Formación, pero Carlos Pérez Rasetti prefirió permanecer en las gradas del anfiteatro del salón Roca del ministerio. “No hace falta”, se excusó, mientras las pantallas gigantes reflejaban el desconcierto de Cuattromo ante su gesto de distancia. Por más que un comunicado oficial haya minimizado la gravedad del curso, su divulgación lo convirtió en una mancha venenosa con la que nadie quiere contaminarse, porque más allá de las palabras tranquilizadoras implica una regresión inocultable en la política oficial hacia las Fuerzas Armadas. Los instructores suministraron abundante material para justificar estos temores a la extralimitación castrense que propone el Pentágono.
El comunicado que emitió el ministerio el mismo domingo destacó que estos cursos también se dictaron entre 2007 y 2010, lo cual es sólo una parte de la verdad: no se compraban llave en mano como ahora sino que su contenido era analizado con antelación por el ministerio, que vetaba todo aquello que colisionara con las columnas de la arquitectura institucional argentina, de modo que los instructores no tocaran temas doctrinarios sino sólo técnicos. Otra verdad a medias de la información emitida por Puricelli, luego de recibir el insistente reclamo de la presidente CFK, quien lo localizó en Santa Cruz, fue que el ministerio había decidido que por primera vez los cursos se dirigieran sólo a personal civil. La realidad es que el 18 de julio Pérez Rasetti se dirigió a Cuattromo para solicitarle los datos de todos los militares que participarían ya que “conforme a los requisitos establecidos por el Grupo Militar de los Estados Unidos, los postulantes inscriptos deberán ser autorizados por el gobierno de los Estados Unidos para asistir al curso”. Cuattromo, a su vez, lo remitió el mismo día sin ninguna observación, al Subsecretario de Planeamiento Estratégico y Política Militar, Martín I. Plaza. Fue el Secretario de Asuntos Internacionales, Alfredo Forti, quien le informó al jefe del Grupo Militar, coronel Patrick Hall, que la autorización para asistir a un curso la daba el gobierno argentino y no el estadounidense. Hall le explicó que para entregar los certificados de asistencia contemplados en el curso, la ley de su país exige un previo estudio sobre los postulantes, para asegurar que no tengan vinculación con estupefacientes, terrorismo o violaciones a los derechos humanos. En esas condiciones, no puede realizarse el curso, replicó Forti. Hall insistió varios días después: podemos hacerlo para civiles, que no están incluidos en los requisitos de nuestras leyes, dijo. Hall también está ofreciendo cursos a las fuerzas de seguridad, con las que mantiene contacto directo sin pasar por el Ministerio de Seguridad. El comunicado oficial de Defensa también pretende que la actual gestión dispuso que “prevalecieran los cursos del tipo operativo y/o técnicos, desechando aquellos de contenido doctrinario”. El que transcurrió del lunes al viernes lo desmiente. Pese al cuidado que tanto los invitados como el Ministerio pusieron en cada palabra, los expositores se referían en forma indistinta a Seguridad y Defensa, como si se tratara de lo mismo. En la ronda de preguntas varios funcionarios asistentes señalaron esta contradicción con el marco normativo argentino. Los norteamericanos prefirieron no profundizar el punto.
–Son sólo ideas –dijeron.
Ideas que el propio Goetze se encargó de mostrar cómo se llevan a la práctica. Contó que junto con Bruneau impartieron un curso sobre planificación y comunicaciones de la Defensa e Inteligencia al en ese momento presidente electo de Colombia, Alvaro Uribe, y a su gabinete ministerial. Ante cada herramienta de planificación sobre la que se explayaba, Goetze ponía como ejemplo a Colombia. Un funcionario le preguntó por la dimensión ética de esas enseñanzas, dadas las masivas violaciones a los derechos humanos que se verificaron en Colombia, con los numerosos casos de falsos positivos. Otro asistente cuestionó también la efectividad de esa intervención militar en la seguridad interior, aduciendo que las guerrillas de las FARC seguían presentes en el valle del Cauca. Goetze lo admitió, con una sorprendente crítica a su discípulo Uribe, por las órdenes que impartió a los jefes militares. “Lo mismo nos pasó a nosotros en Vietnam. Si el gobierno pide muertos, los jefes militares se los darán.” Contó entonces una anécdota personal. “Después de una batalla en Vietnam apilamos juntos los cadáveres de los dos bandos, para que vieran cuán efectivos éramos.” Bruneau, que es un experto en Inteligencia sobre Brasil, expuso en portuñol sobre el caso de México. Dijo que el uso de las Fuerzas Armadas en tareas de Seguridad Interior había fracasado, porque se cometen violaciones a los derechos humanos, igual que en Centroamérica.
–¿Y entonces, por qué Estados Unidos sigue presionando para involucrar a los militares en tareas policiales? –le preguntaron.
Bruneau hizo un largo silencio hasta que contraatacó:
–¿Por qué dice que presiona? A mí no me consta.
–Figura en el Programa operacional 2016 del Comando Sur –insistió otro participante.
El brigadier Goetze acudió entonces al rescate de Bruneau. Negó que el Comando Sur promocionara el uso de las Fuerzas Armadas en la Seguridad Interior. “Tienen programas de ayuda a las Fuerzas Armadas para que puedan asistir a las autoridades civiles en casos de catástrofe”, dijo. (Esa es la nueva línea que Estados Unidos se ilusiona con imponer en la Conferencia de Ministros de Defensa que sesionará el mes próximo en Uruguay, asignando el rol de coordinación a la obsoleta Junta Interamericana de Defensa.) Cuando Goetze intentó dar un ejemplo produjo una de las revelaciones más asombrosas de la semana:
–En Colombia nosotros hacíamos Inteligencia, escuchábamos las conversaciones telefónicas y a los militares sólo les pasábamos las conversaciones sobre drogas. Y del dinero que recibíamos de Estados Unidos, la mayor parte iba a la policía.
–Pero en Colombia la Policía Militar depende de Defensa, opuso otro cursante.
–Es cierto –admitió el militar estadounidense.
Bruneau y Goetze también estuvieron trabajando en Chile, Guatemala, El Salvador, Rumania y Mongolia. Una de las pantallas de un power point utilizado durante el curso, que se reproduce en la tapa de esta edición, se refiere en forma explícita al uso de los militares en la seguridad pública.
Otro capítulo de gran interés fue el que dictó Goetze sobre los medios de comunicación. Explicó que al gobierno le interesaba influir sobre ellos y a través de ellos sobre el sistema político. Dijo que a la luz de la experiencia de Vietnam (“Al volver no podía usar mi uniforme en la calle, y hasta me escupieron”), el jefe militar conjunto en Irak planteó mantener lejos a los periodistas. Pero, agregó, la jefa de prensa del Pentágono lo convenció de que podían invitarlos a formar parte de las unidades y que esto los comprometería a transmitir el punto de vista de las tropas. “Fue un éxito. Los 120 periodistas invitados se entusiasmaron y transmitieron la visión táctica de la guerra, los detalles de cada enfrentamiento y no el cuadro estratégico general. En definitiva, el público quiere ver los tiros, eso le dimos y esa fue la visión que tuvieron también los legisladores, porque lo vieron en los medios.” Como quien medita en voz alta, dijo que “un problema de insertar a los medios en las unidades es que los militares se sienten limitados”, y volvió a ejemplificarlo con su experiencia como piloto en Vietnam: “Uno no hace las mismas cosas cuando lleva gente de prensa que cuando no la lleva”. La biografía que difundió Puricelli también omite que Goetze piloteaba aviones AC-47: Son aquellos que en apoyo de las tropas limpiaban el terreno ametrallando a toda figura humana a la vista. Al referirse a las violaciones a los derechos humanos cometidas en la prisión iraquí de Abu Ghraib y la cubana de Guantánamo, sobre las que mostró imágenes estremecedoras, Goetze dijo que habían constituido fallas de la comunicación, porque generaron “mala imagen” en el mundo. “Pero en realidad los autores de los abusos en Abu Ghraib fueron unos chicos jóvenes soldados, y en Guantánamo no es cierto que se violen los derechos humanos. El general Douglas Frazer, jefe del Comando Sur, me dijo hace dos meses por teléfono, desde el avión en que regresaba de una visita a Guantánamo, que los presos tienen comida en cantidades industriales, hasta están aumentando de peso y todo es legal. El problema es la percepción que transmiten los medios, que en política es más importante que los hechos.” Por su parte, Bruneau citó notas del diario La Nación sobre inseguridad en la Argentina y comentarios que escuchó en el programa A dos voces del Canal TN. Según Goetze, la manipulación de la prensa es parte de la función de Defensa. Incluso citó una presunta definición de Winston Churchill, según la cual la verdad es tan importante que siempre debe llevar algunas mentiras como guardaespaldas.
Bruneau y Goetze son autores de diversos artículos sobre el empleo de las Fuerzas Armadas centroamericanas para la represión de las pandillas juveniles conocidas como maras, y han asesorado sobre el tema al ex presidente de Guatemala Oscar Berger. Esto potencia el interés de una afirmación de Bruneau durante el curso en el ministerio de Defensa, cuando reconoció que el único país de la región sin maras era Nicaragua y lo atribuyó al entramado social y organizativo que creó el sandinismo, que no dejó espacio para que penetrara el crimen organizado. Cuando Bruneau justificó el empleo militar en cuestiones de seguridad de México por la corrupción de la policía y la demanda social de militarización, un asistente le repuso que las demandas sociales no suceden en el vacío, que son construcciones mediáticas, dijo que los medios son empresas comerciales que buscan utilidades y que en su afán de ganar dinero estimulan esas medidas. Otro participante introdujo un tema sociológico no menor:
–Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México mencionan la relación entre el tratado de libre comercio de Norteamérica y el crimen organizado, porque el Nafta desestructuró el campo y la migración a las ciudades proveyó de mano de obra barata de los carteles.
Bruneau la pateó afuera:
–No voy a opinar del Nafta –dijo. Tampoco hizo referencia al patrullaje de la costa occidental de Guatemala que 200 marines estadounidenses realizan desde hace dos semanas para combatir el narcotráfico. Es la primera vez que los marines entran en acción allí desde 1978, anotó la agencia Associated Press.
La coronela de la Fuerza Aérea Anne McGee se refirió a herramientas de planeamiento, con el viejo esquema FODA (que analiza las Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas, propias y del enemigo). Algunos de los académicos presentes objetaron que era un método que se consideraba superado en las ciencias sociales, porque no permite predecir ni introducir variables ajenas al proceso.
–Todo se retroalimenta –balbuceó McGee.
–Pero dentro de un mismo paradigma –insistió el interlocutor.
–Sí, es cierto –admitió, con visible incomodidad cada vez que algún enfoque crítico la apartaba del libreto que recitaba en forma mecánica.
Cuando McGee citó las experiencias de su país en Irak y Afganistán, donde según su currículum preparó y coordinó todas las órdenes de Despliegue puestas a la firma del jefe del Pentágono, los civiles argentinos plantearon los problemas sociales y las asimetrías que había en esos países. La mujer admitió que el opio era un serio problema en Afganistán y Bruneau la interrumpió, cosa que no hizo ni antes ni después en toda la semana. “No hay tiempo”, dijo. McGee advirtió que lo que diría no se limitaba a la Defensa, porque tenía que ver con todos los medios necesarios para asegurar los objetivos nacionales y sostuvo que las distintas agencias del Estado deben trabajar juntas. En ese contexto no mencionó Defensa ni Seguridad, pero el mensaje era claro. Goetze y Bruneau también estuvieron juntos en Chile donde este año asesoraron al gobierno del presidente Sebastián Piñera en la elaboración de su plan estratégico de Defensa. Esa estrategia fue presentada en junio por el ministro chileno de Defensa, al que le compete orientar y coordinar la acción de los distintos organismos e instituciones nacionales para enfrentar los desafíos de seguridad. En uno de sus párrafos sostiene que “los límites rígidos entre ámbitos de seguridad, interna y externa, están siendo superados y los Estados buscan fórmulas para usar sus medios de modo más eficaz e invertir sus recursos financieros de manera más eficiente”, lo cual marca un retorno a la doctrina del enemigo interno. Este texto, dice la Estrategia chilena, “se concibe como una política de políticas para el ámbito específico de la seguridad y defensa nacionales”. Esta centralidad del ministerio que conduce a las Fuerzas Armadas se reflejó incluso en el hecho de que los ministerios de Interior y de Relaciones Exteriores no participaron en la presentación de la nueva estrategia.
El cierre del curso alteró el programa previo. Según la transcripción del programa publicada aquí el domingo pasado, se realizará un ejercicio en el que los participantes deberían desarrollar e implementar lineamientos estratégicos aplicando los conocimientos recién aprendidos. Sin explicaciones, que en realidad no eran necesarias, se pasó de la última conferencia a unas breves palabras de Cuattromo sobre la importancia de la capacitación. Tampoco se distribuyeron los prometidos CD con las presentaciones de los estadounidenses, “porque se decidió que antes las autoridades del Ministerio revisasen su contenido”.
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